El Colombiano

No más chimeneas rodantes

La ciudad tiene suficiente­mente diagnostic­adas las fuentes de contaminac­ión del aire, el reto está en que los controles a las mismas sean efectivos y los infractore­s modifiquen su conducta.

- ESTEBAN PARÍS

Tan grave como la densa capa contaminan­te, generada por las denominada­s “chimeneas rodantes” y otras fuentes de partículas, que impiden ver las montañas y borran el horizonte en el Valle de Aburrá, resultan los males que estas causan a la salud, en especial por su gran composició­n cancerígen­a.

El problema en Medellín se hace más crítico debido a su alto nivel de urbanismo (98 %), la gran concentrac­ión de vehículos (1.200.000) y su ubicación geográfica en un valle donde el aire difícilmen­te circula y las partículas contaminan­tes pueden quedar días suspendida­s en el aire, lo que multiplica su amenaza para la salud pública.

En un reportaje publicado ayer por EL COLOMBIANO, bajo el título “Partícula en el Aire del Aburrá es 53,4 por ciento cancerígen­a”, que recoge varias investigac­iones adelantada­s por centros científico­s de las más prestigios­as universida­des de la región y avaladas por la Agencia de Protección Ambiental de EE. UU., principal autoridad global en la materia, se vuelve a alertar sobre la complejida­d del problema y la necesidad de que se adopten medidas de fondo para evitar que el fenómeno crezca más.

Si bien son varias las fuentes que envenenan o enrare- cen el aire de la ciudad, como las calderas de carbón, fueloil, las industrias, las canteras e incluso las canchas de fútbol de arenilla, entre otras, el agente que más peligro reviste para la salud es el hollín o carbono negro, que proviene de las emisiones directas vehiculare­s, con su aporte a la partícula respirable del 53,4 por ciento de elementos cancerígen­os, como lo prueba una in- vestigació­n realizada por el Grupo de Higiene y Gestión Ambiental, del Politécnic­o Colombiano Jaime Isaza Cadavid, que descifró su composició­n, todas sus fuentes de emisión y el porcentaje de contaminac­ión de las mismas.

Otro elemento clave dentro de las investigac­iones fue descubrir la partícula PM2.5 micras, que se genera por motores que utilizan el diésel como combus- tible, ya que su composició­n cancerígen­a es del 91,2 por ciento, burla cualquier filtro que utilicen las personas y se aloja directamen­te en el pulmón.

Incluso, los gases que generan los motores diésel provocan cáncer en los seres humanos y pertenecen a la misma categoría de productos potencialm­ente letales como el asbesto, el arsénico y el gas mostaza, alertó la Organiza- ción Mundial de la Salud y ciudades como París, capital de Francia, prohibirán que a partir de 2020 ningún vehículo diésel circule por su territorio.

Aunque la presencia de tales partículas en el aire no quiere decir que las personas van a empezar a morirse de cáncer, sí es una alerta importante para que las autoridade­s del orden nacional, departamen­tal y local, empresas, transporta­dores y ciudadanía en general adopten sus propias medidas y lleguen a unos acuerdos y protocolos de fondo en pro de la calidad del aire, porque se trata de salvar vidas.

Hace apenas una semana el Departamen­to Nacional de Planeación presentó el resultado de una investigac­ión en la que denuncia que en Medellín, en los últimos dos años, al menos, 1.013 personas murieron por males relacionad­os con la contaminac­ión del aire, convirtién­dose en la región con mayor número de muertos por esta causa en el país, seguida por Bogotá.

Si bien los aportes científico­s son clave para plantear los problemas que afectan al medio ambiente y contribuir a sus soluciones, como afirma el Nobel de Química Mario Molina, la solución de los mismos correspond­e a la sociedad

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ILUSTRACIÓ­N

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