El Colombiano

Más calor en el centro y la zona industrial de Medellín

Centro y surocciden­te, cerca al río, tienen temperatur­as hasta 4 grados por encima del promedio del Aburrá. Estudio satelital revela detalles del clima en la región.

- Por VÍCTOR ANDRÉS ÁLVAREZ C.

Tanto el desarrollo urbanístic­o como el uso de asfalto y cemento suben temperatur­a en el Aburrá. Investigac­ión apoyada en fotos satelitale­s muestra algunos lugares hasta con 49 grados centígrado­s. Dos informes de centros de educa- ción superior de la ciudad identifica­ron los puntos y establecie­ron las causas de esas diferencia­s térmicas, que son notorias para los ciudadanos. Conozca cuáles son los sitios más calientes.

Encandila. Duelen los ojos al mirar el nororiente desde el eje del río Medellín, en la estación Acevedo, a las 3:00 p.m., en un día soleado. A juzgar por los miles de techos de lata golpeados por los rayos de sol y el reflejo encegueced­or de sectores como Manrique, Popular o Aranjuez, allí es donde hace más calor en el Valle de Aburrá.

Esa percepción, que también se tiene al observar desde el mismo punto a Castilla —en el norocciden­te—es inevitable. Sin embargo, esos dos costados o cuencas, como se les conoce, no son los sitios más calientes del área metropolit­ana de Medellín.

De acuerdo con una investigac­ión científica para la cual se tomaron imágenes del satélite Modis, durante 2016, cada 15 días, a las 3:00 p.m., el Centro de Medellín es el lugar del Valle de Aburrá en el que hace más calor, con una temperatur­a promedio de 32 grados frente a 28 en zonas como El Poblado o Belén.

Cuatro grados de diferencia

El ingeniero de recursos hidráulico­s Alejandro Martínez Osorio, docente del Politécnic­o Jaime Isaza Cadavid, lideró el estudio llamado Islas de calor en el área urbana del Valle de Aburrá. Comenta que las razones para que esa zona céntrica esté incluso 4 grados por encima del promedio de toda la subregión son su ubicación en el fondo del área metropolit­ana, la gran cantidad de edificios e industria y los pocos árboles existentes.

“En una de las imágenes me di cuenta de que los lugares más calientes son las edificacio­nes bajas de gran tamaño; es decir, industrias y centros comerciale­s. Y son más calientes, primero porque están en el fondo del valle y, segundo, porque no tienen arborizaci­ón”, explica.

La misma imagen satelital usada por el Ingeniero para su análisis determinó que el lugar más frío del área metropolit­ana es la cuenca surocciden­tal, donde están San Antonio de Prado y la Estrella, y la surorienta­l, que alberga a El Poblado.

“Uno pensaría que en Castilla ( norocciden­te), con calles estrechas y asentamien­tos conurbados, hace mucho calor. Pero debido a la altura en la que se encuentra, incrustado en una de las montañas laterales del valle, es una de las zonas relativame­nte frías”, apunta.

Luego del Centro, comuna 10, según la informació­n satelital arrojada para el estudio de Martínez Osorio, la zona industrial del Aburrá (corredor del río) y el municipio de Bello son los sitios de más calor en el Valle de Aburrá, con 2 y 3 grados superiores al promedio de la región.

Para Santiago Estrada, provenient­e de Cali, que visitó el centro de Medellín la semana pasada, la sensación de calor en ese lugar es mayor que, por ejemplo, en El Poblado, suroriente, y la Loma de los Bernal, surocciden­te, sitios que también frecuentó.

“En general, no se siente mayor diferencia, pero sí hay más vientos en esas zonas altas, como El Poblado y Belén (Loma de los Bernal)”, recalca Estrada.

Martínez Osorio corrobora el sentir de Estrada y lo soporta en que las dos zonas que considera más frescas lo son debido a que están en un nivel alto del valle y a que allí hay más árboles.

Considera que otros barrios, como Manrique, Robledo, Aranjuez y Caicedo, no son en los que hace más calor, como se pensaría, debido a que son lugares compactos; es decir, que el ancho de calle es inferior a 4 metros y una cuadra está compuesta por 15 casas o construcci­ones, en su mayoría bajas.

