ACIERTOS DE TRUMP EN EL COMERCIO
Cualquier confusión que la gente pueda tener sobre la agenda del presidente Trump, su postura en cuanto al comercio y la manufactura es bastante clara. “Creo fuertemente en libre intercambio, pero también tiene que ser intercambio justo,” dijo en un discurso ante el Congreso el martes en la noche. Hizo un llamado a reforma tributaria corporativa e incentivos de exportación, y criticó a Nafta y China por agotar la base manufacturera americana.
La postura de Trump en cuanto al comercio es una de sus posiciones más populares, pero muchos economistas y políticos son escépticos: dicen que la automatización rápida niega cualquier ganancia obtenida en traer de vuelta los trabajos de manufactura, mientras que las tarifas y otras políticas que ha sugerido darán origen a desastrosas guerras comerciales.
Los dudosos están equivocados en ambos puntos. Los sectores manufactureros más avanzados siguen siendo grandes empleadores, y gran parte de la reducción de su nómina se origina en competencia predatoria por parte de países de altos y bajos ingresos, así como el offshoring por multinacionales americanas. Y los alarmistas de la guerra comercial pasan por alto la incomparable, pero abrumadoramente descuidada, ventaja que Estados Unidos tiene sobre la economía global.
Aunque los bienes baratos, de intensa labor son los que vienen a la mente cuando los americanos piensan en importaciones que desplazan empleos, los segmentos más intensivos en capital y tecnología no han sido inmunes. Sectores como los automoto- res y sus partes, farmacéuticos, equipos de telecomunicaciones, maquinaria no eléctrica y químicos industriales resultan en casi la mitad de los déficit comerciales enormes y crónicos anuales de la manufactura por estos días.
Dichos sectores aún emplean a millones de americanos. Por ejemplo, más de 947.000 empleos se encuentran en la producción de automotores, casi 360.000 en manufactura semiconductora y relacionada, más de un millón en maquinaria y más de 200.000 en farmacéuticos. Y un informe reciente del Departamento de Comercio indica que en 2014 sus déficit comerciales por sí solos, dejando a un lado cualquier impacto de las tecnologías que ahorran la mano de obra, costaron más de 200.000 empleos, tanto en las industrias mismas y a través de las cadenas de provisión y logística americanas.
Estados Unidos no solo es la economía nacional más grande del mundo, sino que también ha sido la economía de más rápido crecimiento y es la más abierta a las importaciones. Es por eso que es el mercado de exportaciones más grande para una quinta parte de los países del mundo, y ha permanecido como el consumidor de bienes extranjeros más grandes del mundo, a pesar de recortar sus entonces enormes compras de petróleo extranjero. Es por eso que cada punto porcentual de nuevo crecimiento americano levanta el crecimiento global.
Estados Unidos juega un papel aún más central en países que han entrado en la mira comercial de Trump. El crecimiento lento de México, por ejemplo, estaría funcionando más lentamente si no fuera capaz de exportar el equivalente al 28 % de su producción económica anual a Estados Unidos. Sus envíos de automóviles a América solo son su mayor generador de reservas de divisas.
Es cierto que la economía de China es más fuerte y poco a poco está menos dependiente de las exportaciones que la de México, pero su desaceleración del crecimiento ha sido contenida crucialmente por el superávit comercial mundial de $600.000 millones que acumuló el año pasado, del cual casi la mitad se ejecuta con Estados Unidos. De hecho, las ventas de China a América constituyeron 4,4 por ciento de su producción económica anual en 2015.
Además, los números no cuentan toda la historia. Después de todo, los gobiernos de países institucionalmente débiles como México, o no democráticos como China, tienden a permanecer en el poder elevando los niveles de vida nacionales. Perder el acceso irrestricto al mercado americano podría socavar los liderazgos en ambos países.
No es claro cuáles medidas usará para atraer a fábricas y sus empleados a los estados. Ni tampoco ha anunciado políticas domésticas para ayudar en estos esfuerzos. Pero las estadísticas oficiales de empleo y comercio de la manufactura hacen obvio que las recompensas para la economía americana serán sustanciales. Y como lo dejó claro el discurso de Trump del martes, Estados Unidos tiene un presidente que entiende su gran poder para aprovecharlas
Los alarmistas de la guerra comercial pasan por alto la incomparable ventaja que EE.UU. tiene sobre la economía global.