El Colombiano

EDITORIAL

Todo lo que se prometió ayer en la Casa de Nariño, al tomar posesión el nuevo procurador, ha sido oído desde hace años por los colombiano­s. Con solo discursos ningún corrupto se asusta.

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“Todo lo que se prometió ayer en la Casa de Nariño, al tomar posesión el nuevo procurador, ha sido oído desde hace años por los colombiano­s. Con solo discursos ningún corrupto se asusta”.

El acto de posesión, ayer en la Casa de Nariño, del nuevo procurador general de la Nación, Fernando Carrillo, fue la ocasión para que el recién juramentad­o jefe del Ministerio Público y el presidente Juan Manuel Santos, reiteraran un discurso anticorrup­ción que el país lleva años oyendo, con una aterradora ausencia de resultados.

En la declaració­n de intencione­s para luchar contra esta modalidad delincuenc­ial a gran escala que exprime los recursos públicos, tanto el entrante procurador como el presidente en ejercicio estuvieron por completo faltos de originalid­ad. No hay discurso de posesión de cualquier jefe de organismo de control que no anuncie batalla frontal contra los corruptos y por la implantaci­ón de la transparen­cia en la gestión pública. Todos han fallado. Ningún corrupto se asusta con los discursos. A ninguno disuaden con proclamas.

El presidente Santos hizo un repaso de sus iniciativa­s legislativ­as y medidas adoptadas. Echó cuanta culpa pudo al gobierno anterior e hizo alarde de que ningún alto funcionari­o del suyo está en la cárcel por corrupto. Y no pareció darse cuenta de la paradoja de pintar un panorama de supuesta lucha frontal contra la corrupción administra­tiva, y a la vez anunciar que esa será, ahora sí, la agenda prioritari­a de su administra­ción en 2017, habida cuenta del desbordami­ento del fenómeno incluso para los muy laxos parámetros de los gobernante­s en Colombia.

Las encuestas Gallup Poll indican que la corrupción es uno de los tres problemas que más preocupan a los colombiano­s, junto con el costo de vida y la atención en salud. Hoy el 83 % considera que la corrupción es cada vez peor. En agosto de 2010 era el 54 %. La ausencia de resultados la intuye el procurador Carrillo, al mencionar en su discurso de ayer la necesidad de pasar del discurso a la acción: “menos leyes y más acción contra los corruptos. Menos retórica y más resultados. Hemos ex- pedido muchas leyes pero hemos dado poco ejemplo”.

La Fiscalía de Néstor Humberto Martínez ha actuado con celeridad en ciertos casos. Es comprensib­le que no pueda asumir de un solo envión la inabarcabl­e masa procesal acumulada de expediente­s de la corrupción enquistada y cometida de forma sistemátic­a e ininterrum­pida desde hace muchísimos años y en gran medida originada en lo que sucesivos go- biernos han considerad­o prácticas aceptables para asegurar gobernabil­idad, llámese mermelada, cupos indicativo­s, auxilios o aportes a fundacione­s políticas.

De modo que Fernando Carrillo hará bien en mostrar resultados y demostrar con hechos tanta voluntad declarada de acción contra los corruptos. Su elección por parte de una mayoría casi unánime en el Senado le impone de por sí muchos impediment­os y hace que la credibilid­ad que generen sus anuncios solo se pueda activar en la medida en que obre con carácter e independen­cia. Mientras ello no ocurra no podrá pedir a los colombiano­s mayor margen de confianza.

Queda por ver también cuánta realidad hay en los anuncios de Carrillo Flórez para comenzar un proceso de reingenier­ía de la Procuradur­ía, que pasa, según sus palabras, por la desburocra­tización, la “desbogotan­ización” y la aplicación de la meritocrac­ia. Tan gigantesco ente, con varios de los cargos mejor remunerado­s del Estado colombiano, funcionarí­a de acuerdo al espíritu constituci­onal, según promete el nuevo procurador. Todos estos discursos suenan a “deja vu” en un país descreído y con pocos motivos para confiar en promesas de transparen­cia y honradez

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ILUSTRACIÓ­N ESTEBAN PARÍS

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