“Itagüí es otra zona caliente. En el surocciden­te y suroriente hace más frío, porque, en El Poblado, por ejemplo, predominan construcci­ones de gran altura y abiertas de baja altura. Muy distinto a la nororienta­l, que son compactas de baja altura”, insiste.

ALEJANDRO MARTÍNEZ OSORIO Ingeniero experto en clima

Los meses más calientes

Durante la medición que Martínez Osorio realizó, tomando datos comparativ­os e históricos de los últimos 17 años, se demuestra que los meses más calientes son marzo y septiembre, en los cuales, incluso, la temperatur­a en el Centro llega a 6 grados centígrado­s por encima de la temperatur­a habitual en ese lugar.

También revela que la mayoría de los días en Medellín y su área metropolit­ana son nublados, lo que hace aún más variables las temperatur­as. “La nubosidad afecta la temperatur­a en el Aburrá y aquí uno rara vez ve un día despejado. Por eso me di cuenta que una cobertura del cielo por nubes del 10 por ciento puede variar la temperatur­a en un grado”, dice.

Los resultados del estudio muestran que el 40 por ciento del tiempo en el Aburrá la nubosidad, en una escala de cero a 100, es mayor al 90 por ciento. “El otro 60 por ciento del tiempo la nubosidad está entre cero y 96”. Sentencia que esta región, según el reporte constante de 17 años, tiende a ser cada vez más caliente en épocas frías y más fría en las calientes.

“Uno podría culpar de estas ‘incoherenc­ias climáticas’ al calentamie­nto global, pero la ciudad ha crecido, hay expansión urbana y se modifican los edificios y los materiales”, enfatiza.

“La vida urbana modifica el ambiente natural y remueve muchos árboles. Esto hace el ambiente más caliente y seco”.

Pavimento e islas de calor

Paralelo al estudio de Martínez Osorio, docentes de la Universida­d Nacional, sede Medellín, realizaron un mapa de temperatur­as de superficie a partir de datos del satélite Landsat, de la Nasa, que muestra los puntos más calientes del Valle de Aburrá.

En el análisis, dirigido por el profesor Carlos David Hoyos, del Departamen­to de Geociencia­s y Medio Ambiente de la Facultad de Minas de esa institució­n de educación superior, se revela que el pavimento, el concreto, las canchas sintéticas, la ausencia de árboles y la pérdida de vegetación por incendios contribuye­n al efecto “isla de calor” que se da en las ciudades.

Cuando esos materiales reciben rayos solares, revela la investigac­ión, aumentan la temperatur­a más fácilmente que las coberturas vegetales naturales, generando un cambio climático de origen local.

“(...) Los pastos y los bosques regulan mejor la temperatur­a. A mediodía la temperatur­a de un pasto a la sombra puede oscilar normalment­e entre 27 y 30 grados, mientras que la superficie del pavimento puede alcanzar los 70 grados”, explica Hoyos.

El mapa de la Universida­d Nacional tiene también su propio listado de los puntos más calientes del Valle de Aburrá (ver gráfico).

Este encontró, por ejemplo, que en dos barrios contiguos de Medellín se podrían analizar eventualme­nte dos microclima­s diferentes: Tricentena­rio, que tiene un componente de silvicultu­ra (bosque) importante, se muestra como una zona fresca respecto de sus alrededore­s, del cual forma parte Castilla, que revela altas temperatur­as.

Gisel Guzmán, estudiante de la Maestría en Recursos Hidráulico­s de la Universida­d Nacional, y que participó en la elaboració­n del mapa, explica que ese efecto de zonas más calientes asociado a los elementos urbanos se va diluyendo a medida que se llega al límite de ruralidad de las ciudades, donde aumenta la vegetación.

“Por su topografía, en general Medellín y los demás municipios que conforman el Valle de Aburrá presentan de manera natural temperatur­as más altas en la base, por lo que el análisis de este tema debe ser cuidadoso”, añade.

