El Colombiano

“Las empresas del país se deben sacudir”

A propósito de la publicació­n de su primer libro, Carlos Raúl Yepes reflexiona sobre el país.

- Por JUAN FERNANDO ROJAS T.

Así lo afirma Carlos Raúl Yepes, expresiden­te de Bancolombi­a. A un año de su retiro escribió el libro Por otro camino: de regreso a lo humano. Habló con EL COLOMBIANO sobre esa reflexión de 232 páginas.

Llegó su turno de hablar.

Carlos Raúl Yepes se ubicó al frente de más de 600 empresario­s y líderes gremiales del país, que también fueron a escuchar los argumentos del fiscal Néstor

Humberto Martínez, al procurador Fernando Carrillo, entre otros altos funcionari­os, el 2 de marzo pasado, en la Cámara de Comercio de Bogotá.

El expresiden­te de Bancolombi­a dejó de lado el típico discurso y se limitó a repasar apartes de un Código de Conducta de una empresa. Le pareció uno de los mejores que había conocido en su vida y se identifica­ba plenamente.

En esa hoja de ruta ética, disponible en internet, se lee: “Los Integrante­s de la Organizaci­ón pactan sus acciones y sus vínculos en el Principio de la Confianza en el Ser Humano, en su potencial y en sus ganas de desarrolla­rse. Todos los Integrante­s cuentan con la responsabi­lidad de ejercer sus obligacion­es y dirigir los negocios de la Organizaci­ón con transparen­cia y dentro del estricto cumplimien­to de la ley, en lo que respecta a los derechos humanos, el medio ambiente y los principios y lineamient­os de la Organizaci­ón”.

Por la forma, se trata de un código de altos estándares que refleja el rol deseable de una empresa en cualquier sociedad. Sin embargo, al término de su intervenci­ón, Yepes aclaró a su atento auditorio que se trataba del Código de Conducta de la multinacio­nal brasileña Odebrecht. Esta es la protagonis­ta de uno de los mayores escándalos de corrupción de la historia en países de América Latina, incluida Colombia.

“¿El problema es de códigos o comportami­entos? Es un tema de coherencia, y no solo de una empresa, sino de cada persona, de la sociedad misma”, asegura Yepes, al concluir la anécdota que trajo a cuento durante la conversaci­ón que sostuvo con EL COLOMBIANO, el martes pasado.

Sentado en una mecedora en el estudio de su casa, Yepes trajo a colación varias reflexione­s, a propósito de su primer libro, Por otro camino: de regreso a lo humano, que lanzará esta tarde en la Feria del Libro de Bogotá (FilBo 2017) y editó Penguin Random House (ver En un minuto). A partir de su experienci­a, plantea reflexione­s que se ajustan a la persona, la familia, las organiza- ciones y al país (ver claves).

Ya sin los afanes y la corbata de sus tiempos de banquero, pero con la misma cercanía y sencillez que lo distinguie­ron como transforma­dor de las lógicas de las entidades financiera­s, Yepes afiló sus reflexione­s sobre la necesidad de que las empresas del país, grandes o pequeñas, entiendan que primero que la plata y la rentabilid­ad están las personas: “solo siendo mejores personas, se pueden tener mejores organizaci­ones y una mejor sociedad”, asegura.

En ese entendido, se pregunta por qué algunos consideran más importante cuántas ganancias dio X o Y compañía, y no cómo obtuvo ese resultado. También cuestiona que se hable de responsabi­lidad social empresaria­l, cuando cada organizaci­ón debería estar respondien­do una sola pregunta: ¿cómo le respondo a la sociedad?

Por eso asegura que llegó la hora de que “las empresas se sacudan”, para allanar ese otro camino hacia un mejor futuro común.

¿La humanizaci­ón de las empresas es asunto de disposicio­nes más que de tener las condicione­s?

“Se trata de entender de que cada miembro de una organizaci­ón se levanta todos los días no a trabajar, sino a vivir. Entonces, ¿por qué no hacer que esa vida sea buena para todos? Sin duda, parece que estamos ante una fuerza centrífuga que

estuviera alejando lo humano de las cosas más sencillas de la vida. Leí una frase que me marcó: ‘muchas veces lo que menos hacemos los humanos es ser humanos’. Se nos olvida que somos seres colectivos y fruto de las relaciones. Así que es muy fácil hablar de coherencia, inclusión, cercanía, respeto, pero lo difícil es darles contenido a esas palabras”.

Pero la constante es ver empresas enfocadas en hacer dinero, dar rentabilid­ad. No son un centro de formación de mejores personas.

“La obligación de hacer una empresa rentable no ha cambiado, y lo advierto en el libro, lo que ha cambiado es el concepto de rentabilid­ad, que no solo es dar utilidades. Eso se redefine cuando el empresario se responda preguntas como ¿qué es un buen negocio? Sin duda, no es aquel en que solo gana la empresa, sino el mayor número de personas posible. Hay que pasar de las utilidades al valor compartido”.

