GOLPE DE ESTADO
En el pésame que tanto Santos como su ministro de Defensa y el general Mejía, comandante del Ejército, dieron al país sobre la muerte del centenario militar Alberto Ruiz Novoa, destacaron esencialmente su protagonismo como héroe en la guerra de Corea, conflicto en el cual solo Colombia como país latinoamericano estuvo presente. Hay razones históricas y políticas en el gobierno de entonces para tratar de entender esa cooperación con los EE. UU. en tal confrontación.
Pero en nada se refirieron aquellos en sus condolencias acerca del controvertido papel de Ruiz como ministro de Guerra –hoy Defensa– en el gobierno de Guillermo León Valencia. O fueron olvidadizos o prefirieron callarlo, por respeto a su memoria, dada la forma abrupta como salió del gabinete valencista. Alguna vez nos contaba Die
go Calle –diálogo que en su momento publicamos en El Colombiano– que él, como ministro de Hacienda, fue el actor principal para frustar, en pleno consejo de ministros, el golpe de Estado que preparaba Ruiz Novoa.
“Supe”, nos decía Diego Calle mientras se apuraba un aguardiente del tamaño que solo él resistía sin inmutarse, “que el golpe estaba cocinado. Le dije al presidente que me dejara dinamitarlo con mis propios métodos. Valencia accedió. Y ahí comenzó el desmonte de lo que pudo haber sido el segundo golpe militar en el siglo XX”.
“Cuando el presidente hizo la introducción del temario de la reunión de ministros, le expresé a Ruiz que se le estaba haciendo tarde para dar la asonada. Él me miró con extrañeza. Luego, pasados algunos minutos, volví a requerir al general acerca de su movimiento sedicioso. Aguantó ese segundo chaparrón con cierto estoicismo y no disimulado nerviosismo. Lo cogí fuera de base. Al tercer emplazamiento que le hice, explotó. Pidió a Valencia que yo debía respetarlo. Que no soportaba más que le faltara al honor militar. Valencia se levantó del Consejo de Minis- tros. Lo invitó a pasar a un salón contiguo al que se realizaba la reunión ministerial. Y cuál no sería la sorpresa del general cuando vio allí, citados previamente por el presidente que ya tenía informaciones fidedignas sobre la aventura castrense, a toda la cúpula militar. Delante de estos le leyó el decreto en el cual lo retiraba del gabinete y se nombraba como su reemplazo al general
Rebeiz Pizarro. La ingrata sorpresa de Ruiz fue mayúscula”.
“Esa noche”, nos decía Calle Restrepo, “nos tomamos algunos aguardientes. Valencia pocos, y yo otros tantos. Había develado un golpe que comenzó a fraguarse aupado por algunos políticos ambiciosos que veían en el general la carta para hacer la transformación agraria de Colombia”.
Hay unos documentos/crónicas, con la firma de
Hernando Olano Cruz, aparecidas en la revista La Nueva Prensa, de Alberto Zalamea, tutor intelectual de Ruiz Novoa, en que se narran las conversaciones de este con el General y que serían de gran utilidad para hacer un juicio riguroso y justo sobre el desempeño de este militar en la historia de la política colombiana.
Con estos antecedentes queremos entender la parquedad de las declaraciones del alto gobierno sobre un general que fue ejemplo de valor, pero que luego, animado por políticos de mala leche, le enturbiaron lo que llevaba como brillante carrera militar
Historia de cómo se develó el golpe que intentó el general Ruiz Novoa, aupado por algunos políticos ambiciosos.