No más chimeneas rodantes
La ciudad tiene suficientemente diagnosticadas las fuentes de contaminación del aire, el reto está en que los controles a las mismas sean efectivos y los infractores modifiquen su conducta.
Tan grave como la densa capa contaminante, generada por las denominadas “chimeneas rodantes” y otras fuentes de partículas, que impiden ver las montañas y borran el horizonte en el Valle de Aburrá, resultan los males que estas causan a la salud, en especial por su gran composición cancerígena.
El problema en Medellín se hace más crítico debido a su alto nivel de urbanismo (98 %), la gran concentración de vehículos (1.200.000) y su ubicación geográfica en un valle donde el aire difícilmente circula y las partículas contaminantes pueden quedar días suspendidas en el aire, lo que multiplica su amenaza para la salud pública.
En un reportaje publicado ayer por EL COLOMBIANO, bajo el título “Partícula en el Aire del Aburrá es 53,4 por ciento cancerígena”, que recoge varias investigaciones adelantadas por centros científicos de las más prestigiosas universidades de la región y avaladas por la Agencia de Protección Ambiental de EE. UU., principal autoridad global en la materia, se vuelve a alertar sobre la complejidad del problema y la necesidad de que se adopten medidas de fondo para evitar que el fenómeno crezca más.
Si bien son varias las fuentes que envenenan o enrare- cen el aire de la ciudad, como las calderas de carbón, fueloil, las industrias, las canteras e incluso las canchas de fútbol de arenilla, entre otras, el agente que más peligro reviste para la salud es el hollín o carbono negro, que proviene de las emisiones directas vehiculares, con su aporte a la partícula respirable del 53,4 por ciento de elementos cancerígenos, como lo prueba una in- vestigación realizada por el Grupo de Higiene y Gestión Ambiental, del Politécnico Colombiano Jaime Isaza Cadavid, que descifró su composición, todas sus fuentes de emisión y el porcentaje de contaminación de las mismas.
Otro elemento clave dentro de las investigaciones fue descubrir la partícula PM2.5 micras, que se genera por motores que utilizan el diésel como combus- tible, ya que su composición cancerígena es del 91,2 por ciento, burla cualquier filtro que utilicen las personas y se aloja directamente en el pulmón.
Incluso, los gases que generan los motores diésel provocan cáncer en los seres humanos y pertenecen a la misma categoría de productos potencialmente letales como el asbesto, el arsénico y el gas mostaza, alertó la Organiza- ción Mundial de la Salud y ciudades como París, capital de Francia, prohibirán que a partir de 2020 ningún vehículo diésel circule por su territorio.
Aunque la presencia de tales partículas en el aire no quiere decir que las personas van a empezar a morirse de cáncer, sí es una alerta importante para que las autoridades del orden nacional, departamental y local, empresas, transportadores y ciudadanía en general adopten sus propias medidas y lleguen a unos acuerdos y protocolos de fondo en pro de la calidad del aire, porque se trata de salvar vidas.
Hace apenas una semana el Departamento Nacional de Planeación presentó el resultado de una investigación en la que denuncia que en Medellín, en los últimos dos años, al menos, 1.013 personas murieron por males relacionados con la contaminación del aire, convirtiéndose en la región con mayor número de muertos por esta causa en el país, seguida por Bogotá.
Si bien los aportes científicos son clave para plantear los problemas que afectan al medio ambiente y contribuir a sus soluciones, como afirma el Nobel de Química Mario Molina, la solución de los mismos corresponde a la sociedad