El Colombiano

POR QUÉ LOS DEMÓCRATAS DEBEN TRABAJAR CON TRUMP

- Por WILL MARSHALL redaccion@elcolombia­no.com.co

El presidente Trump ha descubiert­o que tratar de trabajar con republican­os, como tratar de trabajar con la política del cuidado de la salud, es complicado. Así que con todas sus promesas en el limbo después del fiasco de la semana pasada con Obamacare, supuestame­nte está contemplan­do hacer propuestas a un partido que en realidad quiere gobernar.

Eso sí, este nuevo rumbo llega después de que Trump culpó a los demócratas por negarse a ayudarle a él y al presi- dente de la Cámara, Paul Ryan a aniquilar a Obamacare. Con cero apoyo de los demócratas, el par de hombres no tenía margen de error cuando los republican­os empezaron a retirarse y se vieron obligados a retirar su proyecto.

Tal vez el presidente está empezando a darse cuenta de que el partido republican­o de hoy está diseñado para la máxima obstrucció­n y la mínima formulació­n de política constructi­va. El rígidament­e doctrinari­o Caucus de la Libertad esencialme­nte tiene el poder del veto sobre las iniciativa­s de la Casa Blanca, mientras que los moderados abandonará­n el barco si Trump hace demasiadas concesione­s a los puristas de la derecha.

Es más, los republican­os están por todo el mapa en cuanto a los siguientes asuntos grandes en la agenda del Sr. Trump - reforma tributaria e infraestru­ctura. Así que aunque los republican­os controlan el Congreso y la Casa Blanca, la nueva matemática de Washington sugiere que Trump podría no tener más opción que contactar a los demócratas.

Si pudiera despedir a varias decenas de demócratas moderados en la Cámara y un puñado en el Senado, podría neu- tralizar la negativa de la extrema derecha y dar a los republican­os moderados la oportunida­d de votar por medidas con amplio apoyo bipartidis­ta.

Si Trump acude a los demócratas, ¿cómo deberían responder?

“Ni locos”, probableme­nte será la respuesta inicial. Bajo presión de su base, los líderes congresion­ales son conocidos por años de implacable resistenci­a. Incluso han emitido órdenes a los demócratas en los comités de escritura de impuestos de no producir un plan de reforma por su cuenta, para que no se sientan tentados a hablar francament­e con la Casa Blanca.

Todo esto es entendible, dada la fea y deshonesta campaña que Trump desarrolló y lo que la mayoría de los demócratas aún consideran su ineptitud para el cargo que ahora ocupa. Sin embargo lo ocupa, y si está dispuesto a hacer verdaderas concesione­s para los valores y prioridade­s centrales de su partido, los demócratas pragmático­s lo deberían escuchar. A diferencia de privar a millones de americanos de seguro de salud, reformar el código tributario de los Estados Unidos y modernizar nuestra decadente infraestru­ctura son causas progresiva­s que los de- mócratas deberían apoyar. Y a diferencia de los republican­os, cuya rigidez ideológica y partidismo estridente frecuentem­ente se acercan al nihilismo, los demócratas aún acogen la noción pintoresca de que el pueblo los eligió para resolver problemas, no para impedir que se resuelvan. El estilo de McConnell no está en el ADN del partido.

Pero si los demócratas moderados están dispuestos a cooperar con el negociante jefe, deberían cobrar un precio alto. En cuanto a reforma tributaria por ejemplo, deberían insistir en que Trump ofrezca alivio tributario a la clase media, no a los ricos, y que se deshaga del impuesto de ajuste de frontera propuesto por Ryan, que afectaría a los consumidor­es y los negocios con grandes alzas de precios. La administra­ción tiene que encontrar una mejor forma de pagar una fuerte reducción en la tasa de impuestos corporativ­a. Los demócratas no tienen que amar a las grandes empresas para reconocer que nuestro anticuado sistema impositivo obliga a las empresas a pagar impuestos mucho más altos que sus competidor­es en el extranjero. Esto hace que los trabajador­es americanos sean menos competitiv­os y le da a nuestras compa- ñías incentivo para trasladar su inversión al extranjero, y mantener ganancias allá, para evitar la tasa más alta.

Algunos economista­s de oferta republican­os alegrement­e abandonarí­an a Ryan y simplement­e sumarían el costo del enorme recorte tributario de Trump al déficit federal. Los demócratas deben presionar la causa fiscal. Una forma es eliminar los tecnicismo­s que cuestan cientos de miles de millones en ingresos perdidos y, como cree la mayoría de los economista­s, distorsion­an las decisiones de inversión. Otra es poner un límite a las deduccione­s de impuestos (como propuso el presidente Obama) para que las personas de altos ingresos no reciban más alivio que otros. Más ambiciosam­ente, los demócratas podrían ir a donde Ryan al parecer temía ir proponiend­o un impuesto al consumo que realmente ha sido probado y ha resultado ser efectivo alrededor del mundo - el impuesto de valor agregado, con ajustes para asegurar la progresivi­dad.

Si los demócratas tienen la oportunida­d de ayudar a las familias trabajador­as promedio y mostrar que no son obstruccio­nistas, deberían tomarla. Estados Unidos no necesita dos partidos de no

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