MODERACIÓN ECUATORIANA
Lenín Moreno ganó en abril unas ajustadas elecciones presidenciales ecuatorianas con el discurso de la continuidad. Como vicepresidente de Rafael
Correa logró convencer a su pueblo de la necesidad de seguir una senda socialista, aunque aclaró, cada vez que pudo, que no sería una marioneta del presidente saliente. Debe demostrarlo con fuerza, a partir de mañana, cuando tome las riendas de Carondelet.
Hay tres factores fundamentales para que el nuevo presidente ecuatoriano busque una senda propia, aunque mantenga elementos de la vieja doctrina.
El primero de ellos es el desgaste de un estilo que dirigió Ecuador por una década, con inmensos logros, pero preocupantes reparos por su confrontación y autoritarismo. El nuevo gobernante reconoce que la estabilidad política que brindó Correa, luego de un azaroso inicio del siglo XXI, también facilitó una división política que le puede dificultar su novato gobierno.
El segundo elemento a tener en cuenta es que la escasa diferencia que le permitió a Moreno vencer al político de centro derecha Guillermo Lasso, evidencia una ruptura ciudadana por mitades porcentuales que se puede desbalancear rápidamente si el nuevo presidente no busca acercamientos con sectores que antes fueron despreciados por Correa.
Por último, y quizá con mayor peso en el ejercicio político inmediato, está la dificultad que enfrentará Moreno con un legislativo de mayoría limitada que requiere un urgente ejercicio de cabildeo para encontrar la aprobación de sus políticas, más aún si mantiene el apellido de continuista.
Con este panorama de necesidades manifiestas, y ante la apuesta al diálogo con sectores de derecha que anunció Moreno, es probable que en poco tiempo veamos en Ecuador un nuevo estilo de gobierno que no caiga bien a los oficialistas radicales que dejan el poder.
Incluso, más temprano de lo usual, podríamos escuchar los discursos inconformes de Rafael
Correa contra su pupilo por el descuido de la Revolución Ciudadana o la desprolijidad en el manejo de la herencia.
La historia de la última década y media de América Latina nos demuestra lo difícil que resulta ser el sucesor de un hombre fuerte y la pesada carga que lastra a aquellos cuyo triunfo se debe más a terceros que a sus propios méritos. Es un fantasma con el que Moreno se verá la cara cuando gire la esquina ■
Es probable que en poco tiempo veamos en Ecuador un nuevo estilo de gobierno que no caiga bien a los oficialistas radicales.