VENEZOLANOS BUSCAN PROTECCIÓN
La población que ha ingresado está en situación de vulnerabilidad. Salud y educación, primeras garantías.
El Gobierno de Colombia debe atender a los ciudadanos vecinos que están en el territorio nacional, no solo en busca de trabajo sino también de educación y de atención médica. No hay claridad sobre cuántos son. ¿Cuáles son las estrategias que tiene el Estado para atenderlos?
La decisión que parecía lejana, una posibilidad remota en el futuro, se convirtió en una certeza: “El Gobierno de Venezuela nos puso el horizonte en la nariz, somos un país que vive del presente, no hay posibilidades de futuro. Con esta realidad, la mayoría de venezolanos estamos obligados a migrar”. Con estas palabras, el exembajador venezolano Leandro Area describe el momento histórico por el que pasa su país.
Venezuela, que de acuerdo con la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), ha sido históricamente receptor de migrantes, incluyendo miles de colombianos, hoy despide con más frecuencia a sus ciudadanos. De acuerdo con Migración Colombia, en enero de 2016 ingresaron a nuestro país 22.825 ciudadanos provenientes del país vecino, mientras que en el mismo periodo de 2017 la cifra ascendió a 47.094.
La llegada de migrantes venezolanos ha representado un reto para el Estado colombiano, pues a diferencia de lo que sucedía en décadas pasadas, las personas que están ingresando son de escasos recursos y suelen llegar sin documentación. En su diagnóstico, Migración Colombia señala que solamente en 2016 fueron deportados 1.547 venezolanos por ingresar de manera “irregular” al país. Otros 733 ciudadanos fueron deportados por encontrarse indocumentados.
María Teresa Palacios, especialista en Derechos Humanos de la facultad de Jurisprudencia de la Universidad del Rosario, conoce de cerca la le- gislación colombiana en materia migratoria.
Pese a que el país no tiene una fuente clara para saber ante qué tipo de migrantes estamos, Palacios dice que “se puede señalar que existen algunos perfiles como: trabajadores que buscan oportunidades de empleo, estudiantes que en algunas universidades han llegado a completar y homologar sus estudios, profesionales como médicos y abogados, trabajadoras sexuales, grandes inversionistas y microempresarios”.
La migración venezolana es diversa. Si bien Migración Colombia estima que cerca de 120.000 venezolanos viven en el país, estudios del Laboratorio Internacional de Migrantes de la Universidad Simón Bolívar señalan que fácilmente pueden ser más de 900.000 migrantes venezolanos los que habitan en Colombia.
*** Hace tres meses, el único hermano que le quedaba a Fernando Rojas en Venezuela partió hacia Colombia desde Barquisimeto, capital del estado de Lara. De los tres hermanos solo queda él, acompañado por sus padres.
“Son muchas las causas por las que salen las personas aquí en Venezuela, pero de fondo es una sola: buscar oportunidades y mejor calidad de vida. El último hermano que se fue tuvo un hijo con su esposa unos meses atrás. En julio del año pasado las cosas se pusieron difíciles porque no le alcanzaba el dinero ni siquiera para comprar pañales, medicamentos o incluso las mismas vacunas para el niño. Al final tuvo que desprenderse del niño para ir a trabajar en Colombia”, cuenta Fernando.
Es probable que la familia Rojas termine asentada en Colombia. A Fernando no le molestaría vivir en Brasil, pero no sabe portugués. En los otros países vecinos, como las Guayanas, no hay muchas posibilidades de trabajo. Así, la frontera con Cúcuta resulta la salida más tentativa, la más cercana.
Pese a que la migración de venezolanos comenzó a ser más evidente en los últimos años, los motivos y las historias mantienen una constante desde años atrás. Así lo demuestra el caso de Alba Pereira, hoy reconocida por los venezolanos en Bucaramanga.
La historia de Alba también se remite a la ciudad de Barquisimeto: “Llegué a Colombia en 2004. Tuve que dejar a mi familia porque me hicieron una persecución. Tenía un restaurante y durante un paro petrolero mandaron a saquear todos los negocios que no eran chavistas y, claro, el mío se vio afectado. Aparecí en la lista de restaurantes no chavistas y me tocó salir porque no tenía cómo sobrevivir”.
Sola cruzó la frontera y, estando en Pamplona (Norte de Santander), extendió el mapa de Colombia: “Puse el dedo y salió Bucaramanga. Arreglé mis maletas, cargadas más de ilusiones y de esperanzas que de otra cosa y me radiqué allá”. Alba no tuvo problema para acceder a la ciudadanía colombiana, tampoco para obtener servicios de salud.
Con algunos enseres, Alba comenzó a trabajar vendiendo comida venezolana. Poco a poco, el voz a voz fue creciendo y los migrantes que llegaban a Bucaramanga la visitaban, no solo por su comida, sino por los consejos que les podía dar para vivir en Colombia; cómo sacar la cédula, cómo pedir una cita médica.
“Me visitan mucho porque las cosas se han puesto muy difíciles. Antes era más fácil acceder a los papeles, ahora hay una cantidad de docu- mentos que pide el Gobierno. Por ejemplo, toca llevar la partida de nacimiento venezolana apostillada y legalizada. Ese trámite puede demorarse meses”, cuenta Alba.
