Ser joven e innovador no es fácil, pero el entorno se fortalece
Innovación implica que la idea solucione una necesidad y se utilice. Tarea difícil, que requiere trabajo individual y apoyo de varias instituciones. Se puede antes de los 35.
Cuatro jóvenes que nacieron en Medellín hacen parte del grupo de nueve elegidos como los innovadores menores de 35 años de 2016, una selección hecha por la edición en español del MIT Technology Review.
Sus nombres son María Zuluaga, Felipe Betancur, Daniel Ortiz y Santiago Correa. Cada uno fue escogido por su proyecto de innovación social, científica o tecnológica, y de sus ideas nacieron un sistema de monitorización de cultivos, un brazo robótico para personas con dificultades motoras, un sistema para identificar patógenos genéticamente y el desarrollo de dispositivos de bajo costo basados en software libre para personas en situación de discapacidad.
Aunque distintos, los proyectos de esta cuarta generación de innovadores, de la que hace parte un joven de solo 22 años, esperan darle solución a dificultades específicas que afectan a diversas poblaciones.
De esa forma coinciden en la definición de innovación los elegidos por el MIT: no es solo tener una idea brillante, es saberla aplicar para darle respuesta a una necesidad.
Para Irina Acosta, líder de incubación del Parque del Emprendimiento, “ser innovador se diferencia de ser creativo porque esta última consiste en hacer algo como nadie lo ha hecho, de una forma diferente. Mientras que ser innovador es que el mercado se apropie de esa idea, que sea útil, que resuelva un problema de un sector específico donde se utilizará esa innovación”.
¿Qué tan fácil es ser innovador en la ciudad? Según Ana Lucía Pérez, directora del programa de gestión tecnológica de la Universidad de Antioquia, en Medellín hay un sistema de innovación que va en proceso de consolidación, con actores comprometidos, con un liderazgo, para ella admirable, desde Ruta N y el Comité Universidad Empresa Estado. Además, desde la administración municipal y departamental ha habido apuestas muy decididas, señala.
La apuesta desde las universidades, por ejemplo, es contundente, dice Pérez. Desde el Comité Universidad Empresa Estado se creó el grupo de universidades denominado el G8 – Universidad de Antioquia, Universidad Nacional, Universidad Pontificia Bolivariana, Universidad Eafit, Ces, Universidad de Medellín, Universidad la Sallista y la Escuela de Ingeniería de Antioquia– , con una unidad de innovación y cuya representación busca compartir las capacidades de las instituciones, buscar la consecución de recursos y hacer esfuerzos conjuntos para lograr resultados articulados.
Igualmente, Irina Acosta también afirma que el ecosistema de emprendimiento e innovación en Medellín está cada día más maduro.
¿Qué dicen los innovadores?
Sin la ayuda de su universidad, la Escuela de Ingeniería de Antioquia, María Zuluaga comenta que hubiera sido muy difícil llevar a cabo su proyecto de brazo robótico. Para ella, “en Medellín es muy viable ser una persona innovadora”.
No obstante, Felipe Betancur, que se destacó con su proyecto de ayudas para personas en situación de discapacidad, ve en las universidades un problema. Según él, prometen el apoyo a proyectos de innovación, pero se quedan con las patentes. “Si yo quiero desarrollar algo la institución reclama la patente y eso interfiere en los procesos para que esa innovación llegue a la gente”.
“Se nos está olvidando la importancia de la gente”, sigue Betancur, refiriéndose a la importancia de proyectos de innovación social. Ante ese panorama que denuncia, opina que los recursos a la innovación deben distribuirse también en proyectos que beneficien a las comunidades y que generen empresa, “dar apoyo a investigaciones que tengan resultados que impacten de verdad”.
Otro de los elegidos por el MIT también encontró dificultades para innovar en la ciudad, aunque de otra índole. Para el ingeniero biomédico Daniel Ortiz, que en Medellín sea fácil o difícil innovar depende del sector en el que se desee emprender. En su caso, cuenta que siempre ha trabajado en ciencia y en temas académicos, “y en este campo hacer algo innovador en Colombia es bastante difícil”. Ortiz indica que sus motivos para creer eso no hacen referencia a la falta de ideas o talento, sino a la falta de un entorno propicio para ello.
Su innovación, un sistema para identificar patógenos ge- néticamente, no tuvo un entorno favorable en Colombia porque para sus experimentos son necesarios reactivos especializados a los que tiene un acceso más rápido en Estados Unidos, mientras que en Colombia, según él, en la obtención de uno de ellos podría tardarse un mes o quizá más tiempo. Eso traería como consecuencia esperar mucho entre un experimento y otro, lo que no es viable para su proyecto.
Sin embargo, el ingeniero biomédico destaca que en otros campos, como en los que trabajan sus compañeros colombianos seleccionados por el MIT, sí se puede ser innovador sin tener que salir de Colombia.
Así lo consiguió Santiago Correa. Para él, “al contrario de lo que piensan, para ser innovador no se necesita tener mucho dinero”, sino, con poco, lograr hacer las cosas de otra manera y generando valor. “En nuestro caso tomamos un problema y lo ayudamos a resolver con ayuda tecnológica”, explica sobre su proyecto de monitorización de cultivos, SIOAMpp
En su caso, Correa destaca el acompañamiento que hay desde distintas instituciones en la ciudad a iniciativas como la de él. “En Medellín se nota el apoyo, aunque aún nos falta trabajo”, precisa Santiago, quien reconoce con mucha admiración el proceso que tuvo SIOMApp y el Parque del Emprendimiento.
La innovación necesita de un ecosistema del que hacen parte las universidades, el gobierno, la empresa privada e instituciones como incubadoras e impulsadoras de emprendimientos.
Entre ellas está Parque E, donde según su líder de incubación, reciben los emprendimientos que ya cuentan con un producto mínimo viable, es decir que están listos para salir al mercado.
Acosta explica que el acompañamiento que dan es la puesta en marcha del proyecto que llega a Parque E, con que cual se trabaja desde tres pilares. El primero está enfocado desde el ser. Ahí se evalúan las competencias y habilidades “desde lo blando”, cuenta la líder de incubación. Revisan si se enfocan en el detalle, si llevan las metas a cabo, si hay conformado un equipo orientado al logro.
También en un pilar de relacionamiento, pues el apoyo de la industria privada es fundamental para recibir asesorías o accionar como clientes.
Finalmente, señala Irina, el paso es entregarles capacidades para llevar el emprendimiento a un feliz término. En general habilidades necesarias para ser innovador porque una buena idea no basta y llevar ese calificativo a cuestas – el de innovador– implica estar en la capacidad de hacer de la idea un proyecto viable