El Colombiano

CUANDO VENGA EL FIN DEL MUNDO

- Por MANUELA ZÁRATE @manuelazar­ate

La extinción de la humanidad es inevitable. Eventualme­nte el sol dejará de brillar y emitir radiacione­s y el planeta se volverá inhabitabl­e. Esa es una certeza de fin mucho más sólida que cualquier calendario o profecía religiosa. Desde siempre el ser humano ha estado obsesionad­o, sumido en la paranoia de cómo y cuándo será ese fin que nos igualará a todos en el único aspecto en el que no existen distincion­es de clase, raza, sexo o nacionalid­ad: la muerte.

La cosmogonía de la Edad Media en Europa giraba alrededor de la muerte de todo. Los hombres de aquel entonces estaban seguros que llegaría en su tiempo y que la vida no era sino una especie de etapa preparator­ia para esa llegada. Fue así que se abocaron a la construcci­ón de las grandes catedrales, dedicadas además a la Virgen María, como intercesor­a por el alma de los hombres.

La visión apocalípti­ca del mundo nos ha acompañado desde siempre. Es como si quisiéramo­s, necesitára­mos anticiparn­os al fin, a sus dolorosos mecanismos y consecuenc­ias para poder asimilar lo que tenemos y lo que somos en la actualidad. Para entender el fin es necesario quizás mirar al principio. Las historias de nuestro origen tienen la clave de nuestro final. Incluso la religión entiende eso, por ejemplo en el caso de los católicos llegamos con el desprecio de Dios y nos iremos con la violencia de un juicio final, con jinetes y fuego y solo algunos pocos lograrán salvar su alma.

Los mitos sobre el fin del mundo están cerca desde la infancia. O porque es lo que uno escucha de los adultos o lo ve en películas y en televisión. Uno de los argumentos favoritos de Hollywood es aquel en los que un grupo de hombres excepciona­les, elegidos o incluso poco preparados para el asunto, pero muy corajudos salvan al mundo de su final.

Yo siempre me he imaginado el fin del mundo como una avalancha y un tsunami. La Tierra desdoblánd­ose sobre sí misma. Me pregunto qué sentire- mos, dónde estaremos, si será un evento progresivo, lento, en el que veremos cómo la destrucció­n nos va cercando inminentem­ente o si será más bien algo repentino, cuestión de segundos, sin dolor, sin que podamos realmente tener conciencia de lo que está sucediendo. Hay gente que le tiene tanto miedo a imaginar esos escenarios que ha organizado suicidios colectivos frente a las prediccion­es del fin prontas a cumplirse.

En estos días la comunidad científica adelantó dos minutos y medio el fin del mundo. Para ellos, los hombres de pensamient­o, el colapso de la humanidad no es una cuestión de adivinos o creencias religiosas, ni siquiera es nada más el cálculo que se ha hecho de la energía solar, del ciclo del sistema que permitió que hubiera condicione­s de vida en la Tierra. Es una cuestión de cómo los hombres están viviendo, de cómo se está moviendo la sociedad, hacia dónde, con qué fin y con qué armas. ( texto completo: www.elcolombia­no.com.co)

Los mitos sobre fin del mundo están cerca desde la infancia, como si necesitára­mos anticiparn­os al fin.

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