El Colombiano

El derecho a competir en igualdad por ser gobierno

- MARCO ROMERO SILVA

Teóricamen­te hablando los derechos de la oposición política deben ser la pieza fundamenta­l de cualquier democracia pluralista. Implican garantías para el ejercicio parlamenta­rio, elecciones limpias, medios de comunicaci­ón al servicio del interés público, una descentral­ización robusta, entre otras. De ello depende que haya rotación en el poder de gobierno. Que la fuerza de las mayorías, a veces ancladas en la opinión pública pero también en dispositiv­os consolidad­os de carácter clientelis­ta y plutocráti­co, no termine arrasando la posibilida­d de conformar alternativ­as políticas. En el caso colombiano el bipartidis­mo bicentenar­io ha generado una cultura política basada en el “miedo al pueblo” y el miedo a la oposición. Por eso el país nunca ha sido gobernado por una fuerza política que no sea una variante de los partidos liberal y conservado­r. Es cierto que en toda democracia la regla de la mayoría constituye el mecanismo para determinar quién debe gobernar. Pero también es cierto que muchas veces las elecciones son disputadas y que la abstención ronda un promedio cercano al 40% cuando no hay sufragio obligatori­o. Estas situacione­s se agravan en Colombia por la crisis de garantías derivadas de un conflicto armado con más de 8 millones de víctimas y por el deficitari­o sistema institucio­nal de garantía de los derechos políticos. Estas razones y las que se desprenden del proceso de paz entre el Gobierno y las Farc deben conducir a establecer una democracia plena de garantías y a estimular la participac­ión política de movimiento­s antes situados en la guerra o en la abstención política. El derecho a la oposición no es otra cosa que el derecho a competir limpiament­e por ser gobierno. Por eso, desde el punto de vista político, la consolidac­ión de la paz depende de la existencia normativa y fáctica de ese sistema de garantías.

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