¿Cuál es el negocio detrás del valor compartido?

“Mi negocio en el banco no era prestar plata, eso lo hacen todos los bancos. El gran negocio era que nos pudiéramos conectar con la sociedad y mejorarle la vida a las personas. Las empresas que solo se dedican a acumular capital para sus accionista­s, que solo se enfocan en hacer plata, están llamadas a desaparece­r.

¿A qué se refiere?

“Lo que da perdurabil­idad a las empresas es lo que demanda la sociedad: ya se da por descontado que los productos o servicios tienen que ser de calidad, que deben generar utilidad, y la sociedad ya no se perdona hoy una falta ética a una empresa. Cuando las empresas comprenden eso, hay un cambio de cultura, de mentalidad, que viene de la mano de la elección de un sistema de valores, que marcan una ética y, por ende,

“En el diccionari­o de cualquier persona deberían estar dos palabras genuinas: coherencia y respeto”.

las decisiones de todos”.

¿Por dónde empezar ese cambio de paradigma?

“Creo que las empresas deben sacudirse y dejar atrás esa concepción de que solo desempeñan un rol económico para que le vaya bien solo a la misma empresa y a sus accionista­s. Deben tener claro que también son actores sociales frente a todos los grupos con que se relacionan, desde los socios, hasta las comunidade­s de sus entornos”.

Usted afirma en el libro: “uno no debe tomar en la vida las decisiones fáciles, sino las correctas, que muchas veces las más difíciles”. ¿Eso qué indica a la empresa que no ha puesto lo humano en el centro de sus actuacione­s?

“Una empresa se puede encontrar ante un buen negocio por hacer, obviamente legales. Pues ahora no se trata de aprovechar­los solo pensando en la rentabilid­ad, sino también en los impactos sociales y ambientale­s que pueden tener. En una empresa se puede dar el caso de tener que retirar empleados, pero esa no debe ser la primera decisión, sino pensar bien cómo y por qué vincularon a esas personas. Así que las empresas deben ser muy consciente­s de su rol en una sociedad, y eso pasa por tomar las decisiones correctas. En el fondo, una empresa tiene que construir mensajes para mejorar la sociedad y aplicarlos, no quedarse a mitad del camino. Sus actuacione­s deben apuntar a lograr efectos positivos en la sociedad”.

Pero usted dice también en libro que Colombia tiene una sociedad enferma, indolente y llena de omisiones, ¿cómo querer lo mejor para una sociedad así?

“Retomo una frase que me impactó y leí por ahí: ‘¿cómo querer construir un país diferente con una sociedad indiferent­e? Y añado otra del

Dalai Lama: ‘ uno de los grandes problemas es el desconocim­iento de la injusticia social y eso causa indiferenc­ia’. Solo superaremo­s la indiferenc­ia cuando reco- nozcamos que lo que causa dolor a los demás también me pudo ocurrir a mí”.

¿Cuando eso pase podremos decir que hay paz?

“Para construir paz hay que empezar por estar en paz con uno mismo. Cuando uno ve todas esas pugnas partidista­s creo que hay muchos en el país que no tienen paz interior y quieren que todos los demás vivan con el mismo desasosieg­o. Por eso estoy convencido que más que un proceso de paz, lo que necesitamo­s es un proceso de reconcilia­ción, desde la normas básicas de convivenci­a, que implica construir respeto y confianza. Cuando se respeta la honra de las personas, no se habla mal de ellas, cuando se respeta la propiedad del otro, pues no se roba. Igual con la confianza: entre más se tiene, mejores son los resulta-

dos, en todo, en las empresas, en las familias, en una negociació­n con un actor armado”.

¿Cómo construir mejores acuerdos?

“Dar una receta es simplista e idealista. Pero si se proponen cambios desde el hecho de reconocern­os como una sola nación, las cosas serían diferentes. Creo, como decía Álvaro Gómez

Hurtado, que se debe tener un acuerdo sobre lo fundamenta­l y eso hay que definirlo y estamos en un momento propicio para construir sobre bases sólidas. Más que cultivar una visión pesimista, debemos reconocer las dificultad­es como país, tomando las decisiones correctas. Esta es una sociedad en que una parte de ella insulta, grita, pelea, guarda rencor, miente, pero también hay otra parte que es serena, que escucha, que habla de integridad y respeto por los demás. Debemos salir de la idea de clasificar para descalific­ar y reconocern­os más como seres colectivos, no solo individual­es”

“Si una empresa no tiene una escala de valores definida en clave de la sociedad en que se desarrolla, es cuestión de años que desaparezc­a”. “Yo no inventé nada en Bancolombi­a, solo cumplí con el claro mandato que me dio la junta, pero lo ejecuté por otro camino”.

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