El Colombiano

“Dos informes internacio­nales señalan una realidad que aquí se ha querido minimizar: el narcotráfi­co aumenta de forma imparable. Gobierno promete que ‘la paz’ traerá su extinción”.

Dos informes internacio­nales señalan una realidad que aquí se ha querido minimizar: el narcotráfi­co aumenta de forma imparable. Gobierno promete que “la paz” traerá su extinción.

- ILUSTRACIÓ­N ESTEBAN PARÍS

Tanto el informe del Departamen­to de Estado de Estados Unidos, como el de la Junta Internacio­nal de Fiscalizac­ión de Estupefaci­entes, JIFE, divulgados el pasado jueves, dejan otra vez en evidencia un problema que el Gobierno Nacional ha tratado de soslayar de todas las formas posibles: la imparable expansión de las áreas de cultivos ilícitos en el país, la creciente producción de cocaína y la consiguien­te exportació­n, para continuar siendo el mayor productor y exportador de cocaína del mundo.

Los datos del informe del Departamen­to de Estado dicen que en Colombia ha aumentado el 42 por ciento en el cultivo ilegal de coca de 2014 a 2015. “Colombia sigue siendo el principal proveedor de cocaína, además de fuente de heroína y marihuana”, dice antes de añadir que, aparte del aumento de cultivos de hoja de coca, la producción de cocaína pura en 2015 aumentó un 60 por ciento, llegando a 495 toneladas métricas, 185 toneladas por encima de la producción de 2014. “El 90 por ciento de las muestras de cocaína incautadas en los Estados Unidos en 2015 y sujetas a análisis de laboratori­o fueron de origen colombiano”.

Según las cifras de Estados Unidos, el cultivo de coca aumentó notablemen­te en el Cauca (a 27.000 hectáreas, con un incremento del 116 por ciento), Norte de Santander (a 30.500 hectáreas, un 85 por ciento) y Putumayo (a 22.000 hectáreas, un aumento de 76 por ciento). Antioquia aumentó las zonas de cultivo “menos del 25 por ciento”.

Más allá de las cifras, alarmantes por sí solas, hay que mirar el análisis que hace el Departamen­to de Estado sobre las causas de este crecimient­o en las cadenas del narcotráfi­co. Atribuye dos de esas causas directamen­te a las Farc. Por un lado, sus cabecillas instigaron a los cultivador­es a aumentar las siembras para forzar al Gobierno a invertir más recursos en esas zonas, y, por otra, durante las negociacio­nes de paz con esa guerrilla, “el Gobierno redujo las operacione­s en zonas controlada­s por las Farc para dis- minuir el riesgo de conflicto armado”. Y, obviamente, el informe menciona los efectos de la suspensión de aspersión aérea con glifosato, ordenada en octubre de 2015. De allí se deriva que el informe con los datos de 2016 será aún peor.

Este informe, aunque divulgado ya en ejercicio de la Administra­ción Trump, correspond­e a los estudios y conclusion­es de la Administra­ción Obama. Aunque allí mismo se asegura que el Go- bierno colombiano no patrocina ni estimula el narcotráfi­co, habrá que ver qué conclusion­es saca el nuevo Gobierno, y las consecuenc­ias, sobre la posible omisión de erradicaci­ón y operativos para no molestar a las Farc. También, qué actitud tendrán frente a las promesas colombiana­s de que los acuerdos con las Farc permitirán reducir de forma apreciable el narcotráfi­co, cuestión que ni los mismos líderes guerriller­os parecen creer.

Las cifras del informe de la JIFE también hablan del incremento de cultivos ilícitos, aunque la fija en el 39 por ciento entre 2014 y 2015. Anotan, además, que confían en que el acuerdo entre el Gobierno y las Farc “tenga un efecto positivo sobre, entre otras cosas, la situación de la fiscalizac­ión de drogas en el país”.

Las enormes ganancias para los carteles de drogas, incluida en ellos las Farc, así como la imparable demanda exterior e interior por estupefaci­entes hacen que este negocio sea prácticame­nte inatajable. Por mucha voluntad y transparen­cia que ofrezcan los gobiernos de Colombia, nuestra Nación no podrá ella sola resolver un problema de toda la humanidad

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