Trump tiene entre ojos a un Norcorea amenazante
Las hostilidades nucleares convirtieron a la península en un nuevo foco de tensión para EE. UU. Expertos piden con urgencia la salida diplomática.
En Seúl, capital de Corea del Sur, marzo y abril coinciden por lo general con provocaciones nucleares hechas desde Pyogyang, capital de Corea del Norte, y con ejercicios militares de EE. UU. como respuesta. La gente, de hecho, parece acostumbrada a que con la primavera haya una escalada súbita en las tensiones.
Así lo relata en su libro ‘Corea: apuntes desde la cuerda floja’, Andrés Solano, escritor colombiano radicado en esa península, quien describe la serenidad con la que, por estos días, los coreanos asumen la amenaza de un posible enfrentamiento, en suspenso desde el fin de la Guerra de Corea (1953).
Este año las intimidaciones volvieron a ocupar titulares. Hace una semana, Corea del Norte realizó un nuevo disparo de misil balístico que cayó en el mar de Japón, y la respuesta de Donald Trump, fortalecido por el ataque de la semana pasada a una base militar siria, fue retadora: el Gobierno de EE. UU. decidió enviar el portaaviones ‘USS Carl Vinson’ a la península coreana, y mientras un portavoz del ministerio de Relaciones Exteriores de Corea del Norte dijo que dicha acción “demuestra que los movimientos insensatos de Estados Unidos por invadirnos han alcanzado una fase seria”, el tono de Trump se eleva, con afirmaciones como “resolveremos el problema”, incluso si China (principal aliado de Norcorea) no decide ayudar.
El tono justamente hace pensar que en esta primavera las tensiones son distintas. Así lo cree Óscar Palma, director del Observatorio de Drogas y Armas de la Universidad del Rosario, para quien la diferencia con los rutinarios ejercicios militares de esta época radica en el envío del portaaviones, en el antecedente del ataque al régimen sirio por parte de EE. UU., en las posiciones erráticas de la nueva diplomacia estadounidense y en el cada vez mayor desarrollo nuclear por parte de Kim Jong-un (líder norcoreano).
La situación podría agravarse en manos de Trump, dice Emilio Viano, politólogo e internacionalista de la American University. Mientras se aproxima a su día 100 como mandatario, el líder va a querer acumular un mayor número de éxitos, cuando su política interna tiende al fracaso, con hechos como el derrumbe de su reforma de salud en el Congreso y el freno de varios jueces a su intención de vetar el ingreso de ciudadanos de seis países de mayoría musulmana.
“El ataque a Siria le dio los aplausos del mundo, la oportunidad de lucir como un líder, como un presidente sin temor de usar sus poderes, y ahora él quiere continuar, quiere que esa onda positiva continúe”, analiza Viano, y agrega que como sabe lo difícil que será argumentar, sobre todo ante Rusia, que Siria es un enemigo al que hay que atacar, continuar con Corea del Norte sería lo más fácil de sostener ante el mundo.
Remotas salidas
“Una diplomacia internacional eficaz con Corea del Norte, acompañada de reducciones en las amenazas militares, ha contribuido a reducir las tensiones y es necesario volver a hacerlo”, advierte para EL COLOMBIANO, John Loretz, director de Programa de la Asociación Internacional de Médicos para la Prevención de la Guerra Nuclear (IPPNW), y agrega que si EE. UU. realmente quiere contribuir a una solución permanente de los conflictos en esa región, necesita em-
plear una diplomacia más efectiva con sus socios internacionales, entre ellos China y Rusia.
Entretanto, sugiere, Corea del Sur, “que no puede resolver esta situación sin la participación activa de la comunidad internacional”, debe optar por lo mismo. “Sin embargo, al confiar en la disuasión nuclear extendida de Estados Unidos, Seúl está empujando a Pyongyang hacia un rincón peligroso y en realidad se está haciendo menos seguro”, sostiene Loretz.
Por eso, concluye, eliminar las armas nucleares estadounidenses de la península coreana, y poner fin a la disuasión nuclear a cambio de la eliminación del programa de armas nucleares de Corea del Norte y el establecimiento de una zona libre de armas nucleares del nordeste de Asia, sería un paso muy positivo, “si todas las partes pudieran reunir la voluntad política de hacerlo”. Aunque lo anterior no resolvería los problemas subyacentes, podría proporcionar una base para abordarlos de una manera más constructiva