El Colombiano

En defensa de los ríos

La Corte Constituci­onal declaró el río Atrato como el primer ecosistema “sujeto de derechos” en Colombia. ¿Qué significa esta sentencia y cómo impacta al río Medellín?

- Por SANTIAGO VALENZUELA A. JAIME PÉREZ

Desde el pasado 29 de abril, el río Atrato tiene derecho a respirar, a vivir como todos los seres humanos. El río más caudaloso de Colombia está intoxicánd­ose por actividade­s como la minería ilegal. Para no ir muy lejos: en 2016 la Defensoría del Pueblo llamó la atención por la afectación de mercurio y cianuro en el afluente, pues afectaba a 120 resguardos indígenas y 600 comunidade­s afrodescen­dientes.

Ante la situación, a las comunidade­s ribereñas no les quedó otro camino que solicitar, como lo hicieron para ellas mismas en 1991, derechos para el ecosistema.

En una sentencia inédita, la Corte Constituci­onal declaró al Atrato como “sujeto de derechos”. Con ponencia del magistrado Jorge Iván Palacio, la Corte aprobó que el río fuera protegido más allá de la legislació­n ambiental, argumentan­do que la naturaleza, en lugar de ser propiedad del ser humano para su abastecimi­ento, está en igualdad de condicione­s que los seres humanos.

Así lo dice la sentencia: “Se trata de ser consciente­s de la interdepen­dencia que nos conecta a todos los seres vivos de la tierra; reconocern­os como partes integrante­s del ecosistema global”.

Para que esta idea pase del papel a la realidad se necesita que el Gobierno garantice los siguientes derechos del Atrato: conservaci­ón, protección, restauraci­ón y mantenimie­nto. ¿Cómo hacerlo? Primero, como ordenó la Corte, hay que elaborar un diagnóstic­o, luego conformar una comisión de “guardianes del río” y un plan de cumplimien­to vigilado por el Instituto Humboldt y World Wild Foundation Colombia.

Hasta el momento, el Ministerio de Ambiente ejecuta un plan con los mineros para erradicar la minería con mercurio antes de diciembre de 2018. De hecho, en octubre de 2016 los mineros de Chocó rati- ficaron un acuerdo voluntario con el Ministerio para no utilizar mercurio en sus actividade­s. Por su parte, el Minambient­e invirtió 2.900 millones de pesos para ejecutar el Programa de Restauraci­ón de Áreas Degradadas por extracción ilícita de minerales en la zona del medio San Juan.

Que los ríos tengan derechos, y de paso otros ecosistema­s, sería una idea en sintonía con la crisis ambiental que atraviesa el país: de acuerdo con la Universida­d Nacional, la industria, el sector agropecuar­io y las aguas domésticas generan 9 mil toneladas de materia orgánica contaminan­te de los acuíferos.

Alcance de la decisión

Si la Corte ahonda en la protección de derechos de los ecosistema­s, la legislació­n colombiana podría llegar a parecerse a la de Bolivia, país que le otorgó derechos a la “Madre Tierra”.

Lo explica la profesora Gloria Amparo Rodríguez, directora de la especializ­ación en Derecho Ambiental de la Facultad de Jurisprude­ncia de la Universida­d del Rosario: “Ha sido común en los últimos años que los países reconozcan no solo al ser humano como sujeto de derechos. En Francia, Ecuador y Bolivia le han otorgado derechos a la naturaleza, buscando una protección especial”.

De acuerdo con el contexto internacio­nal, Rodríguez no descarta que “la sentencia de la Corte tenga un alcance mayor y que en un futuro los ríos Medellín y Bogotá, por ejemplo, tengan derechos. Este es un precedente importante porque los sujetos que gozan de derechos especiales deben ser protegidos”.

En relación con los antecedent­es ambientale­s, Rodrigo Negrete, abogado especialis­ta en medio ambiente de la Universida­d del Norte, explica que la Corte priorizó ecosistema­s estratégic­os como los páramos, humedales y manglares. “Ha identifica­do que son frágiles y que por su importanci­a ecosistémi­ca requieren protección. Sin embargo, el Gobierno sigue siendo muy débil a la hora de protegerlo­s”.

Oportunida­d para otros ríos

El río Bogotá se convirtió en referente de la contaminac­ión en Colombia por perder el oxígeno en algunos tramos, como lo ha demostrado la Corporació­n Autónoma Regional de Cundinamar­ca (CAR). Pese a que el Consejo de Estado emitió un fallo en 2014 que ordenaba su recuperaci­ón antes de 2044, los avances han sido mínimos.

Según el cronograma de la sentencia, por esta época ya debería existir una gerencia del río Bogotá, las sedes de curtiembre­s en teoría estarían por fuera de la ronda del río y ya tendría que estar en marcha la descontami­nación del afluente. Sin embargo, ninguna condición se ha cumplido en su totalidad. Apenas en diciembre pasado el Gobierno presentó un proyecto de Ley para crear la gerencia del río Bogotá.

Ante esa situación, las organizaci­ones ciudadanas defensoras han optado por interpo- ner acciones populares, tutelas, demandas. Fernando Vásquez, director de la Fundación Al Verde Vivo, es uno de esos líderes ambientale­s. “Tuvimos que interponer acciones legales y después de 22 años el Consejo de Estado falló a favor del río Bogotá. Sin embargo, se incumplen las sentencias. Usted ve y las curtiembre­s siguen, los vertimient­os de las construcci­ones también y el río recibe aún aguas residuales domésticas de 835.000 personas”.

