El Colombiano

V DE VERGÜENZA

- Por JORGE GIRALDO RAMÍREZ calia@une.net.co

Es un deber hablar de la situación de Venezuela. Así se sepa. Aunque sea tema trillado. A pesar de que las voces que se dejan oír sean reiterativ­as en cuanto a la posición, agnósticas en cuanto a las soluciones y evasivas en cuanto al juicio acerca de qué hemos hecho mal las sociedades y los gobiernos latinoamer­icanos para que lleguemos a una situación tan dramática.

En América Latina hemos tenido dictaduras, pero las dictaduras generan orden –ilegítimo pero orden– hasta el punto de que las tasas de homicidio más bajas del continente en el último medio siglo han sido las de la Cuba de Castro y el Chile de Pinochet. Hemos tenido guerras civiles en las que las responsabi­lidades, por definición, se distribuye­n entre gobiernos y entidades sociales. Caídas verticales en los indicadore­s sociales, sin guerra de por medio, algunas veces en Haití. Pero dictadura, desorden y pérdida neta en desarrollo humano, a la vez, solo en la Venezuela chavista. Quedo sujeto a datos que amplíen o maticen esta apreciació­n.

En las democracia­s representa­tivas el origen de todos los males está en la calidad de la representa­ción y en el germen del chavismo están los yerros de

Carlos Andrés Pérez y de Rafael Caldera, las alucinacio­nes del Teniente Coronel y los desencuent­ros de la oposición. Pero en el caso venezolano la contribuci­ón de algunos regímenes de la región fue inestimabl­e: el silencio brasileño, los negociados argentinos, las complicida­des boliviana y ecuatorian­a, la exacción cubana.

Todos prohijaron el paulatino desmonte de las institucio­nes regionales y su suplantaci­ón por organismos espurios e inanes; convirtier­on la gestión de la Carta Democrátic­a Americana en una lucha partisana, prestándos­e para sancionar a Paraguay y Honduras, para premiar a Cuba y ocultar el montaje del gobierno de partido único en Venezuela. La OEA terminó volviéndos­e insulsa, como lo dijo Chávez burlonamen­te… tenía toda la razón. Hasta que llegó el actual secretario quien, a pesar de los regaños de Mujica, se compró el pleito con el régimen de Maduro.

En esta lista hay que colocar los desatinos de la diplomacia colombiana que pasó de la pugnacidad de las administra­ciones de Uribe a la connivenci­a de las de Santos sin encontrar nunca un criterio rector claro que le hiciera honor a una cancillerí­a de trayectori­a ecuánime, a pesar de su falta de profesiona­lismo. La nominación que hizo Colombia de Ernesto Samper para la secretaría de Unasur fue ominosa. Samper vio el mamut chavista y, además, se montó en él.

En gran medida la pérdida de brújula nacional se debe a las Farc porque la gestión presidenci­al del acuerdo condicionó la política exterior del país y porque, erróneamen­te, muchos amigos del proceso creyeron que el paquete incluía el silencio frente a lo que pasaba en Venezuela. Memoria de los apóstoles del chavismo: Farc, Petro, Piedad

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