Siria retoma control de Palmira y salva patrimonio
La ciudad monumental de Palmira volvió a estar en manos del ejército sirio tras arrebatársela por segunda vez al grupo Estado Islámico (EI), con la ayuda de la aviación rusa, sin que la estructura del teatro y su ciudadela hayan resultado gravemente dañados.
El ejército calificó la expulsión de los yihadistas de las históricas ruinas, declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, como un “duro revés para la organización terrorista” EI, “que ha comenzado su retroceso”.
Por su parte, el director general de Antigüedades de Siria, Maamún Abdelkarim, aseguró que, de acuerdo con las imágenes a las que ha tenido acceso, los daños causados por los yihadistas al teatro romano y a la ciudadela medieval de Palmira “no han afectado a su estructura básica”.
“Según las fotos que he- mos podido ver, se puede decir que, en principio, tanto el teatro como la Ciudadela están en buen estado. Han sufrido daños, pero la estructura básica de ambos edificios está en buen estado”, dijo Abdelkarim en una conversación telefónica, en la que indicó que todavía están esperando a que los expertos comprueben la situación sobre el terreno.
El máximo responsable de las Antigüedades y de los Museos de Siria explicó que las fotos a las que han tenido acceso hasta el momento han sido difundidas a través de Internet y precisó que este viernes funcionarios de la ciudad siria de Homs, donde está Palmira, visitarán las ruinas.
Aunque el EI se retiró de Palmira, en su huida puso minas y bombas en numerosos puntos de la urbe, según informaciones del Observatorio Sirio de Derechos Humanos y de la agencia oficial, SANA.
El grupo terrorista con- quistó Palmira en mayo de 2015 y fue expulsado ocho meses después por los soldados sirios, pero volvió a recuperar el control en diciembre.
Durante su dominio, los yihadistas dinamitaron los templos de Bel y Bal Shamín, el frente escénico del teatro romano, el tetrapilón, el arco del triunfo y estatuas del museo de la ciudad, acciones que fueron consideradas como “crímenes de guerra” por la UNESCO