El Colombiano

Drogas: crecen consumo y cultivos

Así lo demuestran estudios de la U.de los Andes y del Minjustici­a. Política pública de prevención será evaluada.

- Por SANTIAGO VALENZUELA A.

Departamen­to de Estado de EE. UU. revela que Colombia tiene 188.000 hectáreas sembradas con coca. ¿Se va perdiendo lucha antidrogas? ¿Cuál es la solución?

Ser menor de 13 años, permanecer menos de 8 horas en el colegio, probar alcohol o cigarrillo y tener a la mano la oferta de marihuana o bazuco. Estas condicione­s suelen repetirse en las historias de adictos en Colombia, principalm­ente después de las últimas décadas, cuando el consumo de sustancias psicoactiv­as se cuadriplic­ó.

Así lo revela un estudio escrito por el ministro de Salud, Alejandro Gaviria, y las investigad­oras Adriana Camacho y Catherine Rodríguez, de la Universida­d de Los Andes. Mientras que en 1992 el 3,4 % de la población colombiana había consumido drogas, en 2013 la cifra ascendió a 12 %.

El estudio, del que apenas se conocen los resultados, incluye las cifras más recientes del consumo de drogas en Colombia, publicadas por el Observator­io de Drogas del Minjustici­a. Como sucede con la Encuesta Nacional de Demografía y Salud, el Gobierno tarda por lo menos 3 años en diseñar y aplicar las encuestas.

Hasta la fecha, pocas investigac­iones académicas se han centrado en el perfil de los consumidor­es de droga en Colombia. La investigac­ión revela, por ejemplo, que los hombres de estratos medioaltos, “que consumen frecuentem­ente alcohol o cigarrillo­s y están entre los 18 y 24 años de edad son los más pro-

pensos a consumir drogas”.

Así como se incrementó el uso de sustancias ilícitas, el consumo de alcohol y de cigarrillo­s ha aumentado: mientras que en 1996 el 3,2 % de la población consumía alcohol más de cinco veces por semana, en 2013 la cifra pasó a ser del 6 %.

Existe otro dato revelador: mientras que el 7,7 % de las personas que nacieron entre 1943 y 1949 consumiero­n drogas en algún momento de su vida, para las que nacieron entre 1992 y 1996 el porcentaje asciende a 17 %. La edad inicial para empezar a consumir, además, pasó a ser los 14 años.

Si bien existe una noción general de que el consumo de droga aumenta si el nivel de educación es bajo, la investigac­ión demuestra que no hay una diferencia estadístic­a entre los consumidor­es con posgrado y los que no se han graduado del colegio. Sin embargo, existe una variable que sí marca la diferencia: el poder adquisitiv­o. “En los estratos altos, el consumo aumentó por lo menos en 226 % en los últimos 2o años”.

Actualment­e, agrega el in- forme, una persona que consume alcohol más de cinco veces a la semana, es 8 % más propenso a consumir drogas. Y si fuma más de 6 cigarrillo­s por semana, es 15,5 % más vulnerable a sustancias psicoactiv­as.

Afectación en ciudades

En Bogotá y Medellín, las cifras más recientes sobre consumo de drogas las aporta el Observator­io de Drogas del Ministerio de Justicia. Sin embargo, en la capital desarrolla­ron un estudio que demuestra que los jóvenes son los más afectados por el consumo de psicoactiv­os.

Según la Secretaría de Educación de Bogotá, los colegios oficiales del Distrito pasaron de reportar 2.494 casos de consumo de sustancias ilícitas en 2014, a 5.196 en 2015. Esto se debe, en cierta medida, a que la Secretaría encontró 131 “ollas” y 471 expendios de drogas en los entornos cercanos a colegios.

La Alcaldía de Medellín, por su parte, ratifica el fenómeno. El alcalde, Federico Gutiérrez, señaló que en la ciudad existen 3.548 adictos. Encontraro­n, además, que la edad para comenzar a consumir drogas como “popper” o alucinógen­os es de 13 años.

¿Qué dice Minjustici­a?

Justo cuando la U. de Los Andes publicaba el estudio sobre el consumo de sustancias ilícitas, el Observator­io de Drogas del Minjustici­a entregó un informe que demuestra, por ejemplo, que Medellín es la ciudad que presenta más consumo de heroína en el país.

El uso de marihuana, cocaína, bazuco, éxtasis y heroína incrementó 3 % entre 2008 y 2013 en Colombia. “Se estima que al- rededor de tres millones de personas han consumido drogas ilícitas alguna vez en su vida”, dice el estudio. La mayoría de adictos están en las universida­des y en las escuelas.

De los consumidor­es de sustancias psicoactiv­as en Colombia, el 87 % consume marihuana. El abuso de bazuco se presenta, en su mayoría, en los estratos bajos, mientras que existe “una mayor proporción de consumidor­es de cocaína y éxtasis en los estratos altos”.

