CENTRALISMO IRRITANTE
El centralismo desafiante excluye todas las manifestaciones en los valores académicos, económicos, sociales, culturales de las regiones.
Ya se ha vuelto un lugar común repetir y repetir que en Colombia el centralismo es irritante. Sobre todo en la co- bertura y decisiones del Estado central. Y que ese centralismo desafiante excluye todas las manifestaciones en los valores académicos, económicos, sociales, culturales de las regiones. Suma de territorios que pocas oportunidades tienen de competir por no pertenecer a las logias nacidas a 2.600 metros sobre el nivel del mar y más “cerca de las estrellas”.
Para muestra los dos últimos botones del exuberante jardín de las determinaciones egocentristas del Gobierno Nacional.
En la Comisión del Gasto Público, nombrada para estudiar el ordenamiento, la racionalización –¿o acaso la disminución de la mermelada que ya tiene hostigados a sus beneficiados?– no hay sino economistas salidos de universidades de la capital de la República. De sus diez miembros, competentes por cierto, solo aparece un paisa egresado de una universidad antioqueña y que desde hace mucho tiempo emigró de estas breñas polucionadas: el exgerente del Emisor, José Darío Uri
be. Los demás provienen de Los Andes, el Rosario, el Externado –prestigiosas por cierto-, así como de universidades norteamericanas y londinenses.
No dudamos de los conocimientos, de las experiencias, de la sapiencia de los seleccionados, así algunos hayan transitado por la dirección de una economía como la nuestra, hoy con unos indicadores económicos bastante desalentadores por lo desacelerados, como lo afirma el ex ministro de Hacienda,
Roberto Junguito.
Lo discutible de esta nómina, al concentrar sus elegidos en universidades bogotanas, es que se estaría enviando un mensaje adverso al resto de las universidades colombianas de producir profesionales poco idóneos para asumir tales responsabilidades. Fuera de ser discutible, ¿no es irritante la exclusión?
Pero no solo allí se queda ese nuevo modelo de centralismo perturbador. Va más allá. Y es cuando el presidente Santos arma las ternas para completar la Corte Constitucional.
Aparecen en la lista de candidatos a esa alta corporación, juristas de las universidades de Los Andes y del Externado. Llenan los cupos. Las universidades de Antioquia, Bolivariana de Medellín, la del Valle, Bucaramanga y alguna de la costa Atlántica, no asoman sus títulos de talentosos egresados. Y menos la del Cauca, que durante tanto tiempo surtió los mosaicos de presidentes de Colombia. ¿Acaso considera nuevamente el poder central al excluirlas, que sus juristas están en decadencia? ¿Por qué los minimiza el poder central?
Así que para el Gobierno Nacional parecería que los profesionales salidos de universidades regionales tuvieran poco que aportar al pensamiento innovador. No solo al estudio del rediseño del gasto público –que pide a gritos una reorientación como lo sugirió no solo la Ocde sino el Foro de Davos– sino a sus aspiraciones a conformar las ternas para completar la Corte Constitucional. ¿Será que para el presidente Santos, con estas dos últimas determinaciones provocadoras a las tesis descentralistas, solo existen las universidades asentadas en la hermosa sabana de Bogotá?