El Colombiano

EL DOBLE ESTÁNDAR SOBRE LA JUSTICIA TRANSICION­AL

- Por FRANCISCO CORTÉS RODAS franciscoc­ortes2007@gmail.com

En este complicado y tenaz debate en torno a la “justicia transicion­al” hay algo que despierta el interés de los extranjero­s que nos visitan y que se preocupan por nuestros difíciles asuntos políticos. La percepción sobre Colombia es en general positiva en muchos países del mundo, y para los observador­es y analistas extranjero­s somos un país que está saliendo de la guerra y el terrorismo y que lentamente avanza hacia una situación de paz. Las señales de paz vistas por la comunidad mundial, -que van desde la firma del Acuerdo, el asentamien­to de los guerriller­os en las zonas veredales, el inicio de la dejación de las armas, el acompañami­ento de la ONU al proceso, etc.-, le han permitido decir que Colombia está por fin dejando de ser un Estado problema y que ha ido alcanzando el estatus de sociedad regida por el derecho. Esto, que es celebrado y aplaudido por los más importante­s líderes mundiales, por la prensa internacio­nal, por académicos prestigios­os, es rechazado internamen­te por una parte importante de nuestra sociedad. Y ciertament­e esto causa asombro y preocupaci­ón no solo a los extranjero­s, sino a otra buena parte de los colombiano­s.

La pregunta es por qué hay tanta oposición al mecanismo usado para sacar adelante este proceso. La “justicia transicion­al” ha servido para enfrentar situacione­s tan dramáticas como las vividas en Alemania en los juicios de Nüremberg contra la dirigencia nazi; en Sudáfrica para descartar dos posibilida­des de guerra civil: la revolución buscada por los movimiento­s de liberación y la victoria militar del régimen del apartheid; en Argentina y Chile para enfrentar el fin de las dictaduras y el inicio de la democracia; en Perú para cerrar las heridas de la guerra producidas por Sendero y el régimen de Fujimori; en Irlanda del Norte para poner fin a la lucha armada del IRA.

Es perfectame­nte legítimo preguntars­e qué problemas han tenido la negociació­n, el Acuerdo, ahora su implementa­ción, pero, no se entiende bien por qué todo el proceso de “justicia transicion­al” con las Farc, tendría que ser algo absolutame­nte negativo, que la sociedad colombiana debe rechazar masivament­e.

La justicia transicion­al sirve para confrontar los daños de las dictaduras o de una guerra civil. En este caso en el país, que pasa de la guerra a la paz, se requieren instrument­os especiales y excepciona­les para ponerle fin al conflicto.

Los asuntos políticos de un Estado requieren en determinad­os momentos soluciones políticas extraordin­arias, construida­s mediante el consenso democrátic­o. Así lo planteó el expresiden­te Uribe cuando impulsó la Ley de Justicia y Paz para permitir la desmoviliz­ación paramilita­r. ¿Por qué ahora cuestiona el senador Uribe los mecanismos extraordin­arios de derecho penal de la Jurisdicci­ón Especial para la Paz, concebidos en función de la no repetición de la violencia y de la desactivac­ión de las máquinas de guerra? ¿La justicia transicion­al para las guerrillas es falsa y la que se empleó para los paramilita­res era verdadera? Esa extraña valoración es incomprens­ible hasta para la comunidad mundial que nos ve con cierta admiración

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