DE CAPA CAÍDA
Más tributos sobre la industria, el comercio y los contribuyentes, fuera de ser una injusticia es un azaroso riesgo.
El equipo técnico del Banco de la República –presumiblemente sin ningún tipo de sesgo político– calcula el crecimiento de la economía co- lombiana para este año en 1,8 %. Una cifra lamentable, muy alejada de las necesidades del país para avanzar en desarrollo y progreso social.
Esa cifra no capacita al país para enfrentar los grandes retos que tiene a corto y mediano plazo, como lo acababa de señalar el BID. Y menos para lograr crecer a ritmos que estén entre el 6 y el 7 %, como resultado de una política consistente de incremento de su productividad e innovación, como lo demanda esa institución financiera.
Según el gerente del Emisor, el paisa Juan José Echava
rría, “la enorme polarización política del país puede hacer daño a la economía colombiana”. Pero no es que pueda hacerle mal. Es que lo está haciendo por la forma áspera con que se adelanta la polémica nacional. Un presidente camorrista que desde hace años viene utilizando un lenguaje agresivo contra sus opositores y unos contradictores que han respondido en la misma forma con fragor inocultable. Así se malogra la confianza en las instituciones –gobierno y oposición– y se va perdiendo la credibilidad y la seriedad en el sistema institucional colombiano.
La gran agenda del desarrollo y las reformas nacionales sigue en lista de espera. Un jefe de Estado que se ha vuelto monotemático. Mucho tiempo solo mirándose en el espejo de La Habana. Las demás regiones poco existían en su visión colombiana. Solazándose con lo que pensaran los Castro, Chávez y Maduro, sindicato populista, en tanto los índices de progreso nacional languidecían. Por eso ha cavilado poco en las “reformas estructurales” que el gerente del Emisor, ahora considera inaplazables, “para crecer a una velocidad mayor”. A una velocidad que nos acerque a aquel 6 o 7 % que pone como condición el BID para lograr la transformación nacional.
Con este irrisorio crecimiento del 1,8 % que llevamos hasta ahora, es imposible lograr la meta de un ingreso per cápita de 30 mil dólares como lo plantea el BID para modelar una sociedad más igualitaria y estable. Aquí en Colombia lo único que ha venido creciendo en los últimos años en forma exponencial es el cultivo, tráfico y exportación de droga. Y ese negocio cada día enturbia más el papel de las instituciones sobre cuya transparencia fundamenta el BID bue- na parte del crecimiento de la economía colombiana.
“Si seguimos sin crecer estamos fritos”, sostiene el exministro liberal Rudolf
Hommes. Estamos “en la patria boba”, agrega. Sin desarrollo no es posible asegurar mayores recursos fiscales para los compromisos que se le vienen al país. Imponer más tributos sobre una industria y un comercio de capa caída y unos contribuyentes agobiados por las cargas tributarias, fuera de ser una injusticia es un azaroso riesgo. Endeudados hasta la coronilla, con una cartera vencida en los establecimientos de crédito que supera los 16 billones de pesos.
Es el momento de las reflexiones y de las decisiones. Ya se acabó la época de mirar tanto a Cuba y a Caracas. Se llegó la hora de mirar el país entero. Lo demás es divisar un paisaje de un futuro inmediato tan turbio como incierto