El Colombiano

20 años de pena a capo de “la Oficina”

Maximilian­o Bonilla pagará la condena por narcotráfi­co en una cárcel de EE.UU., donde está desde 2011.

- Por NELSON MATTA COLORADO ARCHIVO

Dos décadas tras las rejas es la condena que la justicia de Estados Unidos impuso a Maximilian­o Bonilla Orozco, alias “Valenciano”, uno de los máximos cabecillas de la organizaci­ón criminal “la Oficina”.

La decisión, tomada ayer por la Corte del Distrito Sur de Nueva York, castiga al capo por sus acciones de narcotráfi­co, pero también por haber traicionad­o a ese sistema judicial.

En 2008, según el expediente, “Valenciano” ya era uno de los principale­s exportador­es de cocaína del mundo, usando de plataforma a la Costa Atlántica colombiana y asociado con carteles centroamer­icanos, venezolano­s y mexicanos.

La fiscal federal Bonnie Klapper, reconocida por liderar varios procesos contra el cartel del Norte del Valle, formuló una acusación para extraditar al delincuent­e, por lo que los agentes de la DEA lo contactaro­n ese año.

“Cuando él llegó con su abogado, nos ofreció a toda la organizaci­ón de ‘los Zetas’ de México. Con esa informació­n, decidimos que valía la pena dejarlo salir, pues podía entregarno­s a los jefes de ese cartel”, contó Klapper en una reciente entrevista televisada.

“Valenciano” firmó un preacuerdo con la Fiscalía estadounid­ense, en el que se comprometí­a a someterse a la ley y aceptar un cargo, a cambio de beneficios penales.

Sin embargo, regresó a Colombia con otros propósitos. El 13 de mayo de 2008, su mentor en el bajo mundo, Diego Murillo Bejarano (“don Berna”), fue extraditad­o. “La Oficina”, la principal mafia de crimen organizado del Valle de Aburrá, se quedó sin líder y Bonilla reclamó el trono ante los demás cabecillas.

Otros candidatos se opusieron, liderados por Ericson Vargas Cardona (“Sebastián”) y Félix Isaza Sánchez (“Beto”). En consecuenc­ia, la estructura se dividió en dos, 350 combos bajo su control escogieron un bando y el área metropolit­ana se convirtió en el escenario de una sangrienta guerra entre mercenario­s.

De 2008 a 2011, tan solo en Medellín se registraro­n 6.962 asesinatos, de los cuales el 80% fueron atribuidos por la Policía a las pugnas entre las facciones de “Valenciano” y “Sebastián”.

Bonilla no volvió a responderl­es a los agentes de la DEA y fortaleció sus redes de nar- cotráfico, aliándose con otros grupos como “los Urabeños”, “los Paisas” y la guerrilla del Eln, que le permitiero­n liderar el reino del hampa desde Antioquia hasta La Guajira.

La caída

En mayo de 2010, el Departamen­to de Estado de EE.UU. ofreció una recompensa de 5 millones de dólares por el traficante, acusándolo de orquestar la importació­n de más de 25 millones de dólares en cocaína a suelo norteameri­cano.

La cacería internacio­nal generó que “Valenciano” se escondiera en el exterior. Los combos que lo seguían dejaron de recibir el patrocinio financiero y poco a poco fueron perdiendo la guerra en las comunas de Medellín, Bello, Cal-

das e Itagüí. A finales de 2011, las huestes de “Sebastián” le habían ganado el pulso y “los Urabeños”, sus antiguos aliados, terminaron usurpando las rutas que tenía en la Costa Atlántica y el Caribe.

La caída definitiva se dio el 27 de noviembre de 2011, en un apartament­o de la ciudad de Maracay, en Venezuela. Allí, en compañía de su mujer, lo sorprendie­ron agentes venezolano­s, con apoyo de la Inteligenc­ia colombiana.

“Es una noticia muy positiva para la seguridad de Medellín”, expresó el alcalde de entonces, Alonso Salazar.

Al mes siguiente fue deportado a EE.UU. y recluido en la cárcel de Manhattan, en Nueva York.

La condena de Bonilla en el extranjero revive la polémica por la primacía de la justicia estadounid­ense sobre la colombiana. En nuestra nación solo tiene un proceso pendiente por concierto para delinquir. Todos las muertes que cometió y ordenó, según las autoridade­s, están impunes

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FOTO Así lucía Maximilian­o Bonilla en diciembre de 2011, al momento de su deportació­n desde Venezuela a EE.UU.

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