LA CRUZADA Y LA INSOLIDARIDAD ÁRABE
Arabia Saudí dispone de una de las mayores rentas por habitante de su entorno. Con un PIB de 582.180 millones de euros en 2015, el vigésimo segundo más rico del mundo, la renta per cápita de sus 29,1 millones de habitantes es de 18.549 euros al mes, un 3,8 % más que en 2014. Es el país número 13 en el ranquin de los más extensos del planeta. Por su parte, el PIB de los Emiratos Árabes Unidos fue de 333.710 millones de euros en 2015, con una renta per cápita para sus 9,3 millones de habitantes de 36.443 euros mensuales (+10,1%).
A un pasito de Siria están tanto los Emiratos como el reino de los Saud. Exactamente al mismo que Irak. Desde allí huyen a mares miles de refugiados, que atraviesan Turquía y luego los Balcanes, si les dejan, o se la juegan en el Mediterráneo tratando de llegar a Grecia para seguir su rumbo a Alemania, Francia, Bélgica, Holanda, Escandinavia, Es- paña o Italia y todavía a Reino Unido, aún parte de la UE. Se dirigen a la decrépita y Vieja Europa, la misma que desean ver rota y fragmentada de nuevo los enemigos de la solidaridad y la tolerancia. Llegan a la cristiana Unión Europea pese a que tienen a tiro de piedra países musulmanes bañados por el petróleo, el gas, los rascacielos, las islas artificiales, las aerolíneas de cinco estrellas, las universidades recién estrenadas y los centros comerciales más lujosos del planeta. ¿Por qué elegir las lluviosas Brujas, Gante, Bruselas o Amsterdam? ¿Por qué las saturadas París o Berlín? ¿Para qué ir a Madrid o Barcelona, donde la tasa de paro aún ronda los dos dígitos? ¿Por qué esperan hacinados en campamentos de refugiados en Turquía, Líbano y Jordania para poder cruzar a Europa y no a los cercanos países del Golfo: ricos y además musulmanes?
Simple y llanamente porque mientras la “insolidaria” UE pone cuotas a la entrada, para frenar la avalancha y evitar que la extrema derecha se haga con el poder en todos los países de la Unión, en los países del Golfo los refugiados no son bienvenidos. Da igual que sean primos hermanos y adoren a Alá y a su profeta. Para los saudíes, iraquíes y sirios son literalmente apestados. Esa es la solidaridad musulmana entre los suyos. También es cierto que para los refugiados Arabia Saudí no es un destino apetecible por su régimen fundamentalista y las estrictas reglas que nunca han tenido que sufrir ni en los peores momentos de sus muchas satrapías.
Además, una llegada masiva de sirios supondría una amenaza para los países árabes del Golfo en muchos sentidos. Salvo Arabia Saudí -con sus 30 millones de habitantes- los demás reinos petrolíferos del Golfo están escasamente poblados y temen verse desbordados si comienzan a distribuir estatus de refugiados. De ahí que no concedan la nacionalidad a extranjeros más que con cuentagotas.
El factor económico es también crucial para entender la situación. Ningún país del Golfo quiere compartir con otros su riqueza petrolera, que permite a sus dinastías de Reyes y emires conceder a sus súbditos pensiones vitalicias desde la cuna hasta la sepultura. A cambio, nadie exige democracia ni libertades y las familias que desde siglos manejan el Golfo se reparten el grueso de las riquezas del subsuelo.Mientras tanto, la Europa que muchos quieren ver partida, con una renta per cápita media de todos los socios de 29.000 euros al mes sigue afrontando la crisis humanitaria a pesar de su “pesada” burocracia, del mastodóntico número de instituciones “inservibles” que alimenta y de su incapacidad para definir una acción exterior común. Pero pese a todo, iraquíes y sirios prefieren buscar refugio en Europa. Un motivo más para no disolver el mayor logro político y económico desde el imperio español. Ya no hay cruzadas, señores. No lo estaremos haciendo tan mal