Según Migración Colombia, en lo corrido de 2017 ingresaron 236.426 venezolanos, de los cuales cerca de 34.000 permanecen en territorio colombiano. La mayoría de migrantes llegan a Cúcuta, Bogotá, Ipiales y Medellín.
Llama la atención que, por ejemplo, en 2012 ingresaran 15.736 venezolanos a Medellín y en 2016 un total de 27.810 . También resulta sorpresivo, por ejemplo, que en Bogotá la migración de venezolanos pasó de 127.389 en 2012 a 162.460 en 2016. Vale la pena decir que no todos los migrantes que ingresaron se quedaron a vivir en la ciudades.
En los estudios que hizo Migración Colombia aparece que en 2016 un total de 10.094 venezolanos llegaron a Colombia con interés de permanecer como residentes, mientras que en 2015, por ejemplo, se reportaron 7.830 residentes de Venezuela, mientras en 2014 fueron cerca de 6.350.
¿Cómo reaccionar?
El pasado 6 de febrero, la Corte Constitucional emitió una sentencia exigiéndole al Estado protección para las trabajadoras sexuales provenientes de Venezuela. La Corte falló a favor de Nelcy Esperanza Delga
do, quien promovió una acción de tutela a favor de las trabajadoras de una taberna en Chinácota (Norte de Santander).
Con ponencia del magistrado Jorge Iván Palacio, la Corte señaló que “situaciones particulares de carácter socioeconómico son las que seguramente han llevado a estas mujeres venezolanas a migrar hacia Colombia para realizar esta clase de actividades”.
Además de ordenar la protección de las trabajadoras venezolanas, la Corte le pidió al Gobierno abstenerse de hacer deportaciones masivas , como sucedió el año pasado: “No es permisible, ni aceptable, bajo los parámetros del Derecho Internacional de los Derechos Humanos, que se hagan deportaciones masivas. El Estado colombiano no puede desconocer las normas internacionales en materia de protección de migrantes”.
Cumpliendo con la sentencia, el Gobierno ha tomado algunas medidas. El Ministerio de Salud, por ejemplo, emitió un decreto que obliga a los hospitales a brindar atención médica a los migrantes. Para que los hospitales públicos cuenten con capacidad suficiente, el Ministerio de Salud les entregará 10 mil millones de pesos de una subcuenta del Fosyga.
“En el año 2016 se atendieron 2.600 pacientes venezolanos, el costo de esas atenciones estuvo cercano a los 2.500 millones de pesos. En el año 2017, llevamos 1.000 atenciones”, explicó el ministro de Salud, Alejandro Gaviria.
Siguiendo esta línea, la canciller María Ángela Holguín anunció que “en el tema de educación, los venezolanos pueden matricularse sin la necesidad de tener ningún tipo de registro”. Eso sí, fue clara en que para trabajar se necesitan requisitos: “Llevamos 500 empresas sancionadas que han empleado a venezolanos sin papeles y que por eso mismo les pagan cifras irrisorias y no responden por la seguridad social, nada”.
Las medidas de educación y salud han sido bien recibidas por la comunidad venezolana. Sin embargo, como lo advierte la profesora María Teresa Palacios, el presidente Juan Manuel
Santos tiene un dilema : “El Gobierno de Venezuela podría considerar que recibir a sus nacionales y darles protección podría ser una provocación de parte del gobierno de Colombia, que estaría desconociendo el gran aporte de Venezuela para la consecución de nuestro acuerdo de paz. Por otra parte, la oposición podría verlo con buenos ojos y como actos de solidaridad”.
En la historia de la relación entre Colombia y Venezuela se ha destacado el intercambio comercial. Por esta razón, como lo explicaba la profesora Palacios, la migración venezo- lana en décadas pasadas se caracterizaba por la llegada de empresarios e inversionistas.
En diálogo con EL COLOMBIANO, Germán Umaña Mendo
za, director ejecutivo de la Cámara Colombo Venezolana explica que, en efecto, el comercio binacional ha decaído: “El principal destino de los productos industriales, de valor agregado, era el vecino país. Autopartes y vehículos, petroquímica y química, textiles y calzados fueron algunos de los sectores más beneficiados de este comercio. De esta manera, en el 2007 Colombia llegó a exportar más de US$6.000 a Venezuela, y les comprábamos aproximadamente US$2.000 millones”.
Sin embargo, la crisis política, entre otros motivos, golpeó drásticamente al comercio. Así lo explica Umaña: “Mientras que en el 2015 exportamos US$1.060 millones, en el 2016 cayó hasta US$614 millones, un 42% menos”. En el transcurso de 2017, cuenta el director, las exportaciones siguen disminuyendo. “Para el periodo enero- febrero, la caída fue de 78%, al pasar de 173 millones en el 2016 a US$38 millones”.
Ante este panorama económico, cientos de migrantes venezolanos de sectores vulnerables han llegado a Colombia. Un ejemplo de esta migración es el caso de las trabajadoras sexuales, que se han localizado principalmente en las ciudades de frontera y en Bogotá