VIDA Y MUERTE DE UNA CIUDAD
La escritora norteamericana
Jane Jacobs publicó en 1961 el libro “Muerte y vida de las grandes ciudades americanas”, en el cual analizaba el efecto que las administraciones y sus políticas de planificación urbana tenían en el ocaso de las ciudades.
Una ciudad muere cuando sus autoridades no alcanzan a comprender el todo y buscan resolver los problemas en forma descoordinada y sin entender y atiende sus más elementales prioridades. Una ciudad muere cuando crece sin control a pesar de los límites que impone el suelo en el que se asienta.
Una ciudad muere cuando la incultura de los ciudadanos crece y no se respeta nada ni a nadie, haciendo de la violación de las normas y del ruido su azaroso aporte a la ciudad. Una ciudad muere cuando no se construyen andenes ni señalización en las vías para dar prioridad a los peatones –como en las nuevas vías para buses en las cuales no se tuvo ninguna consideración por ellos que deberían ser siempre los primeros– tal y como lo dispone el Plan de Ordenamiento Territorial y el entendimiento elemental de una ciudad.
Una ciudad muere cuando se permite la construcción de hoteles en barrios residenciales de calles estrechas o la construcción de supermercados y el funcionamiento de sitios de expendio de comidas al público, sin parqueaderos para sus clientes. Cuando se permite la construcción de edificios con menos parqueaderos que el número de apartamentos. Cuando hay fun- cionarios hostiles que en vez de dedicarse a pensar en la ciudad, hostigan a los ciudadanos, como ocurre con algunos funcionarios del Área Metropolitana.
Una ciudad muere cuando sus autoridades derrochan el dinero en obras costosas y las reciben a pesar de su baja calidad. Cuando las autoridades olvidan el mantenimiento de las obras existentes y se despreocupan de las situaciones que ponen en peligro a los ciudadanos.
Una ciudad muere cuan- do se dedican inmensos recursos a labores de innovación que buscan resolver problemas de otros y se dejan a un lado los problemas que agobian el día a día de los habitantes de la ciudad. Cuando se anteponen las prioridades de los visitantes a aquellas de sus habitantes.
Vive una ciudad cuando la ciudadanía entiende que sin su participación decidida no hay futuro. Vive una ciudad cuando las autoridades entienden que el todo se compone de partes simples que deben ser resueltas en ese orden, primero lo primero y ejercen su autoridad para controlar las violaciones de las normas ocasionadas por muchos que han convertido su vida en una continua agresión contra la ciudad y sus ciudadanos
Una ciudad muere cuando hay funcionarios que hostigan a la gente.