El Colombiano

ANÁLISIS Maras y bandas, enemigos reales de las sociedades

- FERNANDO QUIJANO M. Director de Corpades

Las maras en El Salvador y las bandas en el Valle de Aburrá, subregión de Antioquia, Colombia, tienen muchas similitude­s por la forma de actuar en territorio­s urbanos donde cogobierna­n: ambas tienen control territoria­l en el que imponen sus normas y prohibe el acceso a personas ajenas a ese territorio, que de hacerlo, conllevarí­a a la muerte por cruzar fronteras invisibles; cobran “impuestos” -llamados “vacunas” en Medellín-, trafican droga, prestan servicios de seguridad y protección que terminan siendo útiles al modelo de seguridad urbano, y cuentan con nómina paralela en un sector de la institucio­nalidad que les da protección. El crimen urbano en San Salvador y el Valle de Aburrá se ha fortalecid­o por el respaldo del crimen transnacio­nal que las potencia permanente­mente, y los lazos que han construido con empresario­s y políticos, quienes se sirven de su poder armado y territoria­l para garantizar permanenci­a en zonas donde controlan, que es la mayor parte de territorio­s urbanos de ambas ciudades. Las maras se expanden y crecen después de la guerra civil en El Salvador. Allí no hubo posconflic­to, solo un posacuerdo que sirvió para insertar en la vida institucio­nal del país a la guerrilla, pero un nuevo enemigo emergió para desestabil­izar la sociedad y el Estado salvadoreñ­o, pareciera que igual futuro tendrá Colombia, llegará el posacuerdo pero no el posconflic­to. La paz será más rural que urbana, el crimen urbano será uno de los nuevos enemigos de la sociedad y el Estado colombiano. ¿Por qué no hubo posconflic­to? La respuesta es porque no hubo una reparación integral que llevara una verdadera solución a los problemas de la población: pobreza, acceso a educación, salud y a una mínima calidad de vida. El Salvador ha vivido una amarga experienci­a después de la firma de los acuerdos entre la insurgenci­a del Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) y el gobierno: la paz no fue completa. Colombia no ha querido aprender de esa experienci­a. ¿Será que vivirá una situación parecida a El Salvador? Pareciera que sí, porque en últimas maras y bandas terminan siendo lo mismo; grupos con poder militar, territoria­l y económico en lo urbano, amparadas por un sector del Estado que no le interesa perder ese poder criminal.

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