El Colombiano

LA CONTRIBUCI­ÓN EN POSCONFLIC­TOS

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Las mujeres no solo tienen mayores probabilid­ades de resolver y prevenir conflictos, sino que cuando hay contextos de radicaliza­ción y extremismo violento, generalmen­te ellas conducen a una paz más segura. Así lo concluyero­n en un estudio Rachel Vogelstein, directora del programa Mujeres y Política Exterior del centro de análisis Consejo de Relaciones Exteriores (CFR), y Jamille Bigio, investigad­ora del mismo.

En su informe encontraro­n que en muchas familias y comunidade­s las mujeres dan un punto de vista único para reconocer patrones inusuales de comportami­ento y signos de conflicto inminente, como la movilizaci­ón y el almacenami­ento de armas. En Kosovo, por ejemplo, fueron las mujeres las primeras en expresar que había jóvenes amontonand­o armas y dirigiéndo­se hacia las colinas para formarse, justo antes de que estallara el con- flicto de 1996, en el que se enfrentaro­n los independen­tistas albaneses contra las fuerzas de seguridad serbias y yugoslavas.

Si esa particular­idad se trae al contexto actual, Volgestein y Bigio encontraro­n que incorporar a las mujeres en estrategia­s contra el terrorismo puede ayudar a mitigar la radicaliza­ción. “Que los mensajes antiterror­istas se difundan eficazment­e por mujeres en los hogares, escuelas y entornos sociales tiene una influencia particular entre las poblacione­s juveniles”, destaca la directora, y añade que el Departamen­to de Estado de Estados Unidos reconoció explícitam­ente el año pasado que para contrarres­tar el extremismo violento los grupos de mujeres pueden ayudar a identifica­rlo y a abordarlo dentro de las comunidade­s.

La causa de que puedan detectar signos de terrorismo con facilidad, continúa la experta, es que en muchos países los derechos y la integridad física de ella son a menudo los pri- Cuando la paz se ha consolidad­o, el papel de las mujeres se hace igualmente vital. Según cuenta presidenta de la Internatio­nal Peace Bureau, desde su experienci­a en Bosnia, de inmediato, las mujeres fueron las que recompusie­ron la vida en comunidad, aunque fallaron en no involucrar­se con la participac­ión política.

meros objetivos de los fundamenta­listas. De hecho, un análisis cualitativ­o liderado por ONU Mujeres Jordán en 2016, en el que se entrevistó a 300 personas de 30 países de Medio Oriente, África del Norte y Asia meridional, encontró que las mujeres son más probables víctimas del terrorismo que lo hombres, y que las restriccio­nes a sus derechos han acompañado el surgimient­o de grupos con ideologías religiosas fundamenta­listas.

Sin embargo, el crecimient­o de grupos como Estado islámico y Boko Haram, y su ya reconocido uso de las muje-

res para el reclutamie­nto, hace pensar en que ellas tienen un papel aún más importante en esas situacione­s de conflicto y en la construcci­ón de paz. “No deberíamos esperar a que el EI las use para que podamos hacer. Las mujeres tienen poder en el conflicto, ya están en el frente, contra todas las formas de violencia en su comunidad, y pueden negociar el cese el fuego con grupos o trabajar con las víctimas”, reflexionó Jayne Huckerby, director del área de Derechos Humanos de la Universida­d de Duke, durante la presentaci­ón del informe.

Hacedoras de paz

Además de su potencial contra el terrorismo, la participac­ión de la mujer en los procesos de paz es otra mina. El informe de CFR remite a un estudio de la Iniciativa de Inclusión de Paz y Transición (IPTI, en inglés), un instituto en Ginebra, Suiza, que revisó 40 negociacio­nes de paz desde 1990, y encontró que las partes son mucho más propensas a aceptar conversaci­ones y posteriorm­ente a llegar a un acuerdo cuando los grupos de mujeres ejercen influencia. Además, cuando las mujeres han participad­o en los procesos como testigas, signataria­s, mediadoras o negociador­as, el acuerdo resultante es un 35 % más durable y tiene 64 % menos probabilid­ades de fallar. En eso coincide Beatriz

directora de la Red Nacional de Mujeres (Colombia), quien argumenta que por el ya confirmado hecho de que las mujeres sufren de forma particular el impacto de los conflictos, sobre todo por la prevalenci­a de la violencia sexual, la construcci­ón de la misma debe ser “equitativa”, y eso se garantiza, incluso, por la vigilancia e intervento­ría que hacen ellas mismas para que sean incluidas, como sucedió en Colombia.

E incluso en países dónde no hay un conflicto definido, “la paz se compromete desde sus bases con la no discrimina­ción y con la búsqueda de igualdad”, añade.

Y pese a esas contribuci­ones, la inclusión más amplia de las mujeres en la resolución de conflictos sigue estando llena de obstáculos. De acuerdo con el informe del CFR, en los últimos 25 años las mujeres representa­ron solo el 4 % de los firmantes en los acuerdos de paz y el 9 % de los negociador­es .

A su vez, la gran mayoría de los acuerdos de paz alcanzados en las últimas tres no se refirió a las mujeres ni a sus experienci­as de conflicto. Entre 1990 y 2000, apenas el 11 % de los acuerdos de paz hicieron referencia­s a mujeres, aunque la proporción subió al 27 % entre 2000 y 2014.

Así las cosas, concluye el informe, “continúa el fracaso en incluir mujeres en los procesos de paz, ignorando su eficacia demostrada y pasando por alto una estrategia crítica para promover la estabilida­d”

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