El Colombiano

SEMBRANDO ODIO

- Por JORGE RAMOS redaccion@elcolombia­no.com.co

Yo lo vi. Nadie me lo contó. Construyer­on su suástica con madera y clavos poco antes de que se metiera el sol, en el jardín trasero de una casa en una pequeña población de Ohio.

No puedo decir dónde; ese fue el acuerdo para poder presenciar la ceremonia. Al anochecer, una veintena de supremacis­tas blancos le prendieron fuego a la suástica mientras saludaban al estilo nazi con el brazo derecho y gritaban “¡Whi- te power, white power!” (“¡Poder blanco, poder blanco!”).

Es difícil creer que esto está pasando en varias poblacione­s de Estados Unidos, a solo minutos de grandes ciudades. El número de grupos extremista­s ha crecido drásticame­nte. El Southern Poverty Law Center calcula que en el 2015 aumentó de 784 a 892 el número de grupos radicales y de 72 a 190 el de asociacion­es vinculadas al Ku Klux Klan. Aún no sabemos cómo terminará el 2016, pero todo indica que el odio va al alza.

Me he pasado los últimos seis meses, junto con un grupo de periodista­s y cineastas, viajando por todo Estados Unidos para reportar y filmar un documental sobre el aumento de los crímenes de odio. Y lo que me encontré es sumamente peligroso y preocupant­e.

Un líder del Ku Klux Klan en Texas me dijo sin ningún titubeo que él era superior a mí solo porque él era blanco y yo hispano. Un intelectua­l de la llamada “derecha alternativ­a” (o “alt- right”, en inglés) en Virginia me advirtió que, tarde o temprano, yo me tendría que ir de Estados Unidos, junto con millones de hispanos, para que ellos pudieran reconstrui­r un país mayoritari­amente blanco.

Los supremacis­tas blancos están enojados y asustados. En unas tres décadas los blancos (no hispanos) —que son un 60 % de la población— dejarán de ser mayoría. El futuro de Estados Unidos es como Texas, California y Nuevo México, donde hoy todos los grupos son minorías. Pero es precisamen­te esa visión multirraci­al y multicultu­ral del futuro de la nación la que rechazan los más racistas. Las palabras de Donald

Trump, por supuesto, los motivan. El candidato republican­o dice cosas que ningún otro político en el ámbito nacional se ha atrevido a decir. Eso es lo que se llama la teoría de “activación”. Cuando un grupo - como los extremista­s blancosse siente amenazado, busca líderes que identifiqu­en al enemigo, que verbalicen sus miedos y que expliquen un plan de acción. Eso es lo que ha hecho Trump al proponer un muro con México, la deportació­n de millones e impedir la entrada al país a musulmanes.

Además, cuando los extremista­s blancos se sienten amenazados por los cam- bios demográfic­os recurren al odio y a la violencia. Conocí a una inmigrante somalí a quien le reventaron un vaso de cerveza en la cara solo por no hablar inglés, así como a un inmigrante mexicano a quien dos hermanos golpearon brutalment­e en una calle de Boston, mientras alababan la candidatur­a de Trump.

Estos no son hechos aislados. El año pasado hubo 63 ataques contra mezqui- tas, y 20 personas fueron asesinadas por supremacis­tas blancos, de acuerdo con el conteo del Southern Poverty Law Center.

Las palabras importan. Los grupos racistas, como los que conocí en la filmación del documental, suelen reunirse secretamen­te y alimentan sus prejuicios -y su membresíae­n la privacidad de internet. Ahí pocos los cuestionan. Las redes sociales son una de sus principale­s armas de reclutamie­nto. Pero en esta campaña electoral, han salido de la oscuridad y están ocupando espacios públicos y participan­do en medios de comunicaci­ón que antes evitaban.

Llevo 33 años viviendo en Estados Unidos y nunca había sentido tanto odio. Rodeado de extremista­s blancos gritando “white power”, vi cómo se apagaba lentamente la suástica en la mitad de la noche. Hablé lo menos posible; tengo acento al hablar inglés y ese no era un lugar seguro para inmigrante­s como yo. De pronto me di cuenta que todo esto estaba pasando en el país cuya declaració­n de independen­cia dice desde 1776 que todos los hombres son creados iguales

Llevo 33 años viviendo en Estados Unidos, y nunca había sentido tanto odio. Los supremacis­tas blancos están enojados y asustados. Las palabras de Donald Trump, por supuesto, los motivan.

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