El Colombiano

CON PIES DE PLOMO

- Por BEATRIZ DE MAJO beatriz@demajo.net.ve

A la reunión cimera de los dos jefes de Estado, el chino y el norteameri­cano, que tuvo lugar en Florida el pasado fin de semana le faltó poco para ser anodina. Las circunstan­cias externas y el momento político en que tuvo lugar intervinie­ron para que los resultados no fueran todo lo espectacul­ares y controvers­iales que se anunciaba. El plato fuerte tenía que ver -así lo anticipaba­n los analistasl­a posición política de los dos grandes del planeta en torno a los desafíos militares planteados por la carrera armamentis­ta nuclear de Corea del Norte.

Sin embargo, la reunión se celebró bajo el efecto nacional e internacio­nal del ataque aéreo protagoniz­ado por Donald

Trump en contra del gobierno de Damasco, un tema que consiguió levantar posiciones de apoyo entre las democracia­s del mundo entero. China no dijo “esta boca es mía”, pero debe haber aquilatado finamente lo que significan las actitudes viscerales del nuevo mandatario americano en materias tan sensibles como esta.

Lo cierto es que nadie sabe aún -ni en el medio norteameri­cano ni fuera de él- con cuál vara medir las actuacione­s del Sr. Trump, pero forma parte de las tradicione­s actitudina­les chinas evitar las posiciones destemplad­as, no darle paso a la provocació­n y blandir la mesura ante situacione­s compromete­doras. Una temeraria especulaci­ón de quien escribe es que Xi prefirió guardar distancia sobre ese tema y también sobre la movilizaci­ón del portavione­s Carl Vinson y fragatas norteameri­canas capaces de frenar por su fuerza de choque eventuales ataques misilístic­os ordenados desde Pyongyang.

No cabe duda que de haber ocurrido esto en el pasado, la reacción sobre tal despliegue militarist­a hacia la península coreana habría sido prudente pero inmediata, del lado de Beijing.

La posición china hasta hace unas semanas y la que han exhibido a los cuatro vientos internacio­nalmente ha sido la de hacer causa común con los rusos en Naciones Unidas en lo de vetar cualquier propuesta de Occidente que estuviera encaminada a sancionar al presidente sirio

Bashar al-Assad. Apenas en febrero de este año, Xi ordenó a sus representa­ntes en el Consejo de Seguridad de la ONU jugar de nuevo la carta de la “no intervenci­ón” cuando por séptima vez desde el inicio de la guerra interna en Siria, China y Rusia bloquearon la imposición de sanciones a Damasco pedida por Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos. En esta ocasión el tema objeto de penalizaci­ones era justamente el del uso de las armas químicas.

Así pues, Xi quien ha declarado recienteme­nte a la prensa que los temas sirios deben ser resueltos por la vía política, hizo bien en no mostrar los dientes en la ocasión de esta reunión cumbre.

Los dos jefes de Estado se concentrar­on en las diatribas comerciale­s que persisten entre los dos países, sin tener la urgencia de los temas militares. Xi otorgó importante­s concesione­s comerciale­s a los Estados Unidos en materia de inversione­s financiera­s y el acceso de la carne americana a su mercado interno y ambos mandatario­s se comprometi­eron a transar sus diferencia­s en los temas de intercambi­os en un plazo de 100 días.

Una muy práctica manera, sin duda, de pasar la página sobre la guerra mundial que pudiera estarse cocinando a fuego lento. En el caso de Xi, su ratificaci­ón como mandatario al fin de su primer quinquenio que se vence antes de fin de este año, debe haber estado presente en su mente todo el tiempo de la visita a Mar-a-Lago

Xi, quien ha declarado que los temas sirios deben ser resueltos por la vía política, hizo bien en no mostrar los dientes.

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