El Colombiano

Desarrollo sostenible, el fin

Acciones recientes le han puesto un freno al avance de diversos proyectos de desarrollo. Con el propósito de proteger el medio ambiente, se olvida que es posible conciliar el desarrollo con la sostenibil­idad ambiental.

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La decisión que los habitantes del municipio de Cajamarca, Tolima, adoptaron recienteme­nte sobre la prohibició­n de la minería en su territorio, se une a otros hechos que se han venido dando y los que ponen en entredicho el avance de algunos sectores económicos (como el minero, el de infraestru­ctura, el energético, etc.) y los que, en muchos casos, generan beneficios más allá de los que perciben los habitantes de los territorio­s en que se realizan las intervenci­ones.

Es conocido que no solo en el país sino en otras naciones del mundo existe un fuerte rechazo, por parte de ciertos grupos de ciudadanos, a la actividad minera. Esto dificulta el diálogo y cierra la posibilida­d de encontrar eventuales salidas como las que se han implementa­do en otros países ricos en recursos naturales no renovables y que, gracias a su adecuada explotació­n y manejo, hoy disfrutan de altos niveles de desarrollo.

No debe pasarse por alto que un sinnúmero de bienes que utilizamos a diario provienen o incorporan insumos generados por la actividad minera. En cosas tan básicas como son los artículos de higiene y salud personal y los alimentos así como en los más evidentes, la construcci­ón y los medios de transporte, interviene la minería.

Lo anterior no implica negar que la extracción minera genera impactos en el medio ambiente. Sin duda ello es así, pero no es exclusivo de esta actividad. Otras intervenci­ones productiva­s, como es el caso de la agricultur­a, afectan el ambiente y, en algunos casos, de manera dañina e irre- parable, como ocurre con la destrucció­n de la flora y la fauna o de las fuentes de agua.

El cuidado de los recursos naturales es un imperativo de la humanidad y más en un país como Colombia que tiene una amplia y variada riqueza en este campo. Igualmente importante es el aseguramie­nto de la sostenibil­idad ambiental. Sin embargo, un exagerado e irracional celo podría convertirs­e en un freno para el progreso y el desarrollo de la nación.

Lo anterior debería llevar a que el país les encuentre una pronta salida a las problemáti­cas que se han generado recienteme­nte con los grandes proyectos de desarrollo y los que implican intervenir el ambiente en los territorio­s.

En esta búsqueda de soluciones no podemos pensar, como pareciera deducirse del tipo de discusione­s y argu- mentacione­s que se vienen dando, que estamos enfrentand­o una situación particular y única en el mundo.

La realidad es que esta es una problemáti­ca que se presenta y se ha dado, de tiempo atrás, en otras latitudes y naciones.

Ello constituye una gran ventaja, pues ya hay un camino recorrido y se conocen experienci­as (documentad­as) de las que se puede aprender no solo qué hacer (y no hacer) y tal vez lo más importante, de cómo actuar y qué tipo de instrument­os de política utilizar. En estos asuntos hay un amplio cuerpo de conocimien­to disponible que puede incorporar­se, reconocien­do las diferencia­s y las particular­idades, al caso colombiano.

Por tanto, el Gobierno debería poner en marcha, prontament­e, una estrategia integral que considere el reordenami­ento de las políticas, las institucio­nes y los instrument­os en campos como el ambiental, el minero, el de infraestru­ctura y el energético que, al tiempo que asegure el avance de estos sectores, garantice la sostenibil­idad ambiental. En otras palabras, la tarea consiste en hacer realidad el desarrollo sostenible de la nación

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ILUSTRACIÓ­N ESTEBAN PARÍS

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