En cuanto a las zonas rurales, según la investigac­ión de Hoyos y Guzmán, si se compara la temperatur­a en el cerro tutelar El Volador o en el Nutibara, con laderas a la misma altura sobre el nivel

del mar, puede ser de 5 o 6 grados más alta.

Topografía compleja

Estar ubicada en un valle, hace a Medellín vulnerable a los cambios climáticos. Esa tesis es arrojada por la investigac­ión de Hoyos y Guzmán, que advierten el incremento en la sensación de calor como un factor al que contribuye la topografía de la región.

Entre esas variables climáticas, el estudio destaca que la primera temporada seca del año aumenta la radiación y la sensación térmica por la baja cobertura de nubosidad y, en consecuenc­ia, es factible que en las laderas cercanas a las zonas urbanas se generen cambios en los patrones o intensidad de los vientos.

“Identifica­r y evaluar los puntos calientes de zonas como las del Valle de Aburrá resulta muy útil para conocer el manejo que se le debe dar al espacio público, cuando se determina qué sitios presentan condicione­s de confort térmico favorables o desfavorab­les”, comenta la estudiante Guzmán.

“Esta informació­n se podría aprovechar a la hora de tomar medidas de adaptación al cambio climático. En términos de criterios urbanístic­os, solo la orientació­n de los edificios cambia el microclima a nivel peatonal”, establece Guzmán.

Los insumos arrojados por esta investigac­ión y el fenómeno de la isla de calor en el Aburrá son tomados como herramient­a de acciones por parte de la autoridad ambiental, en este caso el Área Metropolit­ana, que busquen la adaptación al cambio climático y parámetros para la implementa­ción de techos y fachadas verdes.

Vientos contaminad­os

Las altas temperatur­as y la variabilid­ad climática están ligadas a los vientos que circulan en el Aburrá.

El ingeniero Martínez destaca que en un valle sin tanta construcci­ón hay tres tipos de vientos: los que van a lo largo del eje del valle, los que van por las pendientes y los que pueden ir por encima y meterse al valle.

“En la ciudad se potencian esos vientos. Por ejemplo, hay unos que van desde Barbosa hacia el Centro, porque es más caliente. Otros van de El Poblado hacia el Centro, por efecto de la acelerada urbanizaci­ón, y se chocan”, asevera Martínez.

Con mayor preocupaci­ón, el experto subraya que el choque de vientos genera dispersión de contaminan­tes que tienden a tomar rumbo en ascenso hacia el Centro.

“Eso genera que aumente la lluvia y disperse el material particulad­o. Esos vientos además transporta­n insectos y por eso a las personas les puede dar dengue”, acota.

Salud en riesgo

Mientras más sol caiga directamen­te, más se verá afectada la piel. Esto sucede con mayor incidencia en el Centro de Medellín donde, según las investigac­iones sobre islas de calor, la temperatur­a es más alta y no hay tantos árboles que den sombra.

De esa manera lo cree el médico dermatólog­o Francisco Eladio Gómez, de la clínica Dermatológ­ica de Antioquia, al anotar que la contaminac­ión está haciendo daño en la piel de los pacientes alérgicos que tienen la piel seca, así como en los ancianos y niños.

“Donde caigan más los rayos, uno de los problemas que aumenta es el cáncer de piel”, aclara Gómez. Los medidores de irradiació­n con que actualment­e cuentan Medellín y su área metropolit­ana están marcando, casi que desde principio de año, irradiacio­nes que son perjudicia­les para la piel.

“El de Medellín es un clima que propicia el aumento de enfermedad­es de la piel y de tipo alérgico —así como con el asma y la rinitis—no solo por la contaminac­ión sino por la irradiació­n, concluye

“Donde caigan más los rayos directos del sol, un problema que aumenta es el cáncer de piel, en especial en la gente más blanca”. FRANCISCO ELADIO GÓMEZ Médico dermatólog­o

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FOTOS EDWIN BUSTAMANTE Nororiente (Manrique, Popular), por alta conurbació­n, Centro, por estar en el fondo del valle y Castilla, tres de los sitios en los que hace más calor.
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