LOS ATAQUES INFORMÁTICOS
El pasado viernes es una de esas fechas que pasará a la historia de la delincuencia cibernética, porque ese día se han anunciado más de 75000 ataques globales a las redes de información en noventa y nueve países de todo el orbe, que han sido víctimas de un programa malicioso ( también llamado ‘malware’, para el caso un Wanna Decryptor), mediante el cual se bloquea el acceso a los sistemas informáticos.
A esta conducta punible se le conoce como “Ransomware” (ransom: ‘rescate’, y ware: software), esto es, un verdadero secuestro informático en cuya virtud el programa malicioso se transmite como un troyano o un gusano e infecta todo el sistema operativo; si la víctima quiere liberar el mismo obtiene de los osados “captores” una clave con la cual se desbloquea aquel y, a cambio, se le exige pagar una suma cercana a los 300 dólares en Bitcoines (una moneda digital).
Este tipo de ciberdelito se diferencia de los crímenes tradicionales porque aquí el delincuente no entra caminando a la escena del delito sino de forma virtual; el tema es tan complejo que algunos hablan ya de un “derecho penal de la información”, cuyo núcleo fundamental estaría conformado por el “derecho penal de las computadoras” y el “derecho penal de la Internet”.
Sus características más relevantes son: la permanencia del hecho (su repetición y automatismo); su extensa y elevada lesividad; las dificultades de averiguación y comprobación; el elevado volumen de la cifra negra de criminalidad; y, el distanciamiento temporal. También: su carácter masivo y la elevada cantidad de víctimas; su anulación espacial (indeterminación del ámbito geográfico); su cada vez más creciente frecuencia; el anonimato de su autor; y, la facilidad de comisión; etc.
Nuestra ley penal castiga esa conducta sin perjuicio de que los criminales también incurran en la de uso de software malicioso del artículo 269E con prisión de treinta y seis (36) a setenta y dos (72) meses, en el artículo 269C del Código Penal, que se intitula como “interceptación de datos informáticos”: “El que, sin orden judicial previa (,) intercepte datos informáticos en su origen, destino o en el interior de un sistema informático, o las emisiones electromagnéticas provenientes de un sistema informático que los transporte…”.
Así las cosas, este gravísimo episodio demuestra que, otra vez, legisladores y jueces, siguen a la zaga de los criminales. A título de ejemplo, recuérdese, no existe hoy una convención mundial que alinee a todos los países en una lucha frontal contra este flagelo desde las perspectivas política, legal, políticocriminal, social y económica; ello, salvo instrumentos con alcances regionales como el Convenio de Budapest de 2001, la Convención de la Liga de los Estados Árabes de 2010, o la Convención relativa a la seguridad cibernética y la protección de datos personales de la Unión Africana de 2014, etc.
Por eso, es perentorio elaborar y poner en escena un instrumento global contra estas formas de criminalidad, de tal manera que se produzca una mayor uniformidad de las legislaciones nacionales y se colmen las evidentes lagunas existentes. Se requiere, pues, la participación decisiva de todos los Estados, organizaciones internacionales, empresas, expertos, etc.; además, se necesitan instrumentos de investigación adecuados, para el caso programas informáticos forenses o bases de datos de gestión de la investigación. Incluso, urge suministrar capacitación para que jueces y fiscales pueden ejercer de mejor manera sus tareas.
En fin, como está claro que según lo dijera Zygmunt Bau
man “la generación tecnológicamente mejor equipada de la historia humana es la más acuciada también por sentimientos como la inseguridad y la impotencia”, se hace indispensable promover una cultura de la seguridad cibernética que no solo vele por la prevención, el tratamiento y a la eficaz respuesta a ese tipo de agresiones, sino que permita adelantar una verdadera lucha frontal contra las diversas amenazas de estas delincuencias, de tal manera que se proteja la infraestructura y se aseguren las redes de sistemas
No existe hoy una convención mundial que alinee a todos los países en una lucha frontal contra este flagelo.