LA EDUCACIÓN SENTIMENTAL
¿Viviendo en Lego Land? Hay días en que uno siente que la ciudad se va pareciendo a una versión en aumento de una construcción de Lego, ese nombre con el que se conoce a esas piezas plásticas que les gustan tanto a los niños y con las que se construyen edificios, jardines o animales. Todo se ve prolijo, colorido y estético pero irreal.
La sensación aparece cuando aquel centro comercial te invita a su parque interior que consiste en un piso cubierto por un material sintético color verde, mesas con manteles de cuadros rojos, árboles y animales plásticos. Transmite un mensaje vacío porque ahí no hay esa interacción necesaria entre desconocidos que sí ves en un parque de verdad, no hay ese sentimiento que da el aire libre y tiene que ver con considerarse parte de algo más amplio que uno mismo.
Esa sensación también aparece al ver en la vía Las Palmas a los jardineros plantando flores o al reconocer las pantallas nuevas que muestran la velocidad de automóviles. El paisaje es bonito y se nota la inversión pero seguimos viendo accidentes diarios, vallas ilegales y camiones de humo contaminante. ¿Hay gente investigando las razones culturales detrás de tanta imprudencia y las alternativas educativas para combatirla?
Aquí ves personas que pregonan la importancia de lo natural y llegan a tomarse fotos en la llegada de una maratón sin haber corrido y con señales de su paso continuo por quirófanos y consultorios. Supermercados que te venden bolsas para reciclar con fotos de animales mientras tramitan licencias para construir en lugares donde será necesario talar decenas de árboles. ¿Terminaremos viviendo en Lego Land, un lugar donde todo se ve bonito, repleto, colorido y nuevo mientras el mensaje esencial va quedando en un segundo plano? Es fuerte la ciudad o persona que no concentra su poder en máquinas, músculos, aeronaves o dispositivos externos sino en la educación y la capacidad de entender a otros y resolver problemas desde la raíz. Va un paso adelante quien identifica patrones en sucesos que se repiten y se nutre del entorno para ver más allá de un suceso aislado.
“No me confundas con mi edad”: si me preguntan cuál es la frase de la semana, digo que esta. La pronunció una profesora que dejará las clases antes de que empiecen a decirle que sus ideas son un “problema de edad”.
Ella, que lleva décadas estudiando, encuentra que cada vez es más desafiante enseñar en Medellín el valor de la historia y la disciplina, entendida como la capacidad de manejar el temperamento y pulirse hasta ser la mejor versión de sí mismo.
Según ella, cada mensaje, conversación, libro y maestro cuenta. Y agrega que la capacidad de memorizar no es una práctica anacrónica sino una herramienta que unida al análisis, estimula el pensamiento y nos conecta mejor con otros. Sus palabras me hicieron recordar esa exposición del artista Juan Mejía que está por estos días en el Museo de Arte Moderno y de la que tomé el nombre para esta columna porque se centra en lo vital: en esa educación que se recibe y es la clave de todo
En la vía Las Palmas el paisaje es bonito, pero seguimos viendo accidentes diarios, vallas ilegales y camiones de humo contaminante.