LA DOCTRINA IMPREDECIBLE
Hillary Clinton también habría lanzado los 59 tomahawks sobre Siria. Su reacción al ataque químico y la muerte de más de 80 personas sería igual o más radical que la de Donald
Trump. No es una suposición, es un hecho. La demócrata reconoce que se arrepiente de su “débil” actuar ante Bashar Al
Asad cuando ejercía como secretaria de Estado.
Barack Obama atacó, por supuesto, aunque no de esta forma y puede que lo lamente tras romper su promesa de entrar en acción cuando se desató el infierno del ataque químico en agosto de 2013. Los Bush también habrían dado la orden de bombardear. Tanto el hijo como el padre. Clinton igual y Reagan y Carter y Ford y Nixon. Todos sin excepción apretarían el botón.
Si no es novedad una arremetida como estas por parte de EE. UU. ¿por qué entonces la sorpresa? ¿Por qué las horas de análisis y las páginas llenas de tinta descifrando el rompecabezas?
Porque de toda la lista de comandantes en jefe Donald
Trump parecía el menos indicado para involucrarse en Siria: por sus críticas al accionar intervencionista de Obama, por la probada relación de su círculo de asesores con Rusia y Putin y por su idea de America First.
Pero ocurrió, contra todo pronóstico, y sus consecuencias geopolíticas son incalculables. Más allá de los muertos en la base del régimen, del cambio de juego en la pelea entre rebeldes, ejército sirio, Estado Islámico, rusos, turcos y kurdos; más allá, incluso, de la respuesta del Kremlin ante el viraje del discurso aislacionista de la nueva Casa Blanca; lo que tiene al mundo con la respiración contenida es la incógnita absoluta que envuelve a Trump. No sigue ningún parámetro. No respeta su doctrina. Es irracional, contradicto- rio e impredecible.
La inestabilidad tiene el mando de la mayor potencia militar del mundo. Con un actuar de sangre caliente, que involucra intereses empresariales y bravuconería imperialista, el fin de esta historia puede ser devastadora. Ni pensar, siquiera, cómo reaccionaría ante un ataque terrorista en suelo estadounidense.
La política militar exterior de Trump no ha hecho más que empezar. Ahora, con el frente sirio abierto, EE. UU. decidió ir más allá y enviar una flota de buques de guerra a la península de Corea para plantarle la cara a Pyongyang. Es una cascada que parece irrefrenable porque, además, las compuertas de la diplomacia están llenas de agujeros
La inestabilidad tiene el mando de la mayor potencia militar del mundo. La política militar exterior de Trump no ha hecho más que empezar.