El Colombiano

SER NIÑO YA NO ES LO QUE ERA

- Por ANTONIO SAUGAR BENITO * redaccion@elcolombia­no.com.co

Los cambios que la sociedad ha experiment­ado en los últimos años también afectan a la infancia y, en ocasiones, ser niño ya no es lo que era. Muchos padres y madres actúan más como colegas que como progenitor­es. En aquella infancia que vivimos los de mi generación, los padres eran eso, padres. Enseñaban a los niños y niñas a ser personas, a tener lo que se llama urbanidad. En definitiva, maneras de comportars­e y ser respetuoso­s, cómo actuar en unas y otras ocasiones, qué hacer y no hacer en determinad­os escenarios.

Hoy, raro es el padre o la madre que corrige en público a su hijo cuando este no para de gritar o brincar entre las mesas de un restaurant­e; o juega con los cubiertos y los vasos que, seguro, acabarán en el suelo. Una sola mirada del adulto era suficiente, no hacía falta ni una palabra más alta que otra. Se han convertido en colegas de sus hijos, lo que puede suponer un gran error porque ese colegueo se amplía al colegio. En ocasiones, el papel del profesor no es valorado por la familia del alumno y le privan de toda autoridad. Dan la razón al niño casi sin escuchar a los demás. La familia llega con las dudas y la desconfian­za puestas en el profesorad­o.

Algunos niños prefieren el riesgo de mirar una pantalla, horas y horas, ensimismad­os con los videojuego­s. Dudo si los pequeños de ahora saben jugar a juegos que sirven para socializar, para contactar con otros niños y aprender a jugar y a vivir, a cumplir las reglas, a ser amigos y compañeros.

Pocos son los niños que se atreven a comer algún alimento recién recolectad­o, porque prefieren sacarlos de bandejas de plástico, y le hacen ascos a un racimo de uvas recién vendimiado o a un higo que se acaba de arrancar de la higuera. Y de beber agua en fuentes de campo y montaña, ni hablar. Antes era normal dar un paseo por el campo solo para beber agua de una fuente. Era una especie de ritual. Ahora, se sale al campo con agua embotellad­a.

Hay niños que solo han visto una vaca o una oveja en los libros, en documental­es de te- levisión o en algún juego educativo. Tienen una agenda repleta de actividade­s extraescol­ares. Es tal el número de cosas que tienen que hacer los niños tras salir de clase que, cuando llegan a casa, están como si hubieran corrido una maratón. Ahora, todo es un ir y venir de actividad en actividad.

Meterse con algún compañero no solía permanecer en el tiempo, ni tenía la violencia y cotidianid­ad que tiene en la actualidad el acoso escolar. Pero ahora, afecta a niños a partir de los siete años. Se acosa y se agrede de forma violenta y, por si no fuera suficiente, se publica en redes sociales. ¿Las familias no son consciente­s de lo que pueden hacer o sufrir sus hijos? Un informe de Save the Children señala que uno de cada diez alumnos afirma que lo ha sufrido, muchos que han recibido golpes y uno de cada tres admite haber agredido a otro estudiante. Qué sucede para que los niños y niñas no confíen en sus padres y en los profesores.

Al niño hay que escucharle, ayudarle en sus problemas, animarle en sus malos momentos, respetar que quiera o no realizar actividade­s fuera del horario escolar e incidir en el respeto hacia los demás. Los niños serán siempre niños, pero las cosas han cambiado. Unas para bien y, algunas, han empeorado. Sea como fuere, ser niño ya no es lo que era

*Centro de Colaboraci­ones Solidarias

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