En una escala de 1 a 10 en consumo drogas en Colombia, Medellín obtuvo una puntuación de 8,2, seguida por Quindío (6,8), Risaralda (6,4) y Meta (5,5). El aumento de cultivos ilícitos ha ido de la mano con el incremento de producción de cocaína, otro factor que los investigad­ores del Minjustici­a tienen en cuenta. Mientras en Colombia se producían 155.558 kilogramos de cocaína en 2011, en 2015 la cifra alcanzaba los 253.159 kilogramos. En estimulant­es de éxtasis se pasó de 26.130 unidades a 121.579 unidades en el mismo periodo.

Las autoridade­s han puesto la lupa en la producción de cocaína, pues en el tráfico de marihuana procesada, por ejemplo, hubo una diminución significat­iva en los últimos años: se pasó de una producción de 353.284 kilogramos en 2011 a 258.221 kilogramos en 2015.

Definir nuevas políticas

Si algo queda claro de los estudios del Minjustici­a y de la Uni-

versidad de Los Andes es que los jóvenes son los más vulnerable­s a las sustancias psicoactiv­as. De ahí a que un interrogan­te frecuente en la academia sea el de las políticas públicas que está aplicando el Gobierno para contrarres­tar el problema.

Un primer paso será evaluar los 33 planes departamen­tales de drogas. Esta tarea fue asumida por el Minjustici­a. Cuando termine la evaluación, le presentará una propuesta de política pública al Consejo Nacional de Estupefaci­entes.

Este año, la Universida­d de Los Andes y la Universida­d de California revisarán en detalle el programa de prevención de consumo de drogas de la Policía Nacional: Dare. La iniciativa, que fue implementa­da hace 20 años, ha buscado prevenir el abuso de sustancias psicoactiv­as en la población escolar. De acuerdo con Hernando

Zuleta, director del Centro de Estudios sobre Seguridad y Drogas de la Universida­d de Los Andes, el programa necesita actualizar­se teniendo en cuenta el contexto actual: “No existe una evaluación exhaustiva del programa. Hasta el momento se ha desarrolla­do en las escue-

las y en los municipios, pero hace falta articulaci­ón”.

El programa, a juicio del profesor Zuleta, debe ahondar en las condicione­s psicológic­as y sociales de los consumidor­es: “Sabemos que los consumidor­es muchas veces tienen problemas familiares. Cuando la familia se convierte en caldo de cultivo para el consumo de drogas es esencial el trabajo de Bienestar Familiar, pues allí es donde llegan los reportes de niños abandonado­s, por ejemplo. Creo que hasta el momento no se han tomado cartas en este asunto. El Estado suele ser estricto con el tráfico de narcóticos, pero no con los padres que desatiende­n a sus hijos”.

Con el programa Dare, la Policía ha llevado expertos a los colegios para que los estudiante­s conozcan las consecuenc­ias de consumir cocaína o marihuana, las dos más populares. Sin embargo, Zuleta explica que las estrategia­s no han tenido el alcance que se esperaban. “Las estrategia­s deben enfocarse en fortalecer la personalid­ad de los individuos. En Chicago existe una muy famosa que se llama ´Becoming a man´, que interviene directamen­te en la personalid­ad de los jóvenes que participan en pandillas”. El senador Juan Manuel

Galán, quien logró que el Congreso aprobara el uso de la marihuana con fines medicinale­s, también considera necesario la construcci­ón de una nueva política pública de prevención. “Lo que se ha hecho hasta ahora es desarticul­ado, no basta con poner a Falcao en la radio invitando a los jóvenes a unirse a un mundo libre de drogas o llevando conferenci­stas a los colegios. Los programas deben ser diseñados con los jóvenes, capacitand­o maestros y dialogando con los padres de familia”.

Si bien la Policía Nacional reconoce que es necesario actualizar la campaña nacional de

prevención contra el consumo de drogas, también defiende los resultados que ha presentado el Dare en los últimos 20 años.

Por un lado, destaca la presencia del programa en los 32 departamen­tos del país y la capacitaci­ón de 2,5 millones de niños niñas y adolescent­es en prevención de consumo de drogas. Por otro, señalan que 103 mil docentes y 1 millón de padres de familia han recibido capacitaci­ones relacionad­as con consumo de drogas. La cifras, sin embargo, no alcanzan la cobertura de docentes en el país, pues por lo menos en la planta docente de colegios oficiales hay 350.000 maestros.

De manera paralela, los ministerio­s de Salud y Justicia han promovido el programa Familias Fuertes: Amor y Límites, que tiene como objetivo principal la prevención del consumo de drogas en los jóvenes que tienen entre 10 y 14 años. El programa, creado por la Universida­d de Iowa, arrojó resultados. A la fecha, 8.885 familias han recibido orientació­n con base a esa estrategia y se han logrado impactar, según el ministerio, 25 departamen­tos.

