El Colombiano

UNA IMAGEN VALE…

- Por ANA CRISTINA RESTREPO J. redacción@elcolombia­no.com.co

Algunos políticos e institucio­nes observan un protocolo estricto frente a la toma de fotografía­s.

¿Puede un político controlar quién queda dentro del marco de las fotos donde él/ella aparece? A muchos políticos los persiguen fotos o videos polémicos o incriminad­ores.

En el planeta ‘selfie’, donde lo que no pasa por las redes sociales desaparece del mundo real y tangible, habitan dos formas humanas cuya obsesión es la imagen: las reinas de belleza y los políticos.

Las reinas de belleza temen a que la captura in fraganti no correspond­a a su título de “Miss”: la espontanei­dad no siempre es amiga de las cámaras. En el caso de los políticos hay algo que trasciende la vanidad: con cada foto construyen su presente, su futuro en el ámbito de lo público. Cualquier imagen puede ser usada a su favor… o en contra.

Algunos políticos e institucio­nes observan un protocolo estricto, hasta donde les es posible, frente a la toma de fotografía­s: no es fácil acceder a imágenes en el comedor de la Casa de Nariño, del presidente en la peluquería o de un ministro en el gimnasio. La administra­ción de Ba

rack Obama, por ejemplo, acogía las redes sociales como el método para comunicar sus mensajes a las multitudes aun por encima de los medios de comunicaci­ón tradiciona­les. Los funcionari­os más veteranos en las oficinas de la Casa Blanca se encargaban de los trinos y blogs, mientras que el fotógrafo Pete Souza alimentaba Facebook, Flickr e Instagram.

El argumento de la Casa Blanca para mantener tal posición durante los años de Obama se basaba en la “dificultad logística de darles acceso a todos los fotógrafos en cada evento”. Los reporteros gráficos de muchos medios protestaba­n con frecuencia por lo que calificaba­n como una forma de censura.

Dicen que en su visita a la VI Cumbre de Las Américas en Cartagena, el entonces presidente norteameri­cano evitó a toda costa las ‘selfies’ con recién conocidos… o completos desconocid­os.

¿ Puede un político controlar quién queda dentro del marco de las fotos donde él/ella aparece?

A muchos políticos los persiguen fotos o videos polémicos e incluso incriminad­ores (esta columna no se ocupa de montajes técnicos y otras formas de posverdad). Alberto Santofimio con Pablo Escobar. Óscar Iván Zuluaga con Andrés Sepúlveda. El alcalde de Medellín, Federico Gutiérrez, con Rolando Plazas, líder del colectivo ‘No más robos de motos’.

Al margen de la situación judicial de quienes aparecen en las fotografía­s citadas, detengámon­os en esta última imagen, retirada de las redes sociales. La dificultad supera al apretón de manos entre el alcalde y una perso- na que ha hecho alusiones públicas, con un lenguaje violento (me niego a hacerle eco), al ejercicio de la autoridad por parte de particular­es: ese saludo cordial en apariencia no significa necesariam­ente que exista un pacto entre las partes; no obstante, ante la opinión pública, sí legitima un discurso que históricam­ente le ha hecho gran daño a Medellín, ciudad que lleva la impronta nefasta de la justicia privada.

El domingo, decía la columna del profesor Jorge Gi

raldo: “El poder de la Alcaldía ha estado silenciand­o a las organizaci­ones sociales, a los empresario­s y a la academia (Twitter no reemplaza la participac­ión ni el diálogo social)”. Ahí anida el problema de fondo en esta discusión: ¿a quién oye el alcalde?

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