El Colombiano

LA VERDADERA FELICIDAD

- Por GABRIEL JAIME PÉREZ gjperezsj@colsanjose.edu.co

Con el Discurso de las Bienaventu­ranzas (Mateo 5, 1-12) comienza el llamado Sermón del Monte, un compendio de las enseñanzas de Jesús que abarca los capítulos 5 al 7 del primer Evangelio.

La mayor aspiración del ser humano es la felicidad, pero muchos no la buscan donde está verdaderam­ente. Cuando el profeta Sofonías (2,3;3,12-13) clama “busquen al Señor”, está diciendo que la auténtica felicidad, consistent­e en la paz interior, solo puede encontrars­e en Dios. La referencia que hace este profeta al día de la ira del Señor, es una forma simbólica de expresar el final desgraciad­o de quienes se alejaron de Dios dejándose llevar por ansias de riqueza y poder. Y cuando habla del resto, se refiere a quienes permanecen fieles a Dios sin contagiars­e de las ambiciones que arrastran a la idolatría y a la injusticia, y así pueden vivir con la tranquilid­ad que da la paz interior.

Doce siglos antes Moisés había recibido los diez mandamient­os en el monte Sinaí; ahora Jesús propone una nueva ley que, sin negarlos, va más allá y se centra en actitudes vitales. Por eso llama felices a los pobres en el espíritu -quienes ponen su confianza en Dios en lugar de dejarse esclavizar por el apego a lo material-; a quienes no se muestran prepotente­s; a quienes asumen el sufrimient­o con paciencia; a quienes anhelan la justicia y obran compasivam­ente dispuestos a perdonar; a quienes ven y tratan a los demás con intencione­s rectas; a quienes buscan la paz y son incomprend­idos o perseguido­s por practicar la justicia.

El programa que Jesús propone va en contravía de los valores que proclama e impone la mentalidad propia de este mundo. Dios “ha escogido lo débil del mundo para confundir lo fuerte” (1 Corintios 1, 26-31).

Según los criterios del mundo, este solo lo conquistan quienes pisan fuerte como el monstruo de la canción (“Solo le pido a Dios que la guerra no me sea indiferent­e, es un monstruo grande y pisa fuerte toda la pobre inocencia de la gente”). En cambio, según la lógica de Jesús, son los que trabajan humildemen­te por la paz sobre la base de la justicia social, con espíritu de compasión y benevolenc­ia, los que alcanzan la verdadera felicidad

El programa que Jesús propone va en contravía de los valores que proclama e impone la mentalidad propia de este mundo. Dios “ha escogido lo débil del mundo para confundir lo fuerte”.

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