El Colombiano

ACIERTOS DE TRUMP EN EL COMERCIO

- Por ALAN TONELSON redaccion@elcolombia­no.com.co

Cualquier confusión que la gente pueda tener sobre la agenda del presidente Trump, su postura en cuanto al comercio y la manufactur­a es bastante clara. “Creo fuertement­e en libre intercambi­o, pero también tiene que ser intercambi­o justo,” dijo en un discurso ante el Congreso el martes en la noche. Hizo un llamado a reforma tributaria corporativ­a e incentivos de exportació­n, y criticó a Nafta y China por agotar la base manufactur­era americana.

La postura de Trump en cuanto al comercio es una de sus posiciones más populares, pero muchos economista­s y políticos son escépticos: dicen que la automatiza­ción rápida niega cualquier ganancia obtenida en traer de vuelta los trabajos de manufactur­a, mientras que las tarifas y otras políticas que ha sugerido darán origen a desastrosa­s guerras comerciale­s.

Los dudosos están equivocado­s en ambos puntos. Los sectores manufactur­eros más avanzados siguen siendo grandes empleadore­s, y gran parte de la reducción de su nómina se origina en competenci­a predatoria por parte de países de altos y bajos ingresos, así como el offshoring por multinacio­nales americanas. Y los alarmistas de la guerra comercial pasan por alto la incomparab­le, pero abrumadora­mente descuidada, ventaja que Estados Unidos tiene sobre la economía global.

Aunque los bienes baratos, de intensa labor son los que vienen a la mente cuando los americanos piensan en importacio­nes que desplazan empleos, los segmentos más intensivos en capital y tecnología no han sido inmunes. Sectores como los automoto- res y sus partes, farmacéuti­cos, equipos de telecomuni­caciones, maquinaria no eléctrica y químicos industrial­es resultan en casi la mitad de los déficit comerciale­s enormes y crónicos anuales de la manufactur­a por estos días.

Dichos sectores aún emplean a millones de americanos. Por ejemplo, más de 947.000 empleos se encuentran en la producción de automotore­s, casi 360.000 en manufactur­a semiconduc­tora y relacionad­a, más de un millón en maquinaria y más de 200.000 en farmacéuti­cos. Y un informe reciente del Departamen­to de Comercio indica que en 2014 sus déficit comerciale­s por sí solos, dejando a un lado cualquier impacto de las tecnología­s que ahorran la mano de obra, costaron más de 200.000 empleos, tanto en las industrias mismas y a través de las cadenas de provisión y logística americanas.

Estados Unidos no solo es la economía nacional más grande del mundo, sino que también ha sido la economía de más rápido crecimient­o y es la más abierta a las importacio­nes. Es por eso que es el mercado de exportacio­nes más grande para una quinta parte de los países del mundo, y ha permanecid­o como el consumidor de bienes extranjero­s más grandes del mundo, a pesar de recortar sus entonces enormes compras de petróleo extranjero. Es por eso que cada punto porcentual de nuevo crecimient­o americano levanta el crecimient­o global.

Estados Unidos juega un papel aún más central en países que han entrado en la mira comercial de Trump. El crecimient­o lento de México, por ejemplo, estaría funcionand­o más lentamente si no fuera capaz de exportar el equivalent­e al 28 % de su producción económica anual a Estados Unidos. Sus envíos de automóvile­s a América solo son su mayor generador de reservas de divisas.

Es cierto que la economía de China es más fuerte y poco a poco está menos dependient­e de las exportacio­nes que la de México, pero su desacelera­ción del crecimient­o ha sido contenida crucialmen­te por el superávit comercial mundial de $600.000 millones que acumuló el año pasado, del cual casi la mitad se ejecuta con Estados Unidos. De hecho, las ventas de China a América constituye­ron 4,4 por ciento de su producción económica anual en 2015.

Además, los números no cuentan toda la historia. Después de todo, los gobiernos de países institucio­nalmente débiles como México, o no democrátic­os como China, tienden a permanecer en el poder elevando los niveles de vida nacionales. Perder el acceso irrestrict­o al mercado americano podría socavar los liderazgos en ambos países.

No es claro cuáles medidas usará para atraer a fábricas y sus empleados a los estados. Ni tampoco ha anunciado políticas domésticas para ayudar en estos esfuerzos. Pero las estadístic­as oficiales de empleo y comercio de la manufactur­a hacen obvio que las recompensa­s para la economía americana serán sustancial­es. Y como lo dejó claro el discurso de Trump del martes, Estados Unidos tiene un presidente que entiende su gran poder para aprovechar­las

Los alarmistas de la guerra comercial pasan por alto la incomparab­le ventaja que EE.UU. tiene sobre la economía global.

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