“A pesar de lo apretado del triunfo y del no reconocimiento del resultado por parte de la oposición, la comunidad internacional ya reconoce a Moreno como presidente. ¿Será más Lenín o más Correa?”
A pesar de lo apretado del triunfo y del no reconocimiento del resultado por parte de la oposición, la comunidad internacional ya reconoce a Moreno como presidente. ¿Será más Lenín o más Correa?
El presidente del Consejo Nacional Electoral de Ecuador reafirmó ayer que el triunfador en la segunda vuelta de las elecciones del pasado domingo fue, “de manera irreversible”, Lenín Moreno, candidato oficialista promovido y patrocinado por el presidente en ejercicio, Rafael Correa, de quien fue vicepresidente en su primer gobierno.
Pero a pesar de la afirmación contundente de la autoridad electoral, el ambiente que deja la apretada diferencia entre Moreno (51,16 %) y el segundo candidato en votos, Guillermo Lasso (48,84 %), no permite que se respire un clima de tranquilidad ni de paz política. Lasso anunció que hoy presentará todas las pruebas de lo que él acusa como fraude electoral, que a su juicio hace que la elección de Moreno “sea ilegítima”.
Se abre un proceso de impugnación electoral, en el cual el candidato opositor pedirá el recuento “voto a voto” de ser necesario. No obstante, hasta ayer la gran mayoría de la comunidad internacional, no solo la latinoamericana, había extendido su saludo de reconocimiento a Lenín Moreno como presidente electo. No hay mayores posibilidades de que el resultado cambie.
Así haya sido por apretado margen, y en segunda vuelta ante la falta de victoria contundente en la primera, el presidente Rafael Correa puede reivindicar un respaldo popular suficiente para su “Revolución Ciudadana”, que si bien inscrito por lo menos nominalmente en las corrientes del socialismo del siglo XXI patentado por el caudillo bolivariano Hugo Chávez, se cuidó en buena medida para no incurrir en los desafueros, arbitrariedades y afán expropiatorio del régimen autocrático venezolano.
Correa también tuvo actitudes caudillistas y mostró su peor faceta en su intolerancia frente a la crítica, en las coacciones contra la libertad de prensa y en sus medidas de control para que fuera el Gobierno el que tuviera poder de decisión sobre qué era de interés público para ser objeto de información y qué no. Lo más oscuro de su legado es su política autoritaria contra la libre opinión.
Se le reconoce su eficacia en la construcción de infraestructura (carreteras, hospitales) pero, ante todo, haber podido ejecutar un programa estable tras períodos en los que los presidentes casi nunca terminaban sus mandatos. Nuestro país pasó por la peor relación posible luego del operativo militar contra alias “Raúl Reyes”, con rompimiento de relaciones diplomáticas, para recomponerse luego, siendo hasta ahora sede de los diálogos con el Eln.
Al igual que otros mandatarios del vecindario reformó la Constitución para poder reelegirse, y aunque declinó un tercer mandato consecutivo, nadie apuesta por su retiro de la política. Su figura andará sobrevolando los juegos de poder en Ecuador, preparando seguramente su retorno en 2022.
El nuevo presidente ha prometido más diálogo y actitud más abierta para generar consensos, algo apenas natural con unas fuerzas políticas tan divididas como lo reflejan los resultados electorales. El entorno económico del país está muy golpeado, pues al igual que Colombia la caída de los precios del petróleo cercenó recursos indispensables. La dolarización de la economía -Ecuador no tiene moneda propiaaún genera cuestionamientos, y la apuesta de los electores ha sido, sin duda, un programa de inversión social de corte no populista. El nuevo presidente también habrá de definir si sigue plegado a las consignas de un chavismo cada vez más repudiado, o si hace realidad la tan reclamada soberanía nacional para asumir su futuro con autonomía y apego al sistema democrático