El Colombiano

EL DECIMERO DEL AJEDREZ

- Por ÓSCAR DOMÍNGUEZ oscardomin­guezg@outlook.com

Este jueves cumple 97 años mi rival de ajedrez más veterano. Felicitaci­ones. El matriarcad­o que le cuela el aire en su espléndido y lúcido ocaso le dará huevo entero y le repetirá la dosis personal del whisky que le gusta. A su edad, a don Efraín Co

rrea no le duele una muela. Lo acompaña una sordera benévola. Para lo que hay que oír con el silencio -y el parsimonio­so ajedrez- basta.

El más consentido del barrio Mesa, de Envigado, compartió conmigo su agenda de doble pensionado para despachar dos partidas.

Lo encontré llenando otro ajedrez: el crucigrama de Marco Peroni, de El Colombiano. A su lado, para desestabil­izarme anímicamen­te, tenía un libro sobre la mitología en el antiguo juego, y revistas sobre este deporte perfecto como una mujer 90-60-90.

Para contrarres­tar la guerra sicológica le llevé bizcochuel­os del Espíritu Santo preparados en el convento de clausura con wasap por sor Margarita y colegas concepcion­istas.

La figura de mi ilustre contradict­or parece demostrar que el ajedrez prolonga la vida y mantiene a raya al alemán. Su rival de siempre, Jaime Os

saba, de 85 años, practica ese ritual todos los días. Lo encuentran en El Selecto, donde se juega con la música de fondo que tocan las bolas de billar.

Este pasatiempo, porque también es eso, sirve hasta para remedio. Cura penas de amor y de las otras. Nadie es pobre jugándolo. Tampoco rico, pero practicarl­o provoca lo más parecido a la felicidad, que es a lo que vinimos.

A estas alturas, don Efraín no padece la vanidad de ganar. Disfruta por igual del triunfo que de la derrota.

Señora, señorita, ¿quiere enamorar algún vecino retrechero que no le da ni la hora? El poeta romano Ovidio (43 a. C.- 17 d. C), en “El arte de amar” le aconseja a la mujer que “sea hábil y prudente en el juego del ajedrez”. Y el macho alfa caerá rendido.

De regalo de cumpleaños no diré quién ganó la primera partida. Casi no le sacó tablas en la segunda. Se las ofrecí pero nuestro “poeta clandestin­o”, coleccioni­sta de máximas, proverbios y refranes, de- testa el facilismo de los empates. Jugamos hasta quedar con nuestros reyes pelados. Nos despedimos con la certeza interior de que en la jugada tal estábamos ganados. Un truco para no perder nunca.

No hablaré del algo que nos prepararon sus hijas porque lloverían los rivales.

Le doy mate a estas líneas dedicadas a un envigadeño ejemplar que está capando homenaje por su vida y obra personal y deportiva, reproducie­ndo una décima suya: “Cuando yo juego ajedrez/ me distraigo de este mundo. /Siento un descanso profundo/ y me alivio del estrés./ En mi mente hay lucidez, /y hallan mis penas consuelo./ No importa si me desvelo,/ y que a veces pierda el tino/ con este juego divino/ que fue inventado en el cielo”. (www.oscardomin­guezgirald­o.com)

Este pasatiempo sirve hasta para remedio. Cura penas de amor y de las otras. Nadie es pobre jugándolo.

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DESDE EL CUARTO

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