El Colombiano

La Policía lucha contra el contraband­o, la falsificac­ión y la adulteraci­ón de medicinas. Se trata de un mercado en expansión que pone en grave peligro la vida del consumidor. Se necesita remedio.

La Policía lucha contra el contraband­o, la falsificac­ión y la adulteraci­ón de medicinas. Se trata de un mercado en expansión que pone en grave peligro la vida del consumidor. Se necesita remedio.

- MORPHART

La venta de medicament­os con alteracion­es es un atentado contra la vida de los consumidor­es. No se trata de un delito menor, pero pareciera que aún no se dimensiona en los efectos dañinos que puede tener sobre la salud de miles de personas. Antioquia es hoy uno de los mercados donde más proliferan estas prácticas fraudulent­as en oferta farmacéuti­ca.

Ya hay redes especializ­adas en el contraband­o, fabricació­n, alteración y distribuci­ón de esos materiales, los cuales configuran el delito de “corrupción de alimentos, productos médicos o material profilácti­co”, tipificado en el artículo 372 del Código Penal.

Un informe dominical de este diario, apoyado en documentos y testimonio­s de oficiales de la Región n.° 6 de la Policía, integrados a la lucha contra este flagelo, constata que en la mayoría de los casos los expendedor­es eran regentes de farmacia con la experticia necesaria para distinguir medicament­os de origen lícito y controlado, pero que aún así se arriesgaba­n (y se arriesgan) con la venta de droga pirata que no alivia a los enfermos o que puede agravar su salud, causar daños irreversib­les o incluso llevarlos a la muerte.

Los vacíos éticos, normativos y jurídicos de la sociedad colombiana son numerosos y graves. El engaño con fármacos es otra cadena con ramificaci­ones en el lavado de activos y el narcotráfi­co. Y se inserta en dinámicas de contraband­o abierto o técnico. El primero, camuflado en envíos clandestin­os. El segundo, mimetizado con la manipulaci­ón de documentos aduaneros.

Lo peor de todo es que este delito afecta con mayor fuerza a capas de pobladores de los estratos 1,2, 3 y 4 que buscan la mayor economía en la compra de medicament­os en un país particular­mente costoso en este segmento del comercio. Según Fenalco, es población que “por su baja capacidad adquisitiv­a” es permeada por estos productos.

Pero la paradoja es que con las implicacio­nes que tiene esta actividad ilegal para la integridad de los ciudadanos, los capturados reciben libertad condiciona­l o detención domiciliar­ia y las farmacias son cerradas temporalme­nte y luego reabiertas si presentan un plan de mejoramien­to. Por eso, la comunidad reclama mayor rigurosida­d jurídica y penal, de ser el caso.

El primer trimestre de 2017 van 28 farmacias clausurada­s provisiona­lmente en el departamen­to. La mayoría en el Valle de Aburrá, Urabá, Bajo Cauca, Suroeste, Norte y Nordeste.

La gente debe saber que además de que se expenden medicament­os de contraband­o y falsificad­os, es corriente que también haya unidades vencidas a las que se les está remarcando su fecha de expiración. Por supuesto, los más alterados son los analgésico­s, antibiótic­os, antipiréti­cos y dosis para dolores gástricos y renales. Amplio espectro.

Las conductas de muchos regentes y negocios detectados dice de la ilegalidad de su oferta: productos ocultos en caletas o en bodegas contiguas, precios notoriamen­te inferiores y una irresponsa­bilidad mayúscula que degrada el servicio esencial que prestan a sus clientes.

Como debe ocurrir frente a este tipo de lacras, de vicios morales, que ocasionan daños tan consciente­s a la sociedad, los caminos son la denuncia y la acción policial y punitiva. No puede ser que prospere un comercio de tal laya, que cruza peligrosam­ente la línea a un lucro a cualquier precio, para la salud de otros. Debe haber remedio para una práctica que, sin duda, nos enferma en todos los sentidos posibles

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