El Colombiano

LEY DE TIERRAS

- Por RUDOLF HOMMES rhommesr@hotmail.com

En la columna que publica hoy el diario El Tiempo comencé el análisis del proyecto de ley de tierras que está socializan­do en gira por varias ciudades del país el director de la Agencia Nacional de Tierras, Miguel Samper. Es un paso importante para cumplir con el primer punto del acuerdo de paz. Lo que busca este proyecto es aumentar notablemen­te el acceso a la tierra para los que no la tienen. La idea, como le dijo Samper al diario El País de Madrid, es que “el conflicto colombiano empezó en la tierra y es en la tierra donde debe terminar”. Hace falta que los interesado­s, principalm­ente los propietari­os de la tierra lo revisen minuciosam­ente con sus abogados para que cuando se expida la ley, que se va a llamar de “ordenamien­to social de la propiedad”, no marque el principio de otro conflicto que se extienda por otro medio siglo.

La lectura del de la sección 4 del proyecto de ley, comenzando con el artículo sobre expropiaci­ón y adquisició­n directa, genera incertidum­bre e insegurida­d sobre la preservaci­ón del derecho de la propiedad. Ese es un problema que necesariam­ente se quiere evitar si se desea que sea tranquilo el tránsito hacia una concepción moderna del uso de la tierra y de su valor intrínseco, despojándo­la de los atributos emocionale­s que posee en Colombia que han sido obstáculos para lograr un mayor acceso a la tierra en general, y a que tengan suficiente acceso a ella los campesinos y los productore­s pequeños, que son los que usan la tierra más eficientem­ente.

Una ley sobre el ordenamien­to social de la propiedad de la tierra no puede ignorar, como lo hace este proyecto, que la agricultur­a comercial hace un enorme aporte en términos de inversión, innovación, absorción de riesgos y contribuci­ón al empleo, a la producción y a la seguridad alimentari­a. Esta ley sería la oportunida­d para subsanar dos aspectos muy importante­s que impiden el desarrollo agropecuar­io. En primer lugar, reducir la limitación al tamaño de los predios que no pueden sobrepasar un determinad­o número de UAF; y en segundo lugar, subsanar la ausencia de un marco regulatori­o e institucio­nal que provea reglas de juego claras y equitativa­s para la ejecución de proyectos asociativo­s entre empresas agroindust­riales, campesinos y pequeños propietari­os, incluyendo la creación de institucio­nes que los regulen y supervisen. Algo similar hace falta para que el Estado pueda emprender estos proyectos en asociación con campesinos y otros productore­s sin caer en las redes del clientelis­mo, ni llevar a la ruina a sus asociados.

Para sacar adelante este proyecto hace falta atender a otros sectores de la opinión, buscando incluir a varios de ellos como partidario­s. Pero a pesar de que los objetivos del proyecto indiscutib­lemente deseables, no se debe perder de vista que si lo que se busca es construir una sociedad justa, armónica y productiva, el acceso a la tierra no es suficiente. La variable crítica es la educación y el acceso al conocimien­to. El exceso de atención que recibe el objetivo de distribuir mejor la tierra puede ser contraprod­ucente si se descuida el acceso a la educación de buena calidad a todos los niveles, Hace más falta la igualdad de oportunida­des de acceso a buena educación que a buena tierra

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