DE SUPERMINISTRO A SUPERFISCAL
En los próximos dos años, el Fiscal nos mostrará el temple de su servicio al país.
Ser Fiscal General de la Nación es un cargo de grandes ligas que los ciudadanos de a pie tal vez no dimensionan. Quienes están en la política y los asuntos del Estado saben que es el segundo solio más importante del país, tras el del Presidente de la República. En ciertos contextos y coyunturas, ostenta un poder decisivo frente al curso de los procesos y los personajes de la realidad nacional. Qué corto es el tramo entre expedientes judiciales y hojas de vida manchadas.
En un país larvado por la corrupción, con tantos agujeros cruzados, que llevan a veces a las figuras y los organismos más impensados, el fiscal tiene en sus manos información privilegiada sobre los actores de más alto nivel en los conciertos públicos y privados para delinquir -a veces asociaciones público-privadas, pero para el crimen-. El fiscal Néstor Humberto
Martínez entró pisando duro. Él viene de ser Superministro de Juan Manuel Santos y conoce bien el “software” del computador de Palacio. También conoce al dedillo el ambiente de los litigios de alto turmequé del país: el poderoso bufete de abogados que maneja su hijo lleva pleitos de la crema de la dirigencia en todas sus esferas e intereses.
Es fácil comprender, entonces, el poder que concentra hoy el doctor Martínez. Además del que le transfiere su condición de servidor público y político de carrera, saltando entre los despachos públicos y privados los últimos 30 años.
Ahora se abre sobre su es- critorio el amplio portafolio de investigaciones y procesos judiciales del país. Los sumarios que a su reserva y discreción podrán prosperar, estancarse o precluir en los próximos dos años, decisivos en la batalla por la Presidencia de 2018. Él tiene en la cabeza buena parte de los personajes y las cifras que cruzan a estas alturas la historia de la corrupción, y otras lacras, de un país que busca reinventarse.
Y en ese escenario se perfila como personaje clave en la
profundidad o superficialidad, la severidad o complacencia, con que la Fiscalía afronte las investigaciones en los líos jurídicos que involucran y envuelven al país político dividido y polarizado que tenemos: entre uribistas y santistas, entre Centro Democrático y Unidad Nacional, entre defensores del proceso de paz con las Farc y opositores radicales. Néstor Humberto Martínez,
que ya está metiendo mano, va a mostrar de qué está compuesta la sustancia de su servicio público y qué tan templado está el meridiano de sus decisiones. Y dará la medida de si se debe aceptar más que a los candidatos a Fiscal los terne el Presidente o si, en definitiva, es mejor una reforma para que los ciudadanos elijamos fiscal por voto popular