LA AGITACIÓN VUELVE AL CORAZÓN DEL CENTRO
“Alguien debería de ponerle mano a ese buzón”, considera Jeison Arley, el vendedor de masajeadores de madera. Se refiere a uno de esos artefactos, alargado y alto, que está parado detrás de él desde hace más de 50 años. Unos afirman que desde el tiempo de la presidencia de Marco Fidel Suárez. Blanco y con las contramarcas de República de Colombia, el buzón no guarda cartas sino basura. Papeles apretados se asoman por la ranura. “Podrían convertirlo en un adorno”, indica este hombre que le da la espalda todo el día, sentado como vive en su silla de ruedas. Miguel Henao, su vecino, vendedor de figuras —candelabros, ranas, copas, pájaros—, de cobre, bronce y antimonio, no alcanza a oír sus conside- raciones, a pesar de estar situado a un metro de distancia. Rugidos de autobuses que se detienen ante el semáforo, pitos de otros que tienen afán, pregones de vendedores se adueñan del sitio. Corrientes y contracorrientes de personas pasan por esa esquina. Dan la impresión de ser, en su mayor parte, trabajadores, secretarias y estudiantes que salieron de sus lugares de labor y no quieren saber de otra cosa distinta a la de volver a casa. Por eso, a pesar de que el sector está atestado de gente, los vendedores de la esquina de Junín con La Playa comienzan a guardar la mercancía. Vendedores de café en termos detienen sus carritos para venderles la bebida a los mercaderes que están terminando su jornada.