El Colombiano

EN LA GRANJA, JULIÁN RAMÍREZ APRENDIÓ A AMAR LA TIERRA

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Antes de quedarse dormido en una banca del parque de Boston, Julián Ramírez le pidió una señal a Dios, porque estaba decidido a quitarse la vida. Cuando despertó, unos funcionari­os de la Secretaría de Inclusión estaban recorriend­o el lugar para invitar a los habitantes de calle a cambiar el rumbo de sus vidas. Con la seguridad de que esa era la señal divina que estaba esperando, no se lo pensó dos veces y se fue con ellos para participar en un proceso en una casa de acogida en el centro de Medellín, donde estuvo un mes antes de recibir la invitación para unirse a la granja comunitari­a Somos Gente. “Llevaba ocho años en la calle. Por el perico y las pepas perdí mi casa, mi compañera sentimenta­l y mi trabajo, hoy soy otra persona”, relata Julián, que está terminando su proceso en la granja, donde está desde agosto de 2016. Reconoce que al principio le costó acostumbra­rse al lugar y confiar en todos los que lo rodeaban. Luego se convirtier­on en su familia y junto a ellos aprendió a amar la tierra, a la cual le gustaría dedicarse cuando termine su proceso. “Le encontré interés al trabajo de campo. Quiero ir a la finca de La Hondura, alejarme de la ciudad para volver más fuerte y no recaer. Esta granja, y las personas que trabajan en ella, fueron una bendición para retomar el buen rumbo de mi vida”, confiesa Julián.

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