“El naciente plan para atentar contra la directora de Fiscalías de Medellín debe ser esclarecido hasta las últimas consecuencias. Los criminales no pueden retar a las instituciones, así no más”.
El naciente plan para atentar contra la directora de Fiscalías de Medellín debe ser esclarecido hasta las últimas consecuencias. Los criminales no pueden retar a las instituciones, así no más.
Los tiempos en que los carteles de las drogas y sus sicarios, además de sus socios en los circuitos del crimen, retaron a la institucionalidad, y en muchos casos asesinaron a algunos de los más preciados líderes de la sociedad colombiana, deben quedar en los libros de historia, esos en los que además Medellín escribió un extenso capítulo de terror y dolor.
La noticia de una supuesta colecta de dinero, por parte de bandas delincuenciales del área metropolitana, para atentar contra la vida de la directora de Fiscalías de Medellín, Claudia Carrasquilla Minami, debe quedar en la lista de tareas de reacción inmediata de las autoridades locales y nacionales.
Este plan criminal, denunciado el martes por el fiscal General, Néstor Humberto Martínez, tiene el perfil de aquellas conspiraciones que las mafias y otras estructuras criminales fraguaron en los ochenta y noventa y que golpearon con dureza la moral y la vida institucional y social.
Por eso en el título de este editorial recogemos las palabras de Martínez Neira con las que advirtió que no se permitirá que tales episodios se reediten: “¡Que ni se les ocurra!”. Así de directo, así de perentorio. A las bandas y combos les debe quedar claro que el Estado colombiano no dejará prosperar de nuevo estas amenazas, y que la violencia alentada por los ilegales no seguirá mutilando, como ayer, a miembros tan útiles y actuantes, a servidores capaces de cumplir su labor a cabalidad.
Carrasquilla Minami, la fiscal, a quien se le reconoce su experiencia y experticia contra el crimen organizado, llegó a reforzar la lucha decidida y persistente que inició la Alcaldía de Medellín para sacar a las bandas y combos de sus zonas de confort y para desmontar el control territorial que ostentaban algunos capos y sus pandillas en barrios y comunas populares y en áreas centrales estratégicas.
Se ha insistido en el mo- mento crucial, si se quiere histórico, que afronta Medellín para lograr la inflexión, el quiebre definitivo del control extendido, y de reciente bajo perfil, que han mantenido las estructuras criminales, en un círculo vicioso de reciclajes e hibridaciones de sus integrantes y modalidades delictivas. No más “pactos de fusil” entre ilegales, no más convivencia ciudadana cómplice con los criminales y la ilegalidad, por acción u omisión. No más la claudicación ante poderes de facto, paralelos y emergentes, que pervierten el Estado de Derecho y las leyes.
Igual que lo manifestaron la Alcaldía, la Policía y el Ejército, hay que rodear a los integrantes de la Fiscalía y de los demás organismos de seguridad que están cumpliendo su labor y que en el último semestre golpearon con eficacia y contundencia redes de autopartes, automotores y celulares robados. Los mismos que detuvieron a jefes criminales de alto nivel y que ocuparon espacios antes cogobernados por el hampa local.
Basta preguntarse, ¿si en Medellín y el área metropolitana no se reacciona a tiempo, qué puede venir en cuatro o cinco años con estructuras fortalecidas en el terreno financiero y militar? ¿Qué podría pasar con grupos que hacen “vacas, natilleras”, para pagar atentados contra funcionarios de ese rango?
No es tiempo de morigerar las reacciones ni de titubear ante semejantes planes. Los medellinenses quieren convivencia y seguridad. Entonces, a respaldar a quienes con su labor las procuran