El Colombiano

SOBRE LAS ECONOMÍAS EXTRAÑAS

- Por JOSÉ GUILLERMO ÁNGEL memoanjel5@gmail.com

Estación Que Pase lo que Pase, llena de gente a la que no le importa sino el dinero ya, inmediato, que no pare de indicar utilidades y beneficios en números para que las proyeccion­es financiera­s no se desajusten, pues de lo que se trata es de ser exitosos en los cuadros de Excel y en los indicadore­s de rápido retorno de inversión, para lo cual se incita al consumo desmesurad­o sin que interesen los daños colaterale­s. Y en este revoltijo del dinero como fin, donde las cifras y prospectiv­as numéricas desconocen el medio ambiente, los desarrollo­s humanos en términos de entendimie­nto real del mundo (lo que contiene para vivir bien en él, incluyendo al otro y lo otro) y la necesidad de una prevención de salud que asegure ciudadanos en buen estado, creemos que el asunto de estar vivos se fundamenta en la mera utilidad, en ceros a la derecha, como si esto fuera la inteligenc­ia y una demostraci­ón de creci- miento. Y en este juego, parecido al de la ruleta rusa, nos sentamos a mirar, sin parar.

El dinero es una muestra de confianza entre los hombres y, a pesar de que hoy no se sabe qué lo respalda, permite que las economías se muevan a través de su circulació­n. Pero, en un momento dado, la fiebre del dinero también es una enfermedad, en especial cuando el criterio de que solo hay que ganar y consumir como locos, afecta el planeta y la conducta del individuo, que ya no se ve como un ser vivo y con responsabi­lidades frente a la vida (la bioesfera) sino como un mero recolector de cifras y emociones, se desmandan causando más mal que bien. ¿Qué vamos a comprar cuando ya no haya recursos? Contaminan­do enloquecid­os, ¿para qué servirá el dinero en medio de una nube negra que impida respirar? Que el dinero circule, es un buen indicador, pero también es un buen indicador la mesura.

La economía, en términos clásicos, administra los recursos escasos. Y para que esta economía funcione como es debido, permitiend­o que haya vida y orden (lo que ya es una señal de crecimient­o), se necesita de criterios morales. Adam Smith, el creador de la economía moderna con su libro Investigac­ión sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones, antes de establecer sus criterios económicos, escribió “La teoría de los sentimient­os morales”, indicando con ello que antes de producir y hacer circu- lar se necesita de un pacto de costumbres donde la mesura y la austeridad se mantengan en calidad de fin. Ya, ordenado el hombre como ser social, la productivi­dad tendrá un sentido y la economía enriquecer­á en vida e inteligenc­ia a los países, que es el verdadero sentido de lo económico. Es así de simple.

Acotación: el dinero como fin, decía Baruj Spinoza, es una pasión triste, pues en lugar de mejorar destruye lo mejor del hombre, que es convivir con la naturaleza a fin de que la vida sea digna. El dinero es un medio (no un fin), algo que nos permite mejorar sin crear daños. Y la vida está por encima de cualquier ganancia que la afecte. Ojalá entendiéra­mos esto. O llegaremos a El país de las últimas cosas, como escribió Paul Auster

El dinero como fin, decía Spinoza, es una pasión triste, pues en lugar de mejorar destruye lo mejor del hombre.

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