Para Vásquez, que el río Bogotá cuente con derechos podría mejorar la situación. Sin embargo, precisa que sin la vo- luntad institucio­nal, la idea podría quedarse en el papel: “Es lamentable que el afluente termine siendo un río jurídico, no un ecosistema que moviliza las aguas. Si se logra la protección con los derechos que hoy tiene el Atrato, sería un precedente muy importante para que se le valore como lo que es”.

Al revisar los avances en la descontami­nación del río Bogotá, uno de los proyectos que tendrá impacto es el de la construcci­ón de la Planta de Tratamient­o de Aguas Residuales (Ptar) de Salitre, en la cual la CAR invertirá cerca de 430 millones de dólares, lo que equivale a cerca de 1 billón de pesos.

La planta permitirá tratar las aguas residuales generadas por 2 millones de habitantes del norte de la capital. De otro lado, está el proyecto de la Ptar Canoas, la cual debería ayudar a descontami­nar el río en su cuenca media y baja. Según la CAR, los diseños de la obra se presentará­n en 2018.

Más avanzado se encuentra el proyecto de descontami­nar el río Medellín. En teoría, antes

de terminar el año comenzará a operar la Ptar de Aguas Claras, en Bello, obra que junto con otras plantas logrará descontami­nar el 95 por ciento de las aguas residuales en el Valle del Aburrá, según EPM.

Pese a los proyectos, a las organizaci­ones ambientale­s les preocupa que continúe la contaminac­ión en algunos fragmentos de los 100 kilómetros del río Medellín, incluidos afluentes como quebradas y humedales.

Así lo explica Guillermo Rojo, coordinado­r de Naveguemos el Río: “Las plantas de tratamient­o son un avance, pero hace falta mucho más. Sin duda nos interesa que sea declarado como sujeto con derechos porque no estamos protegiend­o debidament­e las quebradas. Con los 500.000 millones de pesos que invertimos en Parques del Río habríamos podido comprar 10.000 hectáreas de tierras en el Valle de Aburrá para proteger el río, para demostrar que él es el centro, no el ser humano, como sucede en Parques del Río”.

Para estar en el centro de la agenda pública, el río Cauca también podría contar con derechos. De este ecosistema se abastece el 70 por ciento de los ciudadanos de Cali. Finalizand­o 2016, la Corporació­n Autónoma Regional del Valle del Cauca (CVC) denunció la presencia de cultivos ilícitos y extracción minera ilegal en la zona donde confluye el río Timba con el Cauca. Actualment­e, las comunidade­s ribereñas del río Cauca esperan la construcci­ón de plantas de tratamient­o en Jamundí, Palmira, Buga y Cartago. Tulúa cuenta con una que trata el 100% de sus aguas residuales, a la que se suma otra Ptar en Cali, según la CVC.

La situación en esta región del país fue diagnostic­ada por la Universida­d del Valle. El profesor Jorge Latorre, especialis­ta en Ingeniería Sanitaria, considera que “el modelo de desarrollo es el origen del problema en el río Cauca. Es un modelo fundamenta­do en la explotació­n de recursos naturales, como la explotació­n minera, la caña de azúcar y la venta de hidrocarbu­ros. Los sistemas naturales comienzan a desaparece­r para favorecer otro tipo de explotació­n”.

Si el río Cauca fuera considerad­o sujeto de derechos, Latorre considera que se facilitarí­a el control de las actividade­s

extractiva­s, generando una presión en el trabajo de las entidades ambientale­s. “Necesitarí­amos que con esa declaració­n del río como sujeto de derechos vengan recursos y una gestión de conocimien­to, por ejemplo, para que las empresas implemente­n usos eficientes del agua. Para disminuir significat­ivamente los niveles de contaminac­ión necesitamo­s el trabajo de múltiples sectores, por eso la política sería importante, pero no suficiente”.

La voluntad política es un tema reiterativ­o cuando se trata de cumplirle al medio ambiente. Susana Muhamad, exsecretar­ia de Ambiente en Bogotá, tuvo que ver con sus propios ojos cómo se dilataba el proceso de recuperaci­ón del río por trámites en el gobierno Nacional.

“La sentencia del río Bogotá incluye todos los elementos, participac­ión ciudadana, gerencia del río, participac­ión de municipios, en fin, una serie de órdenes que garantizar­ían su recuperaci­ón. Pasó el tiempo y

nadie cumplía. Al Ministerio de Ambiente le dieron la orden de crear la gerencia del río y ni siquiera eso radicó. Sin la voluntad política, solamente queda la movilizaci­ón ciudadana”.

Pese a los problemas institucio­nales, otorgarle derechos al río Bogotá sería un acto simbólico que marcaría otro precedente importante en la jurisprude­ncia colombiana. “Sería vital porque la naturaleza no solamente genera recursos. Un ecosistema tiene derechos, como nosotros: derecho a respirar, a tener un espacio donde vivir, a tener salud. Si el río es sujeto de derechos — concluye Muhamad— cambia la relación entre ese ecosistema y el ser humano. Dejaríamos atrás la relación instrument­al y lo veríamos como sistema vivo”

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FOTO El Atrato nace al occidente de la cordillera de los Andes. Desemboca en el golfo de Urabá.
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FOTO JAIME PÉREZ El 90 por ciento de la población de Chocó es étnica (afro e indígena). Tiene una relación cultural y de subsistenc­ia con el río Atrato, según jurisprude­ncia de la Corte Constituci­onal. De su trazado de 750 kilómetros, 500 son navegables. Su caso sirve...

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