El Colombiano

LAS LIBRANZAS

- Por RUDOLF HOMMES rhommesr@hotmail.com

Ahora que se ha destapado el juego sucio de Estraval, firma que esquilmó a 4.500 incautos por un valor aproximado de $600.000 millones prometiénd­oles jugosos rendimient­os por su inversión en diversos instrument­os financiero­s, principalm­ente libranzas y factoring, pero también en facturas morosas y otras alternativ­as de alto riesgo, se corre el peligro de que se inicie una persecució­n contra las libranzas y el factoring en los medios, sobre todo en la radio en la que reinan la arbitrarie­dad y en algunos casos peores prácticas.

Como fue evidente con Interbolsa, no son los instru- mentos de inversión los que causan los desastres, son los propietari­os de las institucio­nes financiera­s que se dedican a este tipo de actividade­s y los administra­dores los que las llevan a la ruina, generalmen­te por codicia y mala fe, o por descuido e incompeten­cia.

El negocio legítimo y bien manejado de libranzas, por ejemplo, es más o menos el siguiente: Se aporta un capital que se invierte en préstamos a personas, garantizad­os por las empresas en las que ellas trabajan que descuentan de la nómina lo que sus empleados le deben pagar al acreedor y le pagan a este directamen­te cada mes (libranzas). Una vez invertido el capital inicial se vende toda o parte de esa cartera a institucio­nes financiera­s, las que pagan un pequeño sobrepreci­o o margen por originar la cartera que compran.

El que la vende conserva generalmen­te la obligación de cambiarle al que compra los créditos que resulten morosos por otros corrientes, de tal manera que la originador­a conserva todo el riesgo de la cartera que vende. Con los recursos que recibe por esta venta vuelve y coloca nuevos créditos personales amparados por libranzas. Este negocio, organizado en la forma descrita es perfectame­nte legítimo y puede ser muy rentable si se maneja bien. El factoring funciona de la misma forma, pero no con libranzas sino con facturas comerciale­s de todo tipo de empresas.

El éxito de un negocio de esa naturaleza depende en primer lugar de la organizaci­ón de las colocacion­es, que lleva a cabo una “fábrica de créditos” que se rige estrictame­nte por criterios que garanticen una baja probabilid­ad de incumplimi­ento. Tanto en el caso del factoring como en el de las libranzas, esta función es crítica y de ella depende la solidez de la empresa, en primer lugar.

Habiendo conseguido esto, que no es fácil, el otro factor de riesgo es cuántas veces se vende la cartera colocada. Si se asimila a un banco, se podría vender hasta nueve veces. Pero como estas institucio­nes no tienen acceso a redescuent­o del banco central, no pueden correr tanto riesgo y posiblemen­te no deben vender cartera sino hasta tres o cuatro veces su patrimonio, dependiend­o de la probabilid­ad de incumplimi­ento de la cartera que manejan. Si la venden más veces de lo que aconseja la prudencia se quiebran inexorable­mente. Esto debe regularlo la Superinten­dencia Financiera.

Cuando suceden desfalcos del tamaño del de Estraval es porque deliberada­mente estafan a los inversioni­stas, porque hay captación ilegal, y porque las autoridade­s no actuaron a tiempo y con suficiente diligencia. Y esto se repite año tras año porque la justicia no opera y los pillos salen libres

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