SOBRE LAS ECONOMÍAS EXTRAÑAS
Estación Que Pase lo que Pase, llena de gente a la que no le importa sino el dinero ya, inmediato, que no pare de indicar utilidades y beneficios en números para que las proyecciones financieras no se desajusten, pues de lo que se trata es de ser exitosos en los cuadros de Excel y en los indicadores de rápido retorno de inversión, para lo cual se incita al consumo desmesurado sin que interesen los daños colaterales. Y en este revoltijo del dinero como fin, donde las cifras y prospectivas numéricas desconocen el medio ambiente, los desarrollos humanos en términos de entendimiento real del mundo (lo que contiene para vivir bien en él, incluyendo al otro y lo otro) y la necesidad de una prevención de salud que asegure ciudadanos en buen estado, creemos que el asunto de estar vivos se fundamenta en la mera utilidad, en ceros a la derecha, como si esto fuera la inteligencia y una demostración de creci- miento. Y en este juego, parecido al de la ruleta rusa, nos sentamos a mirar, sin parar.
El dinero es una muestra de confianza entre los hombres y, a pesar de que hoy no se sabe qué lo respalda, permite que las economías se muevan a través de su circulación. Pero, en un momento dado, la fiebre del dinero también es una enfermedad, en especial cuando el criterio de que solo hay que ganar y consumir como locos, afecta el planeta y la conducta del individuo, que ya no se ve como un ser vivo y con responsabilidades frente a la vida (la bioesfera) sino como un mero recolector de cifras y emociones, se desmandan causando más mal que bien. ¿Qué vamos a comprar cuando ya no haya recursos? Contaminando enloquecidos, ¿para qué servirá el dinero en medio de una nube negra que impida respirar? Que el dinero circule, es un buen indicador, pero también es un buen indicador la mesura.
La economía, en términos clásicos, administra los recursos escasos. Y para que esta economía funcione como es debido, permitiendo que haya vida y orden (lo que ya es una señal de crecimiento), se necesita de criterios morales. Adam Smith, el creador de la economía moderna con su libro Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones, antes de establecer sus criterios económicos, escribió “La teoría de los sentimientos morales”, indicando con ello que antes de producir y hacer circu- lar se necesita de un pacto de costumbres donde la mesura y la austeridad se mantengan en calidad de fin. Ya, ordenado el hombre como ser social, la productividad tendrá un sentido y la economía enriquecerá en vida e inteligencia a los países, que es el verdadero sentido de lo económico. Es así de simple.
Acotación: el dinero como fin, decía Baruj Spinoza, es una pasión triste, pues en lugar de mejorar destruye lo mejor del hombre, que es convivir con la naturaleza a fin de que la vida sea digna. El dinero es un medio (no un fin), algo que nos permite mejorar sin crear daños. Y la vida está por encima de cualquier ganancia que la afecte. Ojalá entendiéramos esto. O llegaremos a El país de las últimas cosas, como escribió Paul Auster
El dinero como fin, decía Spinoza, es una pasión triste, pues en lugar de mejorar destruye lo mejor del hombre.