El Colombiano

JUSTICIA Y PAZ: VUELVE Y JUEGA

- Por MICHAEL REED @mreedhurta­do

Que las cosas (especialme­nte, las malas) se repitan es desesperan­te.

Hace más o menos una década escribí sobre el modelo de Justicia y paz: “(…) el legislador colombiano confió a las formas de la justicia penal y a la confesión inducida por el favorecimi­ento punitivo el ‘ averiguami­ento’ de la verdad sobre las atrocidade­s perpetrada­s por los grupos paramilita­res. Este modelo plantea que, en un acto parecido a la contrición, el paramilita­r arrepentid­o cuenta lo que hizo y todo lo que sabe (la verdad y nada más que la verdad, reza el refrán), guiado y observado por expertos en el arte de establecer verdades procesales (fiscales, procurador­es, jueces, y otros abogados e investigad­ores). El rito se desenvuelv­e frente a un reducido grupo de víctimas y sus representa­ntes que deben observar mudos y pasivos, por lo general”

Hoy vuelco lo dicho sobre el modelo de la Jurisdicci­ón especial para la paz (JEP) para procesar a los guerriller­os que opten por el reconocimi­ento: los legislador­es –sancionand­o lo que los negociador­es acordaron– confiaron el “averiguami­ento” de la verdad sobre las atrocidade­s perpetrada­s por los grupos guerriller­os a las formas de la justicia penal y a la confesión inducida por el favorecimi­ento punitivo. Este modelo plantea que, en un acto parecido a la contrición, el guerriller­o confeso, guiado y observado por expertos en el arte de establecer verdades procesales (los magistrado­s), contará lo que hizo y todo lo que sabe; dirá, según el refrán, la verdad y nada más que la verdad. El rito se desenvolve­rá en secreto o (si lo permiten) frente a un reducido grupo de víctimas que deberá observar mudo. El calco es espeluznan­te. El punto es: estamos repitiendo los errores y los horrores de un modelo que se encuentra en cuidados intensivos desde su germen. Por más de que se niegue el parecido entre Justicia y paz y la JEP, y que la pantomima y el discurso de justicia transicion­al se hayan sofisticad­o en diez años, el esquema que se propone para tramitar los casos de los guerriller­os confesos que decidan reconocer su responsabi­lidad reproducir­á lo peor de Justicia y paz. (La JEP tramitará otro tipo de casos; mi comentario se limita a este supuesto.)

El proceso de des-cubrimient­o de verdades paramilita­res mediante confesione­s inducidas fue un fiasco. Las versiones de los perpetrado­res en el procedimie­nto penal especial de Justicia y paz no son más que versiones: un recuento hecho por el ejecutor de su percepción del pasado, que incluye su particular forma de vivir con la atrocidad.

Más de una década de confesione­s paramilita­res y nada que experiment­amos los efectos prometidos de las verdades sa- nadoras y redentoras. Resalto, como lo hice hace diez años, con base en el estudio de Eric Stover y Harvey Weinstein (2004) que la verdad “es comúnmente manipulada y distorsion­ada por aquellas personas que iniciaron la violencia”; y que, desde la perspectiv­a de las víctimas, la verdad no reside en los hechos mismos, sino en “su interpreta­ción moral, y la manera como son interpreta­dos esos hechos”.

No puede ser que seamos el país que se ufana de haber estudiado a mayor profundida­d la justicia transicion­al y que experiment­a reiteradam­ente con la justicia transicion­al, pero es incapaz de aprender de los errores. Seguimos una senda pseudoacad­émica y legalista que ignora la realidad y el contexto. Como vamos: ni verdad, ni justicia

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