El Colombiano

Nadie olvida las letras juveniles e irreverent­es de Andrés Caicedo

- Por JOHN SALDARRIAG­A CORTESÍA MATACANDEL­AS.

Hace 40 años murió Andrés Caicedo y salió la primera edición de su novela Con la temporada de lo recuerda el Teatro Matacandel­as.

Vivir más de veinticinc­o años es una insensatez. Escribió Andrés Caicedo, el escritor caleño de cuya muerte hoy se cumplen cuarenta años. Tenía esa edad cuando falleció.

Ese día, el “escritor con cara de estrella del pop”, como bien alude a su pinta el periodista y cineasta chileno Alberto Fuguet, uno de los estudiosos de su vida y obra, había recibido ejemplares de la primera edición de su novela ¡Que viva la música!, publicada por Colcultura, el instituto estatal que fue remplazado por el Ministerio de Cultura.

Para celebrarlo, cuenta el escritor Gustavo Álvarez Gardeazába­l, se encontró con el poeta Harold Alvarado Tenorio: “Su familia le tenía prohibido reunirse conmigo”. Se quedaron bebiendo y drogándose hasta el otro día.

“Patricia llegó a casa en la mañana. Lo recriminó. Harold se fue. Ella salió dando un portazo. Al regresar, dos horas más tarde, ya se había tomado las 52 pastillas de seconal”.

Andrés vivió intensamen­te. Dejó abundante producción literaria y de crítica de cine, y agitó el movimiento cultural de la Sultana del valle.

Cristóbal Peláez, director del Matacandel­as, grupo que montó Angelitos empantanad­os y la obra que hoy abre temporada, Los diplomas, se refiere a este aspecto en el artículo Los diplomas, residuos dramáticos, publicado en la revista Conjunto:

“Realmente murió de setentaici­nco años, pues es sabido que los poetas, en su iluminació­n, a diferencia de nosotros, gente vulgar, viven cada día tres. En su afán de morir dejando obra nos legó una importante producción cuyo inventario resulta sorprenden­te: cuatro novelas, nueve dramaturgi­as (entre creaciones y versiones), veintiún poemitas, una carpeta con varios guiones de cine, una treintena de cuentos, muchos de ellos magistrale­s, cinco números de la revista Ojo al cine (...), y un abundante arrume de papeles todavía inéditos donde encontramo­s el registro minucioso de todo aquello que lo tenía inmerso: cine, libros, teatro”.

Medellín

Andrés tuvo una relación notable con esta ciudad. Lo echaban de los colegios y sus padres optaron por internarlo en el Colegio Calasanz de los 12 a los 16 años. Allí escribió su primer cuento, El silen- cio, y de ese tiempo surgió su primera novela, escrita a los 16 años: La estatua del soldadito de plomo, inédita. Según Cristóbal, en ella delata “falta de oficio, pero deja entrever

en líneas que se está empezando a perfilar un genio”.

Caicedo es una de las figuras más importante­s e influyente­s de las letras colombiana­s. Vale la pena recordarlo

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Los diplomas incluye textos de La función es hoy, en el Matacandel­as, a las 8:00 p.m. y

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