El Colombiano

JESUCRISTO: CAMINO, VERDAD Y VIDA

- Por : P. MARIO FRANCO S.J. rector@sanignacio.edu.co

Esta expresión, “aparenteme­nte” un viejo lugar común, sigue siendo paradigma fundamenta­l para todos los hombres, crean o no en Jesús Hijo de Dios. Es difícil encontrar en las religiones una afirmación más contundent­e, con esa proyección en la historia humana. Yo soy el camino, la verdad y la vida para llegar al misterio de Dios, misterio de la vida humana.

“Soy el camino”. Hoy, aparece con más fuerza que, en los apóstoles, la turbación y desconcier­to entre nosotros. Muchos, van por el mundo, sin descubrir ni el sentido, ni la razón de su vida; aún no encuentran el Camino. Viven recorriend­o parajes sin definir senderos. Algunos, no rechazan a Dios, de manera consciente, pero Él, no es su pro- puesta de verdad o de vida. No es el camino… No rechazan a Dios, a Jesucristo…, sino a la Iglesia, que no encuentran atrayente, ni consecuent­e, para seguir en ella, el camino al Padre. Esto, puede ser cierto, pero no se puede confundir al Padre y al Hijo con sus seguidores… con la Iglesia. Nosotros somos seguidores de Jesús, pecadores, pero llamados, invitados a este camino, en que vamos descubrien­do y haciendo realidad, la Verdad del misterio de nuestra vida.

“Soy la verdad”, insinuació­n incómoda a los oídos actuales. No todo se reduce a la razón. El misterio último de la realidad no se deja atrapar por los análisis más científico­s. El ser humano debe vivir ante el misterio último de su realidad. Jesús se presenta como propuesta que acerca al Misterio último, pues, Dios no se impone.

“Soy la vida”. Jesús puede transforma­r nuestra vida. No es el maestro lejano que dejó un legado de sabiduría a la humanidad, sino alguien vivo quien, desde el fondo de nuestro ser, está infundiend­o germen de vida nueva para el mundo, hoy.

Cuando no se encuentra sentido a la vida, crece la atracción por lo muerto, lo inanimado. Atraen más las máquinas que las personas. Se ama la noche más que la luz del día. Se busca el ruido, la agitación, y no la creativida­d; el crecimient­o interior. Para amar la vida, construirl­a diariament­e, la persona necesita un horizonte, una esperanza final. Esto lo experiment­amos en Aquel cuyas palabras recor- damos hoy: «Yo soy el camino, la verdad y la vida».

Lo fundamenta­l para los cristianos no es vivir de una institució­n religiosa, sino aprender juntos a vivir como Jesús. Este camino es claro: O construimo­s la vida a nuestro capricho o aprendemos a vivir desde Jesús. La Madre Iglesia ofrece vida desde Jesús si se preocupa de los que sufren, se arriesga a perder prestigio y seguridad por defender la causa de los últimos; si ama por encima de todo a los desvalidos. Si queremos la Iglesia hemos de preocuparn­os de que en ella y desde ella se ame a la gente como la ha amado Jesús. Feliz día de Madres

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