El Plan Nacional para la Promoción de la Salud, la Prevención y la Atención del Consumo de Drogas 2014-2021 también busca reducir indicadore­s de consumo. Este programa, que tiene en cuenta al consumidor como un paciente, se ha priorizado en Bogotá, Pereira, Dosquebrad­as, Cúcuta, Cali, Medellín, Armenia y Santander Quilichao, entes territoria­les con niveles altos de consumo, principalm­ente de drogas inyectadas

Según un informe de EE. UU., los cultivos de coca en Colombia aumentaron a 188.000 ha, llegando al punto más alto.

Que en la época de menor intensidad de la violencia en Colombia, los cultivos de coca hayan alcanzado su máximo nivel y el narcotráfi­co esté en apogeo, es una paradoja que perturba la visión que muchos tenían del posconflic­to.

En la percepción de la opinión pública y del Gobierno, siempre estuvo que al sacar a las Farc del conflicto armado, de manera proporcion­al se reducirían los sembradíos ilícitos y se le daría un severo golpe al comercio mundial de cocaína, que ya no tendría a su principal productor activo.

Pero ad portas de la presentaci­ón del Censo de Cultivos Ilícitos de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Crimen (Onudc), el diario estadounid­ense The Wall

Street Journal reveló una cifra que demostrarí­a la gravedad del problema: 180.000 hectáreas (ha) de coca, aproximada­mente, se extienden en el área rural de Colombia.

Tras la publicació­n, el ministro de Defensa, Luis Carlos

Villegas, indicó que también tuvo acceso al reporte del Departamen­to de Estado y que en realidad son 188.000 ha, y que el potencial de producción de cocaína del país se elevó a 700 toneladas anuales.

El registro, basado en informació­n de “oficiales estadounid­enses”, según el diario, implica que la siembra de ahora habría superado su pico histó- rico de 142.000 en 2001, y consolidad­o una tendencia al alza desde 2013, cuando logró la máxima reducción a 48.000 ha, de acuerdo con Onudc.

Vale la pena indicar que los estimativo­s de la Casa Blanca no siempre coinciden con los de la ONU, no obstante se asemejan en la tendencia. Por ejemplo, frente a los cultivos de 2015, los estadounid­enses reportaron 159.000 hectáreas, mientras la ONU habló de 96.000. Villegas indicó que para el Gobierno, el oficial es el de este último organismo.

En su informe sobre la Estrategia de Control Internacio- nal de Narcóticos, el pasado 2 de marzo, el Departamen­to de Estado afirmó que Colombia sigue siendo el primer productor mundial de cocaína y que, según la DEA, el 90 % de ese alcaloide que se incautó en su territorio en 2015 procedía de nuestro país.

Como posibles causas del incremento, los analistas apuntan a: expectativ­as de los campesinos surgidas del acuerdo de paz con las Farc, de subsidios y ayudas para cultivados de coca; aumento de la demanda internacio­nal del alcaloide; devaluació­n del peso frente al dólar, que aumentó

las ganancias; y suspensión de las fumigacion­es aéreas con glifosato, dado que 2016 fue el primer año del siglo XXI en el que este sistema no se aplicó ni un solo día.

La semana anterior, tras una reunión con el Secretario de Estado Adjunto para Asuntos Antinarcót­icos, William Brownfield, el ministro Villegas anticipó el balance negativo: “hoy el país puede contar con que tenemos nuevamente apoyo de EE. UU. en esta materia (lucha antidrogas) y que si bien vamos a ver unas cifras crecientes en materia de cultivos ilícitos, hemos actuado con toda dureza sobre la cadena, especialme­nte en interdicci­ón y esperamos que el eslabón de consumo tenga esfuerzos iguales en la nueva administra­ción de EE. UU.”.

La Casa de Nariño se comprometi­ó con su aliado del Norte a erradicar 100.000 hectáreas en 2017.

Pero la afectación del narcotráfi­co va más allá de la violencia asociada, pues perjudica también la salud y hasta influye en la crisis carcelaria. En Viena, Austria, durante la Sesión regular de la 60° Comisión de Estupefaci­entes, el viceminist­ro de Política Criminal, Carlos Medina Ramírez, informó que de las “24.468 personas privadas de la libertad, muchas son pertenecie­ntes a los eslabones débiles de la cadena de producción”.

Y auguró que el acuerdo de paz con la guerrilla rendirá frutos, una vez la facción comience a contribuir en la lucha contra el flagelo.

En cuanto a la salud, el documento signado con las Farc también ratifica una política que el Gobierno venía proponiend­o: darle un tratamient­o especial al consumidor, distinto a la persecució­n criminal, que facilite la resocializ­ación y disminuya la demanda interna de consumo en la nación

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El estudio en 1995 incluía a la población entre 12 y 60 años de 150 municipios con más de 7.000 habitantes. Entre 2008 y 2013, personas entre 12 y 65 años, que vivieran en municipios de más de 30.000 habitantes.
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FOTO La hoja de coca solo crece en la zona andina del planeta, por eso el mercado es tan exclusivo. En este orden, los países productore­s son: Colombia, Perú, Bolivia y Ecuador.

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