“Una nueva masacre enluta a un departamento que sufre gravísimos problemas de inseguridad y violencia. Guerrilla, bandas criminales y pandillas imponen su ley ante un Estado pasivo y ausente”.
Una nueva masacre enluta a un departamento que sufre gravísimos problemas de inseguridad y violencia. Guerrilla, bandas criminales y pandillas imponen su ley ante un Estado pasivo y ausente.
Hace más de diez meses que la inseguridad en Chocó recrudeció. El Gobierno Nacional tiene conocimiento, pero la situación continúa invariable: el domingo se presentó la matanza de cinco personas en la vereda El Carrá, municipio Litoral San Juan, al sur del departamento. Hace 15 días hubo combates entre grupos ilegales y desplazamiento masivo de lugareños entre el Alto y Medio Baudó. En Quibdó, la capital, hay disputas territoriales entre pandillas. Asesinatos selectivos, desaparecidos. Los civiles en Chocó sufren pero las autoridades parecen no percatarse.
La presión más fuerte la padecen los habitantes por cuenta de los choques entre el Eln y el Clan del Golfo. Era previsible, además, que con la salida de las Farc de territorios que ocuparon y dominaron por años en las serranías de Los Saltos y del Darién, y en el río Atrato y sus afluentes, la aparición de otras organizaciones se tornaba inminente.
Son múltiples las razones (militares, económicas y políticas) por las que Chocó está en la mira de las estructuras criminales. Su riqueza en minerales como oro y platino, sus costas sobre el Caribe y el Pacífico, su conexión con Pa- namá y Centroamérica, sus selvas extensas y biodiversas y su hidrografía de corredores fluviales abundantes e inhóspitos, son apenas algunos entre los muchos factores que convierten la región en una joya valiosa y disputada.
Paralela a la presencia de los ilegales está la denunciada corrupción que mengua los presupuestos municipales y que resta atención social y de- sarrollo a los chocoanos. Hospitales deteriorados, vías inconclusas, desnutrición, pueblos anegados, insalubridad sanitaria y una depredación ambiental en aumento. Chocó, siempre Chocó, así, tan solo.
El último mes, este diario visitó en dos oportunidades los poblados del Alto y Medio Baudó: la gente teme las presiones de hombres armados con fusiles que se identifican como del Eln y de las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (Agc). En medio, los cultivos ilícitos. Una economía mafiosa que mueve miles de millones de pesos en un área en la que las comunidades, desplazadas o confinadas, reclaman mayor presencia del Estado y la institucionalidad.
Ahora ocurre esta matanza de El Carrá, con cinco muertos, un menor de edad herido y 52 desterrados por miedo a nuevas incursiones. La Fiscalía la vincula con el Eln y exige que esa guerrilla precise si tiene o no voluntad de dialogar.
Esta radiografía de Chocó lleva años en las páginas de los diarios. Son incontables las promesas de la clase política local, regional y nacional, según las cuales habrá correctivos; es decir, seguridad urbana y rural, proyectos de infraestructura y productivos, estímulos a los parceleros y protección a afrocolombianos e indígenas. Pero los cambios son mínimos. La violencia y la pobreza son una constante.
Es una necesidad urgente que las Fuerzas Armadas y el conjunto de la institucionalidad acompañen a los chocoanos durante el tránsito de las Farc a la civilidad, con corredores, riquezas y ciudadanos convertidos en presa fácil de los mercaderes de la droga y la minería ilegal. Municipios amenazados por grupos que imponen códigos delincuenciales y que arrastran por el camino del crimen a la juventud chocoana.
Hoy hay decenas de comunidades de Chocó blanco de los atropellos y las exigencias de bandas y guerrillas. La gente se pregunta ¿hasta cuándo seguirá predominando allí la ley del más fuerte?