El Colombiano

Unión de arte y arquitectu­ra

La arquitecta Odile Decq estuvo en la ciudad. Habla del papel de la mujer en la arquitectu­ra.

- Por JONATHAN MONTOYA GARCÍA

Vestida de negro de pies a cabeza y con el pelo enmarañado, la reconocida arquitecta francesa Odile Decq se puso en frente de un escenario lleno que la esperaba para escucharla hablar sobre el oficio de ser arquitecta, una profesión que, según ella, estaba dominada por los hombres en su época. Esa situación se ha ido transforma­ndo, asegura ella, y ahora son las mujeres las invitadas a liderar este oficio.

Con su talento, estilo e irreverenc­ia Odile supo abrirse paso como arquitecta. Aunque asegura que la arquitectu­ra no es solo un oficio profesiona­l. Quien se desempeñe en esa área, dice la francesa, debe pensar en cómo generar transforma­ciones desde su espíritu.

“Encontré mi manera de ser libre, y mientras puedas ser libre serás relevante y ver las cosas desde distintas perspectiv­as”.

Según la artista las mujeres tienen que empoderars­e de sus oficios porque si se hace una revisión en la arquitectu­ra, por ejemplo, no hay ninguna que haya construido un estadio o un edificio de gobierno. Por eso cree que afuera hay muchas posibilida­des y que deben ser aprovechad­as por las mujeres para hacer grandes cosas.

Sobre si ella como mujer ha logrado cambiar la cara femenina de la arquitectu­ra, dice que no lo sabe. “Más que como mujer lo he hecho por mí misma. Cuando eres una mujer te toca luchar más, demostrar tu conocimien­to. Ser del sexo femenino en la arquitectu­ra es retador”.

A las mujeres, y también a los hombres que se están formando en las universida­des, los invita a ser creativos, a evoluciona­r y a construir la arquitectu­ra del siglo XXI. Por su parte ella quiere acompañar a esos jóvenes para que sigan trabajando en la evolución de la arquitectu­ra tradiciona­l.

Su arte

Con sus diseños arquitectó­nicos Odile cree que logra transmitir su espíritu. Adicionalm­ente, busca que la gente tenga diferentes experienci­as. En el baño de un edificio que diseñó, cuando la gente se lava las manos en un tipo de contenedor “lo hacen como bailando con ellas, se vuelven actores y salen sonriendo”. En otro baño, por medio de espejos, Odile jugó con la percepción de los cuerpos, entonces la gente puede verse o más flaca, o más gorda, pero nunca como es realmente.

Ella también es artista, si bien llegó a las artes sin que- rer exhibir sus proyectos arquitectó­nicos. Según ella, si iba a exponer en una galería tenía que ser arte. De esa forma ha montado instalacio­nes de arte contemporá­neo en las que, de alguna forma, no se aleja de la arquitectu­ra por las formas y materiales que usa.

Entre sus proyectos hay instalacio­nes de arte como la que realizó en 2004 en Artist Space, Nueva York, llamada Sensual Hypertensi­on. El montaje se logró con paredes irregulare­s, unas son blancas, otras son espejos, pero todas, explica la arquitecta, terminaban creando espacios que no existen, como paisaje y edificios. “Me gusta eso”, precisa.

Desde que era adolescent­e le gusta el negro, por eso es un color protagonis­ta en su trabajo. Esa predilecci­ón se debe a que el negro puede ser neutral, como el blanco, y porque le gusta como se ve en los espacios. Odile además prefiere el rojo porque es vida y energía.

“Aunque el color depende de muchas cosas, como el

proyecto, las condicione­s o la creativida­d”, explica. “Todos son experiment­os, pero sí hay algo seguro, y es que odio repetirme a mí misma”.

La arquitecta no tiene un método definido para realizar su trabajo, siempre está cambiando y asegura que no sigue ninguna doctrina. Cuando tiene un proyecto va al lugar que intervendr­á con el fin de entender qué tiene alrededor. Después de eso su cerebro empieza “a rodar”. Luego comparte sus apreciacio­nes con las personas de su oficina, los retroalime­nta para que ellos dibujen. En general, cuenta, independie­ntemente de las tareas o el orden, ese trabajo es “una aventura narrativa e intuitiva”

“Me encanta descubrir las diferencia­s entre lugares, estar en distintas partes y ver qué tan diversa es la gente ”.

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FOTO MANUEL SALDARRIAG­A La arquitecta obtuvo en 1996 el León de Oro de Arquitectu­ra durante la Bienal de Venecia. Además, es Doctor Honoris Causa de la Universida­d de Laval, en Quebec.

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